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Cómo quiere la Iglesia ayudar a las familias

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“La pastoral familiar es la que puede vertebrar el trabajo que se lleva a cabo en una parroquia y hacer que la Iglesia esté en salida, como la quiere el papa Francisco”, afirmó Mons. Mario Iceta, obispo de Bilbao, en la inauguración del curso de actualización de Derecho Canónico en la Universidad de Navarra, celebrado los días 12 y 13 de noviembre.

Mons. Mario Iceta (Foto: Manuel Castells).

Mons. Iceta basó su intervención en las tres cuestiones centrales del Sínodo de la Familia: los desafíos, la vocación y la misión de la familia. Estas quedan recogidas por el documento final, “mucho más armado y bien configurado” que el Instrumentum laboris de partida. “Creo que las aportaciones fueron todas muy sensatas y el ambiente muy bueno”, dijo.

La base antropológica

Entre los desafíos de la familia que se trataron en el Sínodo, Mons. Iceta comentó más ampliamente dos, los relativos a la ideología de género y la inmadurez afectiva. Por una parte, “el contexto antropológico cultural” se encuentra marcado por esta ideología, que “proyecta una sociedad sin diferencias de sexo y vacía la base antropológica de la familia”, afirma la Relatio finalis (documento final).

Frente a este contexto, el canonista Juan Ignacio Bañares, que también intervino en el curso de actualización, defendió la importancia de la investigación interdisciplinar como punto de apoyo de la pastoral familiar: “Hay que buscar una antropología compatible con la fe, desarrollar estudios e iniciativas económicas, sociológicas, políticas, científicas… que ordinariamente dependerán de los fieles laicos”.

“El testimonio coherente de vida de los propios matrimonios y una formación adecuada, significan una fuerza y un alcance que nadie más que ellos pueden tener” (J.I. Bañares)

El otro desafío resaltado por Iceta es la inmadurez afectiva, ligada a una “concepción emotivista del amor”: “La juventud se queda con el ‘me siento bien, me encuentro bien’ sin llegar a la raíz del amor, que es un don recíproco, es un ‘yo me entrego a una persona y la recibo, para siempre’”. El Sínodo abordó estas “fragilidades afectivas” en su relación con “la inmadurez personal, un tema muy tratado en derecho canónico: la inmadurez con la que acceden al matrimonio estas personas (…) cuando no son capaces de asumir las tareas y los compromisos matrimoniales”.

Acompañar

El texto sinodal se articula, según Bañares, en torno a tres intenciones fundamentales. En primer lugar, “la necesidad de implicación de todos los fieles en la acción pastoral en favor del matrimonio y la familia, de modo particular, la (…) implicación de las propias familias”. En segundo lugar, la necesidad de formación, teniendo en cuenta la “complejidad de las circunstancias”. Por último, “el cuidado por los más desfavorecidos, quienes se hallan en situaciones (…) de más debilidad para sacar a la familia adelante o para entender y vivir el evangelio de la familia”.

Bañares mencionó algunas indicaciones del documento final que subrayan la necesidad de facilitar el acompañamiento, como crear centros diocesanos de escucha y atención especializada para ayudar a la reconciliación de los cónyuges con dificultades, así como la formación de ministros expertos en el apoyo a estas personas.

El acompañamiento ha de comenzar en la preparación del matrimonio y debe continuar después, con especial atención a los primeros años. Para esto último, el documento final propone que se realice desde las parroquias, a cargo de matrimonios con experiencia, ayudados en ocasiones por movimientos eclesiales. El obispo resaltó la importancia de que sea “un acompañamiento personal, no solo unos cursillos. Para esto necesitamos una conversión pastoral” (ver Aceprensa, 6-11-2015).

Acompañamiento también en situaciones particulares: matrimonios civiles, parejas que conviven, familias monoparentales, cónyuges abandonados, situaciones de fracaso matrimonial, malos tratos, divorciados vueltos a casar o no, matrimonios mixtos, cónyuges en momentos de dificultad en su relación, etc. Todas estas situaciones “son ocasiones de evangelización, son ‘Iglesia en salida’, son momentos para acercarnos a esas personas y acompañarlas”, dijo Mons. Iceta.

En este aspecto de la pastoral familiar, amor y verdad van de la mano.  Como explica Bañares, “no se trata de oponer la verdad al amor, sino de descubrir que la única forma válida de transmitir el mensaje salvador es el amor. El amor se muestra en la misericordia, ante la indigencia material o espiritual del otro. No exige cambiar el contenido del mensaje sino el propio corazón para acompañar a cada uno desde sus propias situaciones y necesidades, ayudando a hacer más fácil el camino hacia la verdad y el esfuerzo por realizar el bien”. La acción pastoral debe realizarse en este marco y “tener en cuenta la pluralidad de circunstancias concretas”, puntualizó.

Formación

Bañares dijo en otro momento que, “al leer la Relatio, te das cuenta de que la palabra formación está muy presente: poner en marcha todo lo hablado al respecto en el Sínodo supone un esfuerzo grande de formación para todos y en todos los niveles”. Mons. Iceta añadió que, en su opinión, falta en este documento un capítulo que trate sobre la fe en la familia y la iniciación cristiana: “También se dio esta carencia en el Instrumentum laboris. Es importante, porque aunque la iniciación cristiana pertenece a la maternidad eclesial, los padres juegan en ella un papel insustituible”.

“Las situaciones particulares son una oportunidad pastoral, son Iglesia en salida” (Mons. Iceta)

Iceta y Bañares coinciden en la importancia de la formación para la familia. Esta “empieza desde la infancia y tiene un momento clave en la adolescencia, que es cuando aprendes a amar”, afirmó el obispo de Bilbao. Esta es la mejor preparación remota al matrimonio, de la que ya habló Juan Pablo II en su exhortación apostólica Familiaris consortio. “La preparación remota está en una buena iniciación cristiana”, dijo Mons. Iceta, y añadió que “el mejor cursillo prematrimonial es una familia”.

También Bañares subrayó que los propios matrimonios tienen un papel protagonista: “El testimonio coherente de su vida y una formación adecuada, significa una fuerza y un alcance que nadie más puede tener. De la vida de las familias y de la presentación del evangelio de la familia dependen en definitiva temas tan significativos para la sociedad como el de la vida, el respeto a la igualdad y a la diferencia entre mujer y varón, la generación y recepción de los hijos, la educación…”.

Invertir en pastoral familiar

Muchas de las iniciativas propuestas por el Sínodo ya aparecían en Familiaris consortio y, desde que se publicó este documento en 1981, varias de ellas se han ido poniendo en marcha. “Hoy en día creo que todas las diócesis tienen un centro de orientación familiar, con personas preparadas, y existen iniciativas como los másters de familia, el programa Teen Star, el proyecto ‘Aprendamos a amar’ de Fundación Desarrollo y Persona…”, dijo Mons. Iceta. “Está bien, pero es insuficiente. Hay que avanzar: tal vez cada parroquia (…) debería tener un centro de atención a las familias. Los casos son muchos. Hay que dar un paso adelante, para poder llegar a cada persona y a cada matrimonio presente en cualquier lugar”.

“El mejor cursillo prematrimonial es una familia” (Mons. Iceta)

La necesaria “conversión pastoral” también se refiere a esto, según el obispo de Bilbao: “¿Qué presupuesto tenemos en nuestras diócesis para pastoral familiar? Hay que preparar a más gente y destinar más recursos”.

En esta línea, la institución del nuevo Dicasterio para los laicos, la familia y la vida —que sustituirá a los Consejos Pontificios para los laicos y para la familia— es “una muestra más de la unión que existe entre laicado y realidad matrimonial y familiar, y de la voluntad del Papa de llegar a acciones concretas”, afirmó Bañares.

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