Michael Sandel: el éxito de un profesor que hace pensar

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El filósofo norteamericano Michael Sandel (Minneapolis, 1953) acaba de ser galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Sandel es un exitoso profesor, un defensor del comunitarismo político y uno de los grandes protagonistas del debate público en cuestiones éticas ligadas a la economía y el derecho.

Ha desarrollado su carrera profesional como docente en Harvard, donde fue el principal crítico de la teoría de la justicia y el velo de la ignorancia del famosísimo John Rawls. En los 80 comenzó a impartir una asignatura sobre la justicia y con los años se ha convertido en la más popular de esa universidad. Por su aula pasan más de mil alumnos al año y su magisterio ha llegado hasta el Extremo Oriente. Las clases están disponibles en Internet y constituyen el MOOC de mayor audiencia hasta el día de hoy. Si uno comienza a ver cualquiera de sus clases, descubre que está ante un profesor de primera categoría. Sus lecciones parten de la discusión de ejemplos concretos y a través del diálogo socrático con los estudiantes llega con rapidez a la raíz de las cuestiones que están en juego.

Crítica del utilitarismo

El manual de su asignatura de Justicia también está publicado, y no es un manual al uso, sino un libro de filosofía divulgativo, claro y profundo, que se lee con agrado a pesar de ser extenso. Comienza aplicando a diferentes cuestiones las categorías utilitaristas con las que hoy día suelen juzgarse muchos temas morales, logrando mostrar cómo esta perspectiva es claramente individualista e insuficiente. Sandel conoce los puntos débiles del utilitarismo, como pudo verse en la parte final de este debate con Peter Singer.

Siempre ha denunciado con claridad que el debate público acerca de cuestiones morales relevantes muchas veces es superficial o inexistente

La segunda parte de Justicia aborda la ética kantiana, pues constituye un intento de encontrar normas morales universales que nos saquen de los planteamientos pragmatistas. Y de nuevo aquí la maestría de los ejemplos muestra a las claras la insuficiencia de la ética del deber. Sin embargo, lo más sorprendente de la propuesta de Sandel llega en la parte final, en la que propone una vuelta a las categorías aristotélicas ─concretamente a la ética de la virtud─ como la única vía sensata para entender al ser humano y sus acciones.

En las otras obras de Sandel también se abordan cuestiones muy controvertidas, desde la fecundación in vitro, la prostitución o el servicio militar obligatorio, hasta la maternidad subrogada o la venta de órganos. Como buen profesor de la escuela socrática, Sandel no defiende su posición explícitamente en cada debate. Más bien trata de mostrar las debilidades de las argumentaciones, tanto a favor como en contra. Ahora bien, si uno lee sus obras con detenimiento, descubre que es un pensador fino e inteligente, que no se deja llevar por las modas de lo políticamente correcto. Y aunque es cierto que no siempre dice todo lo que piensa, deja ver a las claras que en muchas de estas cuestiones no parece que las sociedades modernas hayan tomado decisiones políticas y sociales sensatas.

A favor del debate público

Lo que sí ha denunciado siempre Sandel con claridad es que el debate público acerca de temas morales relevantes muchas veces es superficial o inexistente. Por ejemplo, en su primera obra traducida al castellano, Filosofía pública, analiza cómo se aprobó en EE.UU. la legislación que toleraba los preservativos, el aborto o el matrimonio homosexual. A lo largo de esa recopilación de artículos muestra cómo el auténtico debate sobre estas cuestiones apenas ha existido, por lo que la calidad de la democracia se resiente. Y el problema sigue existiendo ahora en las sociedades occidentales, como sostiene en esta conferencia TED.

Sandel fue miembro del Comité Asesor de Bioética del presidente de EE.UU., lo que le permitió seguir de cerca los debates sobre cuestiones en torno al mejoramiento humano e ingeniería genética. Fruto de esos años de trabajo es el brevísimo libro Contra la perfección, en el que aborda muchas de las cuestiones relacionadas con lo que hoy día se conoce como transhumanismo. En mi opinión, es un libro imprescindible, pues pocas obras defienden con tanta eficacia y claridad la dignidad humana y, además, sin necesidad de acudir a argumentos ligados a concepciones religiosas. En este sentido, su explicación de lo que denomina la “lógica del don” frente a la “lógica del dominio”, o la distinción entre la medicina que busca curar y la que busca mejorar las capacidades humanas constituyen unas aportaciones muy lúcidas para los debates actuales.

Las lecciones de Sandel parten de la discusión de ejemplos concretos y a través del diálogo socrático llega con rapidez a la raíz de las cuestiones que están en juego

Ahora bien, entre tantas ideas sugerentes sorprende mucho el epílogo de la obra, en la que sostiene que los embriones no son seres humanos. Subrayo la paradoja del asunto, pues siendo un pensador bastante sutil, sus argumentos sobre este asunto son muy débiles.

Difícil de clasificar

Sandel es un pensador difícil de clasificar. No resulta fácil saber cuáles son sus convicciones personales. Él no se posiciona como creyente, y en sus obras está ausente la trascendencia. Pero defiende el papel de la religión en la vida pública, mostrando que es necesario y positivo que las personas religiosas expongan sus convicciones en la esfera pública.

Del pensamiento de Sandel también pueden sacarse interesantes valoraciones sobre el capitalismo, como las que lleva a cabo en su última obra, Lo que el dinero no puede comprar. No se trata de críticas simplistas al libre mercado ni reivindicaciones del intervencionismo estatal, sino la denuncia de cómo muchos aspectos de la vida humana que estaban fuera del mercado comienzan a ser objeto de compraventa cuando no deberían serlo. Por ejemplo, casos como los vientres de alquiler, el diseño genético de las características de los seres humanos o el pagar a los niños por leer libros.

En resumen, el reconocimiento del Premio Princesa de Asturias otorgado a Sandel constituye una buena ocasión para acercarse a las ideas de este pensador, sabiendo que aunque no se esté de acuerdo con todo, la mayoría de sus planteamientos son un foco de luz bastante positivo para dialogar con muchas ideas contemporáneas controvertidas.

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