A la política identitaria se le suele reprochar su capacidad para convertir la vida social en una espiral de agravios: si hay grupos que apelan a su identidad para lograr una protección especial, ¿por qué no pueden hacer lo mismo los demás? Esta dinámica empeora con un concepto de moda entre los identitarios –la “interseccionalidad”–, que permite distinguir entre discriminaciones contra las que vale la pena luchar y otras que no merecen atención. La noción de “interseccionalidad” se gestó en
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