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“Ni primavera árabe ni invierno yihadista”

publicado
DURACIÓN LECTURA: 9min.

¿Qué queda de las revueltas árabes? La interrogante da título a un reciente volumen de Catarata, uno de cuyos coautores niega que la pregunta parezca insinuar que la hora de Oriente Medio ya pasó, que la región perdió el tren de la democracia. Para él, no es un asunto cerrado, sino en proceso.  

“¿Qué queda entonces de estas revueltas ‘en proceso’?”, pregunto al colega David Perejil, editor de una obra –presentada días atrás en la Casa Árabe de Madrid– en la que toman parte una filóloga, un cineasta, varios corresponsales de medios españoles y algunos periodistas freelance, que han observado en el terreno el resultado inacabado de los levantamientos contra una variopinta gama de dictadorzuelos de entorchados y jaima.

“Pues queda algún puñado de activistas, que viven en sus países o fuera de estos, pero que se mantienen preparando campañas. Quedan sobre todo las demandas que no han sido satisfechas: pan, dignidad y justicia social, que eran demandas pre-políticas. Y que los árabes, como cualquier pueblo del mundo, no están condenados, por ser árabes, a vivir bajo una tiranía ni a sufrir un reparto desigual de la riquezas. Eso queda”.

Europa debería renunciar un poco a sus intereses económicos en la región, para promover más eficazmente los derechos humanos

Túnez: una sociedad civil potente

Perejil rechaza un discurso que él advierte muy parecido al que se tenía sobre América Latina décadas atrás: el de un conjunto de sociedades condenadas al atraso y al despotismo político, y que, sin embargo, 40 años después ya son países con cierto nivel de desarrollo y que intentan influir en la arena internacional con su propia manera de actuar.

Por ello, en el caso árabe, geográficamente más cercano a Europa, entiende que es necesario estar allí para dar a conocer lo que pasa. Él personalmente ha pasado este año por Túnez, Líbano, Palestina y Jordania.

“Túnez es un país clave, en el que pasé dos temporadas. Informativamente, ahora el país es interesante, si bien la situación nacional no es nada buena. Hemos visto que le han dado el Premio Nobel al cuarteto negociador de 2013, y es bueno que se otorgue ese premio, pero no tendrá utilidad si no sirve para apuntalar una transición que languidece y que tiene esos elementos: los yihadistas, con los ataques en marzo y junio, y la vuelta del antiguo régimen en pequeñas dosis”.

“En los últimos tiempos ha habido señales críticas, como un recorte de las libertades, y aunque en el caso de este país no hay intervenciones militares extranjeras, sí que tienen encima la ‘mano’ de algunos países de la zona y de Europa, algo más light. Lo que explica que Túnez siga siendo una excepción en todo el mundo árabe es la potencia de su sociedad civil, y también la ausencia de grandes intereses sobre ese pequeño país”.

Convivencia religiosa, ¿solo bajo las dictaduras?

El tema de la religión es clave en esta parte del mundo, en buena medida porque es el pretexto bajo el que se disfraza el horror de apuñalar a un civil judío únicamente porque es judío, con lo que el atacante cree reservarse un billete en primera clase al paraíso, o destrozar a martillazos unas estatuas milenarias porque “no hay más dios que Alá”, cuando en la región no queda ni el polvo de aquellos antiguos profetas de Baal…

Las dictaduras laicas de la región promovían una versión oficial del Islam

“Muchas veces se mira a la zona como si hubiera un enfrentamiento entre islamistas y laicos, y es algo que ellos deben solucionar. En ninguno de estos países se debe imponer un proyecto sobre el otro, de modo que tienen un asunto pendiente: cómo encajar la religión en esas sociedades; cómo gestionar la pluralidad, que la hay: hay sirios, kurdos, armenios, cristianos, varias ramas del Islam, y deben lidiar con esa diversidad. En el pasado esa gestión ha sido satisfactoria, o bastante más que ahora. El que sea buena o mala depende tanto de los esfuerzos internos como de las manos desde el exterior”.

Ciertamente –le concedo–, en el pasado se han amoldado esas diferencias, pero no es menos cierto que ha sido bajo dictaduras. En Iraq había convivencia de cristianos, chiitas y sunnitas bajo Saddam, y en Egipto bajo Mubarak. Parecería que, nada más abrirse una rendija hacia la democracia, esa coexistencia se tambalea…

“La situación de los cristianos y otras minorías en Oriente Medio va a peor, pero yo no diría que es por la democracia. Cuando hay situaciones de cambio, algunos agentes quieren tomar ventaja en el asunto de la religión, y en los últimos 30 años se ha incrementado el fundamentalismo, que no es de todo el Islam, sino de una rama, la promovida por Arabia Saudí: el wahabismo, a partir de la cual observamos esa doctrina que se ha extendido, que es el salafismo y el yihadismo”.

“Es muy difícil promover mensajes de entendimiento allí entre cristianismo e Islam, por el peso de los cánones religiosos de Arabia Saudí y por la falta de educación, porque la gente no entiende bien los mensajes religiosos, porque hay exclusión, y porque hay quien quiere sacar partido a estos mensajes y promover una agenda del odio para limpiar étnica y religiosamente Oriente Medio. Pero eso no tiene nada que ver con la democracia. Cuando llegaron las revueltas, y aquí habría que diferenciar por países, simplemente se levantó la tapa de todos los conflictos que estaban bajo la dictadura”.

El peso de los cánones religiosos de Arabia Saudí y la falta de educación dificulta el diálogo interreligioso en la zona

“Con Bashar vivíamos mejor”

“Hace dos años, conversando con refugiados sirios en el Centro de Refugiados de Vallecas, una familia armenia me dijo también: ‘Con Bashar vivíamos bien, teníamos nuestra escuela, nuestra religión’, y yo le pregunté qué significaba vivir bien: ‘Que teníamos nuestros derechos como cristianos, nuestras escuelas, aunque no podíamos criticar nada ni decir nada de Bashar’.

“En muchos de estos países lo que hemos visto es un efecto perverso: por un lado, los agentes del fundamentalismo, y por otro, los dictadores supuestamente laicos, que no lo eran, porque promovían un Islam oficial, y que a ciertas minorías les decían que sus derechos dependían de ellos, y que si no estaban con ellos, otros vendrían y los arrasarían. El mensaje va de un extremo al otro; no hay espacio intermedio para una convivencia, y en cuanto se enciende la chispa de los conflictos, se mira en primer lugar a la religión, a la etnia”.

“La apertura hacia la democracia, si se apoya bien desde afuera y si hay buenas fuerzas dentro, capaces de parar a los demonios, será muy positiva para la región. En caso contrario, ¿cuál sería el mensaje? ¿Que siempre hay que vivir bajo una dictadura para profesar el credo propio, o que desde afuera se apuesta por la seguridad, pase lo que pase debajo de la tapa? Es un mensaje muy terrible para la gente de la zona”.

Entre adelantos y retrocesos

Traigo a la conversación el término “primavera”, de resonancias tan “checas”, para preguntarle por el fracaso de las revueltas. A Perejil no le gusta el término de “primavera árabe”, ni el de “otoño islamista” ni el de “invierno yihadista”.

Lo de las estaciones le parece publicitario, “y es muy malo. ¡Si pensamos cuánto costó en Europa tener derechos…!”

En Túnez, pese a los avances democráticos, se observa un recorte de las libertades

“¿Han fracasado? No me gusta la palabra, aunque entiendo que si comparamos 2011 con la actualidad, evidentemente es un fracaso. Estamos peor. ¿Cabe achacárselo a los manifestantes que salieron reclamar dignidad, a los dictadores, o a las intervenciones externas? Creo que los procesos son largos, sufren adelantos y retrocesos, y no sabemos a dónde irá la región”.

“El último año ha sido desastroso. Todos los conflictos de la región se están encadenando, y desde el problema israelí-palestino hasta los conflictos geopolíticos, con Irán y Arabia Saudí, lo que vemos es que toda la zona está en completo cambio, y que en cinco o diez años no será como la conocemos hoy. Existen países de facto, como el Kurdistán iraquí, que emite visados, controla el petróleo y tiene ejército propio. Solo le quedaría controlar las fronteras para la definición clásica de Estado”.

“Respecto a las revueltas, es importante preguntar qué queda del mensaje de paz, justicia e igualdad social, porque ahora mismo puede que no esté presente a gran escala, pero sí que sigue ahí, en las sociedades. En Túnez, durante el verano, salió adelante una campaña llamada Dónde está el petróleo, articulada en FB, y hubo una pequeña manifestación para cuestionar dónde están los ingresos del crudo, y si hay o no corrupción. El presidente la criticó, dijo a los participantes que no eran patriotas, y ahora hay una nueva ley antiterrorista que los activistas temen que pueda utilizarse para recortar las libertades que se han ganado con la nueva Constitución”.

La seguridad humana, antes que la militar

El propio trazado artificial de las fronteras árabes en 1916 (acuerdo Sykes-Picot) siempre se ha visto como una de las génesis del problema de Oriente Medio. Esa división externa de las sociedades árabes, muy marcadas por la fidelidad de los individuos al clan familiar más que por el sentido de pertenencia a un Estado–nación, ¿influye en la indiferencia hacia el destino del “país”? ¿Es un factor del fracaso de esas revoluciones?

“Evidentemente hay intereses de clanes más fuertes en unos países que en otros”, responde Perejil. “No es lo mismo Túnez que Yemen, y me parece también que sería muy significativo fijarse en cómo ha sido el gobierno de Nuri al Maliki en Iraq, que ha beneficiado a una parte de la población, de su grupo social y religioso. Desde luego, es un problema”.

En cuanto a Occidente, que ha puesto su grano de arena en este desorden pantagruélico, ¿qué puede hacer para enmendarlo? Perejil prefiere enfocarse en un punto: ¿Qué deben hacer los países europeos? “Pues tomar una única voz en esa región y promover la paz a través del amplio abanico de resoluciones de la ONU, el peacebuilding, e impulsar diálogos políticos en los que tiene que ceder la iniciativa a las potencias de la zona, y tener menos de intereses en petróleo y otros sectores económicos, para restarlos y poder promover los derechos humanos, y pensar que ellos no son los únicos agentes en el mundo”.

“Hay una doctrina de la ONU, la de la seguridad humana, que a mí me gusta mucho, y que refiere que frente a la seguridad únicamente militar, hay que promover otra, basada en el desarrollo económico y democrático, que relaja mucho los conflictos. Sería esto lo opuesto a los bombardeos rusos y estadounidenses sobre Siria”.

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