Kenia: la Generación Z se moviliza frente a los abusos de la élite política

publicado
DURACIÓN LECTURA: 8min.
Manifestación en Nairobi, 25-06-2024 (foto: Europa Press)

Las protestas juveniles, que desde mediados de junio han sacudido las principales ciudades del país africano, han dejado un saldo de 60 muertos, cientos de heridos y varias decenas de desaparecidos. El gobierno ha dado un paso atrás en su polémica Ley de Finanzas, que pretendía saldar parte de la deuda externa con impuestos. Los jóvenes exigen a los políticos transparencia y un uso responsable del dinero público.

Ibrahim Kamau tenía 19 años y acababa de terminar el bachillerato. Entre sus planes de futuro estaba cursar estudios en electricidad. Mientras esperaba su ingreso en la universidad, manejaba un “boda boda” o moto-taxi en el tráfico caótico de Nairobi, la capital de Kenia. Dos heridas de bala en el cuello terminaron con su vida el pasado 25 de junio en las afueras del parlamento. 

Ibrahim fue una de las primeras víctimas mortales de la represión violenta con la que la policía respondió a los manifestantes –en su gran mayoría jóvenes– que reclamaban reformas en la clase política y la renuncia del presidente, William Ruto. Junto a él, varias decenas de personas han perdido la vida en la ola de protestas que, durante más de un mes, ha recorrido las principales ciudades del país, considerado como un pilar de estabilidad en África del Este.

El origen de la controversia: más impuestos para cubrir la deuda pública

William Ruto ganó contra todo pronóstico las elecciones presidenciales de Kenia en agosto del año 2022, con la promesa de hacer frente al alto coste de vida y de poner a la clase trabajadora en el número uno de sus prioridades. Cuando asumió el cargo, las finanzas del país se encontraban en un pésimo estado.

La ley de Finanzas de 2024, origen de las protestas, contemplaba una importante subida de impuestos en bienes y servicios básicos

En la actualidad, la deuda pública de Kenia ronda los 77.000 millones de dólares, lo que supone el 68% del producto interior bruto (PIB). Para reducirla –bajo la presión del Fondo Monetario Internacional–, el gobierno presentó el pasado 9 de mayo el proyecto de la Ley de Finanzas para 2024, que incluía nuevas y polémicas subidas de impuestos, y cambios en las estructuras fiscales existentes.

La nueva ley contemplaba incrementar la recaudación en varios ámbitos. Por ejemplo, preveía la imposición de un IVA del 16% sobre el pan y del 25% sobre el aceite vegetal, un incremento de cinco puntos porcentuales de las tasas que gravan las transferencias bancarias y los pagos a través del teléfono móvil (del 15% al 20%), o la introducción de un “impuesto ecológico” sobre productos nocivos para el medioambiente, un gravamen que habría elevado el precio de artículos como compresas y pañales, además de envases, plásticos y neumáticos.

Otro sector en el que el gobierno de Ruto proponía un aumento de las cotizaciones es el de la sanidad pública. El nuevo sistema pretendía aumentar la cuantía que cada hogar ha de aportar a la hucha común, y además considerar como un hogar propio a toda persona de 25 años o más, aunque viva con sus padres o esté desempleada. En un país donde el índice de paro juvenil casi cuadriplica el de la población activa en general, esta medida –cuya aplicación ha sido bloqueada momentáneamente por el Tribunal Supremo– soliviantó a un sector de la sociedad nada despreciable, pues el 75% de la población keniana tiene menos de 35 años.

Por otro lado, desde que el actual presidente asumió el cargo hace dos años, las tasas de las universidades públicas se han multiplicado por cinco. En la enseñanza secundaria, el principal sindicato de profesores lleva tiempo quejándose de que la financiación estatal de las escuelas es insuficiente, y ha propuesto aumentar las cuotas que se cobran a las familias. Si no se soluciona la situación, amenaza con convocar una huelga que perturbaría el comienzo de curso. 

La reacción de los jóvenes y la represión violenta

Cada año, el secretario del Gabinete de Finanzas presenta el presupuesto para el nuevo ejercicio fiscal e invita a los ciudadanos a leerlo y dar su valoración. A continuación, el texto se lleva al Parlamento, donde se lee de nuevo y es votado dos veces. Si obtiene la mayoría parlamentaria, se transmite al presidente, que lo convierte en ley.

Mientras los políticos respaldaban la ley en la cámara, los jóvenes organizaban su oposición a través de las redes sociales

En un contexto de crisis económica, aumento continuo del costo de vida y falta de oportunidades en el sector laboral, el proyecto de Ley de Finanzas para 2024 provocó un rechazo inmediato entre los ciudadanos. Los más jóvenes –la llamada Generación Z– buscaron y compartieron los contactos telefónicos de los parlamentarios, de modo que muchos kenianos llamaron a sus representantes para pedirles que tuvieran en cuenta su opinión a la hora de votar.

El apoyo de los parlamentarios a Ruto parecía garantizar que la Ley de Finanzas vería la luz, pero surgió una imprevista disidencia. Mientras los políticos debatían en la cámara, los jóvenes lo hacían en las redes sociales. A través de TikTok, WhatsApp, Instagram o X expresaron su descontento e idearon un movimiento bajo el hashtag #RejectFinanceBill2024 que los llevó a celebrar masivas protestas cerca del distrito financiero central de Nairobi. 

La convocatoria del 18 de junio congregó a decenas de miles de personas. Durante una semana el tono fue llamativamente pacífico, pero la tensión fue aumentando al ritmo que lo hacía el número de manifestantes, la opresión policial y las detenciones arbitrarias. 

La violencia estalló en las primeras horas de la tarde del 25 de junio. Cuando a las 2 p.m. se confirmó que el proyecto de ley había sido aprobado, se produjo un gran enfado y algunos manifestantes rompieron las barricadas policiales e irrumpieron en el recinto del Parlamento. Una vez dentro, prendieron fuego a varias partes del edificio, destruyeron los despachos de los legisladores y se llevaron diversos objetos de valor, incluida la maza ceremonial.

Las fuerzas del orden respondieron con gases lacrimógenos, porras y munición real. La Comisión Nacional de Derechos Humanos de Kenia informó al día siguiente de que 39 personas habían muerto desde el inicio de las protestas. El saldo a día de hoy es de 60 muertos, cientos de detenidos y varias decenas de desaparecidos.

El paso atrás del presidente Ruto

La masiva y sangrienta jornada del 25 de junio marcó un punto de inflexión para el gobierno. El presidente Ruto dio un paso atrás y al día siguiente decidió no firmar la nueva ley de reforma fiscal. Además, hizo renunciar a todo su gabinete y se comprometió a escuchar las demandas de la Generación Z.

No hay duda de que la movilización de los jóvenes ha sentado un precedente, pero habrá que ver si lo que ha dado fuerza a las protestas no se convierte en su principal debilidad para el futuro

Casi dos meses después de la quema del parlamento, el ritmo de las protestas ha disminuido. La situación, sin embargo, está todavía lejos de resolverse. El 8 de agosto los manifestantes –esta vez en menor número– salieron de nuevo con gritos de “Ruto must go”, mientras 19 nuevos ministros juraban el cargo en la sede de la presidencia en Nairobi. Cuatro de ellos provienen de partidos de la oposición, en un intento por llamar a la unidad nacional. Sin embargo, la formación del nuevo gobierno ha sido vista como una operación de maquillaje, pues el presidente ha vuelto a designar a varios ministros de su anterior gabinete.

Los jóvenes afirman que, si bien la Ley de Finanzas fue el desencadenante de las protestas, sus reclamos son más amplios y abarcan la corrupción generalizada y la insensibilidad con que la clase política, una de las mejor pagadas del mundo, gobierna el país africano. 

Las “armas” de la Generación Z (y su posible talón de Aquiles)

En estos meses, las reuniones pacíficas han proseguido, al igual que lo ha hecho el secuestro y asesinato selectivo de quienes las lideran. La calle ya no es un lugar seguro, y las redes sociales son el instrumento que los jóvenes han utilizado para hacer llegar al mundo sus demandas, movilizarse, fiscalizar al gobierno y dar visibilidad a la represión policial. 

La Generación Z de Kenia ha demostrado que quiere entender los desafíos que su país enfrenta y pensar en conjunto diversas formas de resolverlos. Se han organizado encuentros en línea en los que se invita a expertos para explicar cuestiones políticas o económicas de interés y debatir las vías constitucionales para solucionar los problemas. Haciendo uso de la libre información que encuentran en internet, algunos grupos están auditando cada nuevo proyecto que el presidente o sus ministros anuncian, así como los gastos del gobierno. 

Los acontecimientos acaecidos han alumbrado una nueva forma de activismo político entre las generaciones que conforman el futuro de Kenia. Algunos incluso se preguntan si no puede ser esto el comienzo de una “primavera africana”. No obstante, queda por ver si la falta de una jerarquía clara entre los manifestantes y la preferencia por las formas virtuales de movilización –como fruto de la desconfianza hacia la política tradicional– no acaba por debilitar la fuerza de estos “vientos de cambio”.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.