El año 2025 se perfila como un año crucial para el futuro de Europa. El ya histórico encuentro hace poco más de un mes entre Donald Trump y Volodímir Zelenski puso de manifiesto la fragilidad de las alianzas. La vulnerabilidad de Europa, a merced de Estados Unidos. Y la transición a un posible nuevo orden internacional. De una Europa que no dependa del paraguas defensivo estadounidense, que desarrolle su propia base industrial de defensa, sus propias capacidades de contención y disuasión. Una Europa con autonomía estratégica. Pero, ¿es una transición posible?
En la Cumbre de Gales de 2014, unos meses después de la anexión rusa de Crimea, los países miembros de la OTAN fijaron el objetivo de elevar el gasto en defensa al 2% del PIB. En 2022, solo siete países cumplían este compromiso: Grecia, Estados Unidos, Lituania, Polonia, Gran Bretaña, Estonia y Letonia.
Desde entonces, el gasto en defensa ha aumentado considerablemente, en gran medida, debido al conflicto en Ucrania. Si tenemos en cuenta los 23 países de la Unión Europea que también son miembros de la OTAN, el gasto en 2024 en defensa asciende al 1,99% de sus PIB combinados; un gasto que se espera que alcance el 2,04% en 2025. A finales de 2024, sin embargo, Mark Rutte, secretario general de la OTAN, afirmó que los miembros de la Alianza deberían gastar “mucho más del 2%”. La vía para hacerlo, según dijo, era un recorte en el Estado del bienestar.
Suficiente o no, a principios de marzo, la Comisión Europea presentó el plan ReArme, una estrategia para movilizar desde la Unión Europea en los próximos cuatro años hasta 800.000 millones de euros y reforzar así la industria de defensa para garantizar la autonomía estratégica. Este plan prevé, por una parte, que los Estados miembros aumenten su gasto en defensa en un promedio del 1,5% del PIB, para así destinar 650.000 millones de euros en los próximos cuatro años a este campo. Otra propuesta de la Comisión es la creación de un fondo especial de 150.000 millones de euros, basado en una deuda común, para financiar la compra conjunta de material militar.
“La era de los dividendos de la paz ha terminado”, afirmó Von der Leyen. Europa tiene que ponerse en marcha.
El “disengagement” de una potencia
Tanto el presidente estadounidense Donald Trump como distintos miembros de su Gobierno han procurado disipar en este último mes cualquier duda que pudiese quedar sobre la opinión que tienen con respecto a Europa. El encontronazo con Zelenski en el Despacho Oval, los aranceles o los mensajes filtrados del ya célebre chat de Signal dejan claro cuál es su percepción. “Comparto plenamente tu aversión al gorroneo europeo”, escribió en el chat el secretario de Defensa, Pete Hegseth, al vicepresidente JD Vance. “Es patético”.
Según comenta a Aceprensa Carlota García Encina, investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas en el Real Instituto Elcano, algo similar ya dijo en su día el secretario de Defensa de Barack Obama, Robert Gates. “Esta postura no viene de ahora. Para ver los comienzos de este disengagement –no tanto una ruptura– de Estados Unidos con Europa hay que remontarse a la segunda administración de George W. Bush. Fue entonces cuando se empezó a anunciar este viraje hacia Asia. Hacia China y el Indo-Pacífico”. Un disengagement que se entiende, principalmente, en términos militares. “La dependencia que ha tenido Europa de las capacidades militares de Estados Unidos es enorme y lo sigue siendo”, comenta García Encina.
“La idea de ser independientes no significa no cooperar. Los americanos son aliados” (Carlota García Encina)
“Europa se ha dado cuenta de que, en contra de lo que pensaban la mayoría de los intelectuales europeos, la defensa es una prioridad. Los países europeos por separado no tienen masa crítica geopolítica. Es decir, el tamaño de cada uno de los países por separado no es lo suficientemente grande para responder a los retos de nuestro tiempo, pero además Europa se ha dado cuenta de que no puede basar su seguridad en una potencia exterior”, explica a Aceprensa José Pardo de Santayana, coronel del Ejército de Tierra y analista geopolítico. “El problema de la seguridad europea no queda superado por una paz en Ucrania. Hace falta la conciencia de que Europa, incluso para entenderse con Estados Unidos, necesita hacerse cargo de su propia seguridad. Una vez se haya hecho cargo, podrá tener una relación más equilibrada con la Casa Blanca”.
Un ejemplo que ayuda a ilustrar la posición vulnerable de Europa con respecto a Estados Unidos es el avión de combate F-35. Un avión en cuya fabricación participan 8 países y que utilizan los ejércitos de 14 Estados miembros de la OTAN. Un avión que, en última instancia, comercializa la empresa de defensa estadounidense Lockheed Martin. “Los europeos no hemos hecho los deberes con respecto a nuestra autonomía estratégica”, comenta García Encina. “Kissinger decía que no entendía por qué este pacifismo europeo no hacía que nosotros pagáramos más en términos de defensa. Es una cuestión a la que solo hemos prestado atención cuando hemos estado en desacuerdo con quien ocupaba la Casa Blanca”.
Sin embargo, como clarifica García Encina, ahora no se trata de desconectarse, sino de independizarse y, en algunos asuntos, seguir vinculados a los estadounidenses. “La idea de ser independientes no significa no cooperar. Los americanos, aunque esté Trump en la presidencia, son aliados”. Además, como comenta, hay una serie de capacidades defensivas que son muy difíciles de suplir, como, por ejemplo, la nuclear. “Gran Bretaña depende completamente de EE.UU., entonces no se podría usar de manera independiente. Y solo apoyarse en la capacidad nuclear de los franceses no es suficiente”, afirma.
Una cuestión de gasto… y de política
“Alemania ha vuelto”, declaró hace dos semanas Friedrich Merz, después de conseguir suficientes apoyos para relajar el freno de deuda y poder así aumentar el gasto militar. En cualquier otro momento de la historia reciente, esta afirmación hubiese producido escalofríos en toda Europa. Ahora, supone un alivio. Con el espaldarazo de Alemania, Europa en conjunto parece estar dispuesta a afrontar su autonomía en materia de seguridad y defensa. “Se está haciendo el esfuerzo. Lo que pasa es que se necesita mucha cooperación, mucha planificación y mucha voluntad. Parece que por fin la voluntad, que es importante, está ahí. Y ahora vamos a ver cómo se va a organizar”, comenta García Encina. Pero no es un trayecto sin piedras en el camino.
“El cambio de perspectiva en Europa, de considerar que la seguridad es algo natural y para siempre, a que pase a estar amenazada, ha provocado que todo se esté haciendo con muchas prisas”, dice el coronel Pardo de Santayana. “Y un gasto hecho con prisas es un gasto muy ineficiente”.
Tal vez, como apuntan ambos, no haga falta gastar mucho más. Tal vez lo que haga falta sea gastar mejor. “Lo que está claro es que todos los países no vamos a tener todas las armas o todo lo que es necesario para protegernos, sino que entre nosotros tendremos que hacer consorcios. Unos se enfocarán en un área, otros en otra, y luego tendremos que operar conjuntamente”, dice García Encina. Según comenta el coronel Pardo de Santayana, si el presupuesto de defensa pasa del 1,2% al 1,5%, puedes suplir carencias. Pero si en vez de al 1,5% lo elevas súbitamente al 1,8%, “lo gastarás seguramente de forma ineficiente”.
“La esencia de la seguridad es la ruta política. Lo que haría a Europa más segura es hacer avances en el ámbito político, pero eso implica soberanía” (coronel José Pardo de Santayana)
Además, según nos comenta el coronel Pardo de Santayana, la seguridad no descansa solo sobre el gasto. Descansa sobre la política. “La esencia de la seguridad es la ruta política. Lo que haría a Europa más segura es hacer avances en el ámbito político, pero eso implica soberanía. Y ese es un tema muy delicado”.
Antes, las cuestiones de defensa eran más sencillas, porque Estados Unidos asumía el liderazgo y los demás países le seguían, ¿pero quién se va a hacer cargo ahora? “El líder ideal sería Alemania”, dice el coronel Pardo de Santayana, pero no tiene arma nuclear, ni un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. “Europa, por sí misma, nunca se sentirá plenamente segura porque somos muchos centros de poder y por muy fuerte que sea cada uno, nunca tendremos la misma capacidad de ejercer la fuerza que tiene Estados Unidos, primero, por ser una gran potencia y luego, por tener unidad política. Incluso Rusia tiene la ventaja de tener unidad política. Todos los europeos juntos podemos tener más fuerza que Rusia, pero necesitaríamos también unidad política para actuar. Y no la tenemos”, concluye.
Una cultura de defensa
En relaciones internacionales siempre se ha dicho que sin seguridad no hay paz. Es decir, que para mantener la paz hace falta la disuasión. Una disuasión, como comenta García Encina, a largo plazo, con una inversión prolongada. “Tú no puedes hacer disuasión si me estás diciendo que en dos años lo vas a desmontar todo otra vez. Además, los plazos de las industrias de defensa son muy largos. No puedes construir nada en meses. El mensaje y la voluntad tienen que ser que esto se va a mantener, porque es la única manera de crear una verdadera base industrial, una fortaleza que se pueda sostener en el tiempo”.
Pero, como apuntaba Rutte, el Estado de bienestar puede ser uno de los afectados. “Este incremento en el gasto de defensa es, en principio, sostenible. Lo que no es sostenible, como se dice en España, es aumentar la defensa y que no cambie el gasto social. El gasto público siempre es equilibrar necesidades. Es una realidad que todas se quedan cortas, porque todos queremos tener más infraestructura, más hospitales, más seguridad. Lo que hay que hacer en cada momento es equilibrar de forma armoniosa”, opina el coronel Pardo de Santayana.
Parece que una vía indispensable para que la sociedad acepte (y entienda) estos cambios presupuestarios es un cambio de mentalidad con respecto a las Fuerzas Armadas y la defensa. Como apunta el coronel Pardo de Santayana, hace falta dejar de ver al ejército como un mal necesario, y empezar a entenderlo como un bien indispensable. “La gente está más dispuesta a pagar por la defensa que a ser militar. Y resulta que no tenemos sistemas de reserva, no tenemos el servicio militar, no tenemos todos estos mecanismos para dimensionar desde el punto de vista del personal a nuestras Fuerzas Armadas”.
García Encina añade que, bien explicado, el aumento en el gasto de defensa es un mensaje que los ciudadanos pueden entender. “Como ya hemos comentado, no hace falta gastar mucho más, sino gastar mejor. Hay unas amenazas para las que tenemos que reforzarnos, pero, aparte de eso, una cosa buena que tiene la industria de defensa, es que es dual, cívico-militar. Si inviertes en tecnología, estás invirtiendo, no solo en el ámbito militar, sino también en productos de posible uso civil. Véase internet, el GPS, el microondas. Además, creas también puestos de trabajo, porque necesitas expertos en la materia”, dice García Encina. Pero, añade, al menos en España nadie ha llevado a cabo esta labor de explicar la necesidad de este aumento.
El periodista Peter Conradi escribió en Who lost Russia que “el año 2022 pasará a la historia como un punto de inflexión: el fin de la era de la complacencia y exceso de confianza entre las potencias occidentales que se inició con la caída del Muro de Berlín”. Puede que 2025 pase a la historia como el año en el que se determinó el rumbo de la siguiente era.
Helena Farré Vallejo
@hfarrevallejo
Un comentario
Es el artículo que he leído más claro y más acertado y completo, sobre el tema del rearme y la defensa.