Irak asiste a un florecer de prensa libre… y de mala calidad

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Tras la caída del régimen de Sadam Husein y el fin de la censura, en Irak está teniendo lugar una espectacular renovación de la prensa, con decenas de nuevos periódicos. En Bagdad se publican ahora unos 60 periódicos; Nadjaf, ciudad de 300.000 habitantes, tiene 30. La abundancia de títulos, sin embargo, no corre pareja con la calidad, como explica un informe del semanario francés Courrier International (3-9 julio 2003).

El primero de los nuevos periódicos que aparecieron en Irak, y también el mejor difundido, es Azzaman («Tiempo»), que llegó al país llevado por las tropas británicas. Este diario, al igual que el semanario Al Mutammar, fue creado por la oposición iraquí en el extranjero a mediados de la década pasada. Los dos se editan en Londres, aunque han abierto oficinas en Irak. Al Mutammar es el órgano del Congreso Nacional Iraquí, dirigido por Ahmed Chalabi. Esta organización y su periódico son próximos a Estados Unidos, si bien se muestran críticos con la administración norteamericana de ocupación.

También otros nuevos periódicos tienen sus raíces en el extranjero. Al Sada («El Eco») es próximo a Adnan Pachachi, ex ministro de Sadam que se exilió en 1968 y fundó el Partido de Independientes por la Democracia. Al Sabah («La Mañana») es de Iraq Media Network, organización creada en mayo pasado con aliento directo de Estados Unidos.

Entre la prensa surgida dentro de Irak tras el derrocamiento de Sadam, el diario Tariq Ach-Chaab («La Vía del Pueblo»), órgano del Partido Comunista, fue el primero en salir. En este caso se trata de una reaparición, pues la publicación quedó interrumpida en 1979, cuando el régimen anterior aniquiló al Partido Comunista iraquí, que era el más importante del mundo árabe. Como cabía suponer, no es menos crítico con la ocupación norteamericana que con el régimen anterior.

Hay también algunos periódicos chiítas. Al Adala («La Justicia») es editado por el Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak. El semanario Ach-Chaala («La Antorcha») es de la Oficina del Mártir Al Sadr, que toma su nombre de un opositor chiíta asesinado por el régimen de Sadam en 1999. Los medios chiítas se caracterizan por su tono fuertemente antiamericano.

As-Saah («La Hora») es iniciativa del Movimiento Nacional Unificado, sunita, y ha salido con dinero del imán Ahmed al-Kubeysi. Es tan antiamericano como la prensa chiíta.

También la oposición kurda tiene su propia prensa. Al Ittihad («La Unión») es el órgano de la Unión Patriótica del Kurdistán, presidida por Jalal Talabani. Tiene su redacción en Bagdad, pero se imprime en Londres.

Al Aswaq («Los Mercados»), editado por la organización patronal Unión Industrial Iraquí, se presenta como un diario económico. Es de los medios más moderados que se pueden leer hoy en el país.

Como se puede ver por los ejemplos anteriores, la mayor parte de la nueva prensa iraquí está vinculada a organizaciones políticas y es notoriamente partidista. La calidad informativa de estos periódicos deja mucho que desear. Solo los tres más importantes llegan a difundir 30.000 ejemplares. La mayoría no pasan de ocho páginas y carecen de medios técnicos modernos -ni siquiera teléfono, en muchos casos- para recabar informaciones. «Los periodistas iraquíes -lamentaba hace poco el Cairo Times- se complacen en hacerse eco de cualquier rumor»; en Irak reina ahora, continuaba el diario egipcio, «un periodismo que no verifica sus fuentes».

En fin, se ha producido en Irak una inundación de periódicos muy poco profesionales. «Los comerciantes de caramelos se han convertido en editores de prensa, los simples redactores, en redactores jefes», dice el director de As-Saah, que acaba de romper con la organización sunita que lo había lanzado. La objetividad importa poco. «Los periódicos -añade el director de As-Saah- se exceden en mostrar los trapos sucios del régimen difunto. Por otro lado, los periodistas que trabajaban en la prensa gubernamental se han convertido en críticos acerbos del antiguo régimen».

La administración extranjera no impone censura, pero ha prohibido difundir artículos o emisiones que inciten a desórdenes o a violencia contra las fuerzas de ocupación o contra cualquier persona o grupo. Las penas máximas previstas contra los infractores son 1.000 dólares de multa y un año de prisión.

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