De John Gray a Max Lilla, del progresismo al conservadurismo, muy pocos son los que hoy dudan de que el liberalismo esté en crisis, aunque eso no significa que se haya generalizado el apoyo a su némesis, los populismos autoritarios.
Se siente, más bien, un hartazgo sobre un modelo político lábil y adaptativo que no ha conseguido cumplir con las expectativas, ni capear las últimas crisis. Desaparecida la alternativa comunista, ni siquiera
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