La religión y la condición de la mujer en el Líbano

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Beirut. El Líbano, con su diversidad cultural y religiosa, se ha convertido también en un polo de promoción de los derechos de la mujer con respecto a los demás países de la región. Ante la variedad de estatutos jurídicos según la confesión religiosa, el país de los Cedros ofrece una perspectiva original para valorar en qué medida la religión influye en la condición de la mujer.

El 15 de Octubre se ha reunido por tercera vez en Beirut el “Foro sobre los derechos de la mujer en el mundo árabe”. Ha sido presidido por la ministra de Educación, Bahia Hariri, de confesión suní. Ante la multiplicidad de rostros que conforman el paisaje libanés, en el que cada una de las caras tiene su jerarquía de valores y aspiraciones, debatir sobre este asunto se puede convertir en un problema. Así ocurrió en las intervenciones de las diferentes ponentes, al darse disputas sobre la imagen de la mujer árabe, tanto en Oriente como en Occidente.

En el Líbano se percibe gran variedad de posiciones que van desde la ultraliberal hasta la conservadora. Para la mujer musulmana suní, ser árabe lleva a compartir estilos de vida con sus vecinas de Siria, Jordania, así como de Arabia Saudita o de las monarquías del Golfo: algunas se consideran tradicionales radicales, otras en cambio liberales, pero siempre dispuestas a alinearse con sus correligionarias. Por otro lado, para muchas chiitas, llevar el velo es sinónimo de coherencia con el Islam. Estas mujeres, cada vez más instruidas, se presentan sin complejos en conferencias de alto nivel, y defienden con aplomo sus convicciones, sin caer en la discusión. Para las cristianas, la mujer occidental, con su lote de derechos y deberes, es un objetivo a lograr en los países del Medio Oriente. Prefieren ser comparadas con sus congéneres europeas -de Francia o España- que con sus coterráneas.

Influencia desde Beirut

¿Por qué se habla de apertura en el país de Levante? ¿Es el Líbano un país árabe?, ¿de cultura oriental u occidental? La respuesta a esta pregunta ha desencadenado siglos de conflictos y aún hoy en día no se observa una posición común. En amplios sectores de la población musulmana, el país de los Cedros pertenece a los llamados países árabes desde el punto de vista geográfico y cultural, y a la vez comparte el Mediterráneo y milenios de historia con sus vecinos europeos.

Hoy en día, se puede observar que el idioma unifica la cultura árabe, sobre todo a través de la televisión y las canciones, y las emisiones libanesas llevan a otros países de la región geográfica modelos de conducta de corte más occidental. No siempre sin polémica, como ha ocurrido en Qatar, que en algunos casos no ha permitido la retransmisión de programas de variedades musicales, por considerar que atentan contra la moral pública del islam. En un conocido programa de búsqueda de jóvenes cantantes -versión autóctona del “Star Academy”- que se produce desde Beirut, la audiencia alcanza a todos los países de los Emiratos, Siria, Palestina, Egipto e incluso el Norte de África. Desgraciadamente el modelo de mujer que se muestra es demasiado liberal para la realidad de la población a la que llega, la mayoría musulmana, lo que genera choques con la sensibilidad de la cultura tradicional de esos lugares.

De todas maneras, poco a poco estas imágenes van cambiando los estilos de vida de muchas personas. Una mujer iraní, en Beirut, no tiene que llevar el velo islámico, y puede coincidir en el mismo lugar con una compatriota que sí lo lleva fervorosamente. Una estudiante jordana comparte la misma residencia de la Universidad Americana -de estricta observancia protestante- con una chica saudí, o cristiana de Siria. En la práctica, las familias acomodadas viven un estilo de vida homogéneo, independientemente de su confesión religiosa. A este nivel, se dan matrimonios entre los miembros de diferentes religiones y entre estas personas se encuentran bastantes partidarios de la promulgación del matrimonio civil, aún inexistente en la legislación nacional, apoyados además en los ricos expatriados que se encuentra de regreso a causa de la crisis mundial, acostumbrados a legislaciones civiles unificadas.

Las parejas en las que ambos deben trabajar para sacar adelante la familia, mantienen más los nexos comunitarios, ya que el clientelismo que garantiza el propio clan permite obtener posiciones. En consecuencia, son más tradicionales en los valores y aspiraciones para mantener el estatus obtenido en las ricas monarquías del Golfo, o en África.

A tal religión, tal Estatuto

En los estratos más necesitados, el estilo asistencial desarrollado durante los años de conflicto no se ha superado. Existen asociaciones de caridad islámica que subvencionan colegios, orfanatos, grupos de viudas y que cubren necesidades de salud de amplios sectores de la población. Con mayor o menor alcance, según los recursos de los que se dispone, cada comunidad mantiene a sus pobres.

Por ello, el discurso de los derechos de la mujer se encuentra con que cada comunidad religiosa tiene su propio ordenamiento jurídico -los llamados Estatutos personales- que permiten a cada grupo regular los asuntos legales sobre los bienes y las personas. A los ojos de Occidente, esto es considerado como un gran retraso en la aplicación de los derechos de la mujer.

El Estatuto personal, figura jurídica heredada del Imperio turco, permitía a las minorías religiosas tener el régimen jurídico adecuado a su religión, y hoy en día se utiliza en los países árabes para aplicar la charía en el ámbito civil (cfr. Aceprensa, 29-12-1999). En el Líbano se decantó en la instauración de legislaciones positivas para cada comunidad religiosa según sus propios principios. Esto ha dado lugar a que todo libanés esté inscrito en la comunidad que le corresponde por su profesión de fe. La adscripción religiosa se atribuye al recién nacido por vía paterna de manera automática, y según este registro se la aplicará el estatuto personal que le corresponda, el régimen de matrimonio y sucesiones. La mujer puede pasar por vía matrimonial a la religión del marido, o permanecer en su propio registro.

Este régimen ha generado toda la jerarquía judicial necesaria para solucionar los conflictos de separación, anulación, divorcio o repudio, según cada comunidad, además de una retahíla de prescripciones y detalles concernientes a las viudas, la guarda y custodia de los hijos, etc. “No es posible estudiar todas las leyes; en la universidad te especializas en materias según tu propia comunidad”, comenta Setta Kerechekian, profesora en la facultad de Derecho de una conocida universidad privada, y miembro fundador de la Unión Nacional por la abolición de toda discriminación sobre la mujer. “En nuestro país heredas de tu padre la religión, y a partir de la mayoría de edad, podrías cambiar si lo decides “, agrega.

El peso de la comunidad

Socialmente, la comunidad influye mucho sobre cada persona. Entre los menos instruidos este peso puede ser enorme, y dar lugar a graves sucesos, que son tolerados por la instancia jurídica de cada comunidad en nombre de la religión; por ejemplo, el llamado “crimen de honor”, por el que un padre o un hermano pueden matar a una hija o hermana por sospecha de adulterio, no está considerado un delito en el Código Penal, en consonancia a la ley islámica. También es conocido que la mujer suní no hereda de su padre, lo cual lleva a que, en la práctica, se hagan donaciones a las hijas. Incluso se ha dado el caso de un renombrado político suní que solo tuvo hijas, y que decidió cambiarse a la confesión chií, donde estas materias tienen una regulación distinta. También es vox populi entre las mujeres musulmanas que “compensa” casarse con un hombre maronita, porque no hay divorcio. ¿Quién no aspira a que el matrimonio sea para toda la vida?

No siempre este peso comunitario es negativo. Se observa que la mujer oriental, sea de la religión que sea, es reconocida como el pilar de la familia, la garantía de la transmisión de los valores a las nuevas generaciones, y la fuerza para preservar la propia cultura. Así se desprende de una tesis del departamento de Sociología de la Universidad de California (1), en la que se estudió las influencias del nivel de educación en la toma de decisiones de mujeres árabes, tanto cristianas como musulmanas, todas inmigrantes en América. Se comprobó que, aun después de obtener un alto nivel de educación, estas mujeres prefieren dedicarse a la familia y a la educación de los hijos, con lo que el mantenimiento de roles tradicionales no se puede asimilar al bajo nivel de educación. En el caso de las mujeres árabes, la familia entera apoya su decisión y la valora, porque se busca preservar a los hijos ante una sociedad que ofrece otros modelos ajenos a la propia cultura.

Zarha, profesora de Filosofía occidental e islámica en un colegio chiíta de Beirut, comenta: “Voy vestida con el velo negro islámico más tradicional para que las mujeres occidentales vean que se puede ir así y que no por ello ser terrorista. Yo acepto la posición que mi religión me otorga como mujer, y me veo bien considerada en mi sociedad, y ante mis iguales. No me planteo problemas. Si las cosas me salen mal, no será por mi religión; ya veré en ese momento lo que la ley hará por mí”.

Un terreno común

No se ha estudiado aún la incidencia de los ordenamientos jurídicos en la toma de decisiones de las mujeres libanesas ante los problemas legales que plantea su afiliación a una determinada confesión religiosa. Desde luego, en nombre del islam se da un sistema de beneficencia paternalista, que cubre en el Líbano a dos tercios de la población, incluyendo a viudas y, por asimilación, a las divorciadas. En los conflictos de custodia de los hijos, las leyes tienden a favorecer al padre, o a la familia de este, lo cual ha generado conflictos sobre todo con mujeres extranjeras que se han casado con libaneses.

El sistema legal imperante no es fácil de gestionar, pero al menos ha permitido que se considere la existencia de instituciones y fundamentos jurídicos, no solo basados en la charía, sino multiculturales.

A la espera de que la configuración política de la región se pacifique, la situación de la mujer árabe sigue transformándose por las decisiones de cada una de ellas. En un país que permite albergar esos cambios, seguramente se podrá observar la evolución de las mentalidades orientales. El Líbano puede aportar un terreno de libertad para que se desarrolle el modelo de familia oriental común a todos ellos; en el que se respete lo accesorio -indumentaria- para lograr lo fundamental, una institución que permita a la persona disponer de la base necesaria para aprender a vivir en un espacio de mutuo enriquecimiento pluricultural.

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NOTAS

(1) “Reproducing inequality? Female education in christian and muslim arab american families” . Jen’nan Ghazal Read, PhD, University of California, Irvine Sharon Oselin, MA University of California, Department of Sociology, University of California, Irvine, California 92697-5100.

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