Frente al muro, construyendo con esperanza

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Belén (Cisjordania).— «¿Llegarían hoy María y José hasta Belén?». A esta pregunta, Mitri Raheb, pastor luterano de la ciudad natal de Jesús, contesta con un rotundo «no»: «Sólo llegarían hasta el muro antes de Belén, no más allá». La ciudad, de apenas 30.000 habitantes, pero de central importancia para el cristianismo, está hoy rodeada por un muro de hormigón el doble de alto que el ya caído de Berlín.

En esta «cárcel a cielo abierto», el palestino ha puesto en marcha en las últimas dos décadas toda una red de centros de formación, empresas e instalaciones turísticas para mejorar la calidad de vida de la población. No se desanimó cuando, en 2002, el Ejército israelí destruyó su centro cultural. Por su labor, el pastor de la iglesia luterana de la Navidad, de 46 años, casado y padre de dos hijas, ha recibido varios galardones, el último de ellos el Premio de la Paz de Aquisgrán 2008.

Los cristianos apenas son el 1,9 por ciento de la población palestina. Y dentro de ellos, los luteranos son sólo un pequeño grupo. ¿Se sienten ustedes como una «minoría dentro de la minoría»?

— Algunos nos describen así, pero no estoy de acuerdo. Nuestra Iglesia es pequeña, sí. En el siglo XIX, cuando construimos el templo, estaba en los límites de la ciudad. Pero hoy está en el centro mismo, y nosotros estamos verdaderamente en el cogollo de lo que ocurre en Belén. Al mismo tiempo, estoy contento de que los luteranos no estemos representados en los Santos Lugares. Algunos piensan que es negativo, pero yo creo que es muy positivo, porque podemos centrarnos en el trabajo real, con las personas, en lugar de preocuparnos por las piedras.

¿Cómo afecta la ocupación israelí a su comunidad?

— Por el muro, la gente en Belén se siente como prisionera en una cárcel a cielo abierto. Israel está introduciendo además una especie de apartheid en Cisjordania. Los palestinos no podemos utilizar por ejemplo el 65 por ciento de las carreteras, reservadas a los colonos judíos. Nos hemos convertido en alienígenas en nuestra tierra. Si hablamos de nuestra Iglesia, antes de 1967 solíamos tener nuestros ejercicios espirituales en el Líbano. En el 67 tuvimos que empezar a hacerlos en Galilea. Pero desde 2000 ya tampoco nos dan permisos para visitar Israel. Es sólo un ejemplo de lo complicado que puede resultar algo tan simple como unos ejercicios.

¿Puede usted viajar libremente?

—No, necesito un permiso israelí, como todos en Belén. Yo tengo un permiso para Jerusalén, renovable cada tres meses, pero no puedo visitar por ejemplo Tel Aviv, Haifa, Tiberias o Gaza.

¿Y puede visitar Jerusalén siempre?

— No, sólo hasta las 10 de la noche. Hasta hace poco estaba restringido de 5 de la mañana a 7 de la tarde.

El apartheid en Cisjordania

¿Está la paz cada vez más cerca?

— Por lo que se oye, sí, pero por lo que se ve, no. Escuchamos constantemente himnos de paz, pero lo que vemos es que Cisjordania se convierte cada vez más en un pedazo de queso suizo del que Israel se queda con el queso, es decir, la tierra y los recursos, y los palestinos son empujados hacia los agujeros. Belén es, básicamente, uno de esos agujeros.

¿Es ese el apartheid del que usted habla?

— En Cisjordania hay dos sistemas legales diferentes: uno para colonos judíos y otro para los palestinos. Hay dos sistemas de carreteras, dos accesos diferentes al agua y a los permisos de construcción. También hay diferentes libertades de movimiento. Unos no se pueden mover, obstaculizados por 630 controles y barreras. Y otros, los colonos, se mueven sin restricciones, en la misma tierra. Para ser claros, Israel está tratando de importar tres sistemas diferentes y fusionarlos en uno. Además del apartheid de Suráfrica, está importando los muros de la RDA y tratando de aplicar también el concepto de las reservas indias de Estados Unidos. Israel quiere vender esto como la paz. Este es el problema.

— ¿Están emigrando muchos de sus fieles por esta situación?

— Están emigrando muchos cristianos, pero no de nuestra Iglesia. Nosotros tenemos muchos palestinos cristianos jóvenes y muy bien formados. Se podrían ir en cualquier momento. Están aquí por elección, como yo, creo que porque comparten la misma visión. Pero sí, muchos cristianos se han ido y esto es algo peligroso. Creo que el cristianismo tiene futuro aquí, si aportamos la visión correcta.

¿Y cuál es esa visión?

— La visión es que podemos pasar de ser espectadores a convertirnos en actores. Es pasar de una cultura de los lamentos a una de esperanza. No hablo de esperanza barata, de palabras vacías, sino de esperanza real. Consiste en transformar tumbas en lugares de luz, aportar a la gente conciencia de su potencial y del potencial de nuestro país y de lo que realmente pueden conseguir.

Construyendo Palestina

En el muro, junto a la entrada de Belén, hay una pintada que dice «No Hope» («No hay esperanza»).

— No estoy de acuerdo. Soy muy pesimista porque vamos hacia un apartheid en Cisjordania, pero por otro lado tengo esperanza. La esperanza la creamos nosotros mismos y todo lo demás es basura. Veo que en Belén podemos mover montañas. En pocos años, por ejemplo, hemos puesto en marcha cinco nuevas iniciativas sociales y educativas. Ahora estamos creando la primera escuela superior de Biología de Palestina. Esto sólo se puede hacer teniendo una visión, si actuamos, en lugar de reaccionar. Nosotros ya estamos construyendo Palestina. No esperamos a que nadie lo haga por nosotros.

En esta situación, ¿cómo es posible encontrarse por las calles a tantos palestinos sonrientes y alegres?

— Para mí es un milagro, verdaderamente. Siempre pienso que si algunos países europeos vivieran bajo ocupación, en un contexto como el nuestro, habría mucha más violencia que aquí. Creo que tiene que ver con nuestra cultura, y no estoy hablando de la islámica o la árabe, sino de haber estado casi toda nuestra historia bajo ocupación. ¿Por cuánto tiempo experimentaron nuestros antepasados lo que se llama libertad? Casi nunca. Por ello, la gente ha desarrollado una cultura de supervivencia. Cuando Jesús nació, Belén estaba bajo ocupación romana, y querían matarlo. Decían que era el «rey de los judíos». Eso podía significar independencia, y por eso era peligroso.

¿Se puede aquí «amar al enemigo» en sentido cristiano?

— Sí. Es algo a lo que no quiero renunciar, porque creo que el amor es una cultura. Si uno trata de moverse en esa cultura, será capaz incluso de amar a su enemigo, porque empezará a ver en él a un potencial vecino. Si uno se mueve en una cultura de odio, empezará odiando a su enemigo y acabará odiándose a sí mismo.

¿Hay entre los cristianos palestinos algo así como una «Teología de la Liberación»?

— Hay algo de Teología de la Liberación, pero no me gusta especialmente, porque creo que se centra sólo en una liberación política. Yo soy uno de los fundadores de lo que llamamos Teología Contextual, que es mucho más amplia. Presta atención a la cultura, a las otras religiones y toma la economía muy en serio.

¿Cómo empezó este movimiento?

— Teólogos de varias iglesias comenzamos a reunirnos en 1987, al comienzo de la Intifada, y a trabajar en lo que llamábamos Teología Local, que pasó a llamarse diálogo cristiano-musulmán y más tarde diálogo cristiano-musulmán-judío. Pero más bien nos centramos en la acción, porque cualquier teología que no se traduzca en obras, no es viable. Una buena idea, volando sin más en el aire, no es cristiana.

A la espera de la visita del Papa

Con Belén, la cuna de Jesús, asfixiada por la ocupación, ¿le parece positivo que Benedicto XVI visite Israel?

— Se prevé su viaje en mayo de 2009. Creo que cualquier habitante del mundo debería venir a Belén para descubrir ese abismo entre lo que oye y lo que ve. Uno puede leer en el periódico sobre el muro, pero estar frente a él y atravesar el puesto de control es algo muy diferente. Si el Papa viene y ve los hechos sobre el terreno, puede ser algo muy poderoso.

¿Cree usted que las Iglesias en el ámbito mundial entienden el conflicto y trabajan por solucionarlo?

— Creo que las Iglesias de Tierra Santa están movilizando a sus Iglesias asociadas a nivel mundial de una manera mucho más efectiva de lo que lo hace políticamente la Autoridad Palestina. Los cristianos están haciendo un trabajo muy importante, con llamamientos en pro de la justicia y no del odio. Es lo que necesitamos.

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