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La mala imagen de los árabes en la prensa occidental

publicado
DURACIÓN LECTURA: 11min.

Los malentendidos históricos y la ignorancia de hoy
«No son las cosas, en sí mismas, lo que más nos preocupa sino la opinión que nos hacemos de ellas». Con esta cita de Epicteto, el profesor Bichara Jader, director del Centro de Estudios de Investigaciones sobre el Mundo Árabe Contemporáneo de París, centró el equívoco -la «mala prensa»- que suscita entre los medios de comunicación occidentales la complejidad inabarcable del mundo árabe. Para intentar acercarse a este fenómeno de incomprensión e incomunicación, se ha celebrado estos días en Madrid un simposio con el título «El Mundo Árabe y su imagen en los medios», en el que han participado profesores, periodistas y estudiosos del Islam llegados de diversos países árabes y europeos (1).

En un momento en que se perfila, por primera vez en cuarenta y cinco años de guerras, una posibilidad de paz en el Cercano Oriente, nada más oportuno que esta experiencia de acercamiento «mediático» que tanto puede contribuir al mejor conocimiento mutuo.

Salvo raras excepciones (quizá más abundantes en España), cuando los medios informativos occidentales se refieren hoy a los árabes, sin entrar en matices de nacionalidad o de religión (se da por supuesto que todos son musulmanes), lo hacen como si se tratasen de terroristas, analfabetos, fanáticos o invasores…, cuando no se trata de déspotas emires petroleros que se gastan sus inmensas fortunas en los casinos de Europa.

Sin duda, de todo eso hay, pero ¿quién califica a los europeos de «terroristas» por el mero hecho de haber contado en su pequeña geografía -en comparación con la árabe- a grupos tan violentos como la banda Baader Meinhof, las Brigadas Rojas, el IRA o ETA? ¿O de ladrones, violadores, estafadores, etc. cuando tan densas estadísticas de delincuencia podemos ofrecer?

Malentendidos históricos

A juicio de algunos participantes árabes en el coloquio, tal distorsión se debe, en buena medida, a la sistemática propaganda sionista destinada a potenciar el «factor civilizador» de Israel en un mundo lleno de prejuicios religiosos y culturales, que rechaza la modernidad. Sin entrar a valorar esta acusación, tan directa y tan llena de excusable resentimiento, en la medida que el conflicto del Cercano Oriente ha remodelado la geografía, la política y la historia árabe, otros estudiosos han planteado en términos menos radicales lo que se ha dado en llamar «los malentendidos euro-árabes».

Así, Paul Balta, director del Centro de Estudios de Oriente Contemporáneo de la Sorbona, considera que las causas de las imágenes negativas de lo árabe -y lo islámico- en Europa hay que buscarlas en la historia, mucho antes de que Teodoro Herzl lanzara, a finales del pasado siglo, la idea de reunir de nuevo a los judíos de la diáspora en la «tierra prometida». Por un lado existen «nudos de incomprensión» resultantes del modo en que la historia es enseñada (la invasiones islámicas, la reconquista española, las cruzadas, la expansión otomana, la colonización y las posteriores guerras de independencia, en especial de Argelia).

Pero, por otra parte, están las deformaciones debidas a la ignorancia de la cultura del «otro», que comparten tanto europeos como árabes. ¿Quién recuerda hoy en Europa, por ejemplo, la colosal herencia de la civilización árabe que, durante varios siglos, fue la vanguardia de la modernidad en matemáticas, astronomía, química, medicina y filosofía? Y, al contrario, ¿cómo ha sido presentada en el mundo árabe, a lo largo de los siglos y hoy mismo, la cultura europea -cristiana- que los integristas musulmanes rechazan de plano?

El peso del tópico en la prensa

Ahora bien, por mucho que la realidad histórica se haya deformado, los manuales escolares siempre pueden ser objeto de revisión. Lo que preocupa de verdad a los árabes de nuestros días es la visión que de ellos dan los medios de comunicación, a los que se culpa de distorsionar la realidad árabe. Vivimos en plena era mediática y lo único que llega a la opinión pública es lo que se dice en los medios. Pero es tal la rapidez y diversidad de los acontecimientos en el mundo árabe, que esos medios no tienen tiempo de comprender o explicar los hechos.

Los problemas se confunden y sólo queda el estereotipo, el prejuicio, la frase lapidaria que no exige ningún análisis. Para el profesor Bichara Jader, lo más peligroso es, precisamente, quedarse en el estereotipo. Los tópicos sobre el mundo árabe son el del «integrismo», la «violencia», el «antioccidentalismo». Frente a ellos, el profesor Jader recordó que la historia misma de Europa muestra una sucesión de violencias, de explosión de fanatismos religiosos, de revoluciones y de guerras. Y se preguntaba por qué este Occidente, liberal y pacífico hoy, ha olvidado sus propias violencias, y parece hechizado por la «barbarie del Otro, del musulmán».

Para algunos, la respuesta es muy simple, incluso demasiado simple: el fin perseguido sería mantener el «sometimiento» colonial del mundo oriental e islámico. De ahí, que tras la caída del muro de Berlín y el hundimiento del comunismo, se trate de buscar un nuevo enemigo: el Islam.

Es lo que refleja un texto del Washington Post, recogido por el profesor Mohamed Abid El Yabari en su ponencia sobre la desfiguración de la realidad islámica en la prensa norteamericana: «Parece que el Islam es el más adecuado para asumir el papel de malo una vez terminada la guerra fría, porque es enorme, da miedo, está contra Occidente, se sustenta de la pobreza y de la cólera. Además, como está extendido por muchas zonas del mundo, se puede colorear de verde los mapas del mundo islámico cuando se muestran en las pantallas de televisión, igual que se hacía con el rojo comunista».

Y aquí aparece una vez más la percepción árabe de que esa imagen tan negativa no sólo es fruto del desconocimiento del Islam sino, de manera muy especial, de los sentimientos a favor de Israel que se manifestaron súbitamente en Occidente a raíz de la II Guerra Mundial. Mohamed Abdelkefi, corresponsal en Madrid de Al Arab, va más allá en esta apreciación, y culpa a los propios políticos árabes, por falta de coherencia consigo mismos, falta de respeto a su identidad… y falta de representatividad popular. Quedaba así, tímidamente esbozada, la ausencia de democracia como parte del problema.

Comprender la cultura árabe

Los prestigiosos arabistas españoles Miguel Cruz Hernández, Pedro Martínez Montávez, María Jesús Viguera y Carmen Ruiz Bravo-Villasante, con su erudición histórica y lingüística así como su moderación, aportaron a este coloquio una reflexión serena. Los cuatro participaron en una mesa redonda sobre los factores que conforman el mundo árabe.

Para Cruz Hernández, el gran problema pendiente dentro del mundo árabe-islámico es la interpretación del sentido del Islam, en la seguridad de que el Corán, sin los sedimentos de la tradición («sunna» o «zuna», en vocablo castellanizado) y otros usos consuetudinarios, puede permitir una vertebración social compatible con la realidad del mundo de nuestros días.

A este respecto, los mismos intelectuales árabes no rehuyen la autocrítica. Como dijo Mohamed Abid El Yabari, «el pensamiento árabe contemporáneo exige la crítica de la sociedad, la crítica de la economía y la crítica de la razón, tanto abstracta como política. Sin el ejercicio de esta crítica con espíritu científico, todo lo que digamos sobre renacimiento, progreso y unidad en el mundo árabe será tan sólo sueño y aspiración».

Martínez Montávez piensa que europeos y árabes estamos atravesando una crisis aguda de desconcierto y pérdida de valores humanistas, que no han sido hasta ahora sustituidos por otros de rango y función equivalente. Ruiz Bravo-Villasante aboga por una «seguridad cultural» que considera tan importante como la militar, la política o económica, para mantener a salvo el «sentido común colectivo», lo que implica un mejor conocimiento mutuo. Viguera, finalmente, apuesta por un entendimiento euro-árabe, convencida de que la solidaridad de la cultura, superando otras confrontaciones, es la base de las síntesis constructivas.

Frente a estos deseos de superar malentendidos, queda, en todo caso, la realidad de una desconfianza mutua, fruto de recelos históricos y acentuada por la dominación colonial. Pero, ¿cómo cambiar de imagen? La respuesta no hay que buscarla en el pasado sino en el presente, empezando por la construcción de una paz definitiva en el Cercano Oriente y la solución del conflicto interno Islam-modernidad. Pero, entre tanto, a los europeos les queda algo muy importante que hacer: estudiar y comprender, sin prejuicios, la realidad del Islam. Pues es más fácil que el contacto con lo desconocido se perciba como una amenaza.

Manuel CruzCómo mejorar el conocimiento mutuo

¿Cuál debería ser la actitud de los medios de comunicación occidentales y la de los gobiernos y líderes musulmanes para que se eviten malentendidos y enfrentamientos? A lo largo del seminario surgieron algunas sugerencias concretas.

Paul Balta apuntó la importancia de que en la prensa occidental haya periodistas especializados en el mundo islámico, y que conozcan el idioma árabe. También pidió que las revistas árabes publicadas en Occidente, generalmente con financiación de los gobiernos de esos países, sean algo más que prensa de propaganda. Advirtió que la libertad de expresión deja mucho que desear en los países árabes. De modo que es frecuente que los periodistas extranjeros que van a cubrir una información encuentren muchas dificultades (obstáculos a la libertad de desplazamiento, vigilancia más o menos discreta, secuestro del material registrado,…). Entre otras soluciones, manifestó que sería muy útil establecer relaciones de cooperación entre las organizaciones de periodistas de las dos orillas del Mediterráneo.

También Francis Ghiles, corresponsal para África del Norte del Financial Times, pidió un cambio en el modo de informar por ambas partes. Reconoció que le irritaba «los extendidos prejuicios, la estupidez y la ignorancia que se advierten en muchos medios occidentales» a la hora de informar sobre el mundo árabe. Pero le enfadaba aún más «la manera en que muchos gobiernos de países musulmanes manipulan la información de un modo sistemático. En algunos países que conozco bien, métodos estalinistas de información coexisten con reformas económicas bastante satisfactorias y con una sociedad cada vez más abierta y educada. No hay que maravillarse si en estos países hay gente que se vuelve esquizofrénica. Se quejan de que la prensa occidental no se atreve a criticar a sus líderes suficientemente». No puede haber diálogo «si un periodista tiene que gastar las tres cuartas partes de su tiempo en convencer a los funcionarios para que le den información, incluso cuando los hechos objetivos hablan a favor del gobierno».

En lo que se refiere a la prensa, «muchos gobiernos del Próximo Oriente son sus propios peores enemigos. Quizá esto es así porque pocos tienen un apoyo real de su pueblo».

Olfat Hassan Agha, directora de Comunicaciones del Centro de Estudios Estratégicos de Al-Ahram (El Cairo), comentó en su ponencia algunos cambios que deberían darse en el enfoque de Occidente respecto al Islam. Algunos pensadores occidentales parten del supuesto de que una completa secularización es una condición para el cambio democrático en los países islámicos. Pero una secularización de ese tipo es uno de los principales factores que han provocado, como reacción, el surgimiento de un islamismo radical.

Otra fuente de confusión es la tendencia a describir los movimientos políticos en el Islam contemporáneo con términos tomados de la experiencia occidental. Así ocurre con el uso y abuso del término «fundamentalismo», un «término inexacto en el mejor de los casos, confuso y deshumanizante en el peor».

También es preciso revisar algunos tópicos sobre el papel de la religión en las sociedades musulmanas. «Las obsesivas referencias a la religión por parte de observadores occidentales no sirven para explicar la falta de democracia en sociedades musulmanas, ni la condición de la mujer ni la falta de prosperidad económica». Agha señaló que «el autoritarismo ha reinado desde tiempo inmemorial como la forma de gobierno más común, no sólo en el mundo islámico sino en zonas como China, Rusia, Latinoamérica y gran parte de Europa. El despilfarro de recursos y la mala gestión económica no son más peculiares del Islam, sino típicas de los países del tercer mundo. Igualmente, el estatus de la mujer en muchos países islámicos es mejor que en muchas sociedades asiáticas no musulmanas».

_________________________(1) «El mundo árabe y su imagen en los medios». Madrid, 22 al 24 de septiembre de 1993.

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