Dos visiones antagónicas de la historia de México

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Dos visiones antagónicas de la historia de México

Uno de los murales de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México, que combinan motivos prehispánicos y coloniales

 

Jalisco.— El bicentenario de la independencia de México ha sido ocasión para resurgir viejas discusiones históricas que reflejan dos visiones antagónicas sobre la identidad cultural mexicana. Lo más interesante es que estas discusiones no han surgido en ambientes académicos o culturales, sino que se trata de un tema de polarización que ha involucrado a distintos actores políticos y que ha tenido mucha resonancia en redes sociales, con ciudadanos pronunciándose en un espectro u otro de la discusión.

El tema ha trascendido a controversias diplomáticas y a pronunciamientos oficiales por parte del gobierno mexicano. Todo esto a lo largo de los últimos meses, con ocasión de los 500 años desde la conquista de la ciudad de México en 1521 y los 200 desde la consumación de la independencia con la firma del acta por el último virrey español, el 27 de septiembre de 1821.

Una visión descolonialista

Por una parte, el discurso del gobierno actual pretende ser indigenista y parece asumir que México ya era una nación indígena que fue ilegítimamente invadida por el imperio español, pero que logró recuperar su libertad en la guerra de independencia.

Por citar algunos ejemplos, el pasado 20 de julio, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, revivió la exigencia al gobierno de España de una disculpa pública por la conquista, exigencia que hizo por carta al rey Felipe VI en años pasados y que también dirigió al Vaticano.

El gobierno mexicano favorece una visión lineal de la historia: la de un pueblo conquistado, víctima de injusticias, de las cuales logra liberarse para recuperar su identidad propia

El 13 de agosto, el gobierno mexicano conmemoró los “500 años de resistencia indígena”, en el quinto centenario de la caída de Tenochtitlán. Para señalar esta fecha, se instaló una maqueta de la pirámide del Templo Mayor en el Zócalo de la Ciudad de México.

El 5 de septiembre, el gobierno de la Ciudad de México anunció que retiraría el monumento a Cristóbal Colón del Paseo de la Reforma, la avenida principal, y que la sustituiría por un monumento a las mujeres indígenas. Ante la polémica que desató esto (el monumento es considerado patrimonio cultural protegido), el gobierno de la capital anunció una ceremonia de entrega de firmas a favor de “descolonizar el paseo de la Reforma”.

Esta visión de la historia tiene sus antecedentes próximos en los intentos de los gobiernos mexicanos del siglo XIX por distinguir a México de España y construir un nacionalismo mexicano con una historia propia y una identidad fuerte. En esta narrativa, se presupone una visión lineal de la historia; es la historia de un pueblo conquistado, víctima de injusticias, de las cuales logra liberarse para recuperar su identidad propia.

Esta lectura presenta muchas problemáticas, pues su propuesta consiste en una negación de todo el pasado colonial que se vivió en el territorio mexicano durante trescientos años y que indudablemente ha definido enormemente la cultura mexicana; basta con ver el idioma, la religión y la idiosincrasia de un sector importante del país para constatar tal hecho.

La visión occidental

El extremo contrario de la discusión se ejemplifica en el discurso del partido español VOX, que el mismo 13 de agosto emitió un comunicado en redes sociales exaltando la conquista de Tenochtitlán, en la cual, según el comunicado “España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas”.

Esta tesis ha ganado adeptos tanto españoles como mexicanos en redes sociales. Su versión de la historia propone que los españoles tuvieron una función civilizadora y liberadora de los pueblos indígenas que se encontraban bajo el yugo del imperio azteca, en el cual se sacrificaban humanos y se esclavizaba a los pueblos indígenas. Esta versión de la historia exalta a los conquistadores como héroes y ve la mexicanidad como un mestizaje entre españoles e indígenas conversos y civilizados. Este mestizaje demostraría cómo los españoles, a diferencia de otros imperios, no llegaron a esclavizar a los nativos, sino a convivir con ellos en un plano de igualdad. Esta versión de la historia se fundamenta en el hecho de que el ejército de Hernán Cortés siempre estuvo apoyado por otros pueblos indígenas adversos a los aztecas.

Esta postura toma como base una lectura radicalizada de obras como Imperiofobia y leyenda negra, de la historiadora española María Elvira Roca Barea, o Madre patria, del autor argentino Marcelo Gullo Omodeo. Ambas obras proponen que la historia del imperio español ha sido injustamente desprestigiada por motivaciones político-ideológicas, por lo que la historia de la conquista se ha visto ensuciada por lecturas interesadas y anacrónicas de los hechos.

La postura indigenista y la opuesta consideran la historia desde una perspectiva maniquea

Sin embargo, no puede ignorarse que estas obras históricas no tienen como objeto de estudio el fenómeno de la mexicanidad, pues giran más en torno a la historia de España que a la de México, por lo que no parecen adecuadas para formar una lectura integral de la historia de la conquista y la independencia de México con base en ellas. La visión hispanista de la historia de México no considera seriamente las diferencias entre la cultura mexicana y la española; tampoco pone suficiente énfasis en los abusos sufridos en territorios indígenas ni en las disputas sobre la legitimidad de la conquista que estuvieron vigentes desde un principio. La mexicanidad no puede entenderse sin considerar sus antecedentes indígenas ni los profundos conflictos ideológicos, culturales y sociales que acontecieron durante la colonia y en las revoluciones subsiguientes.

Presupuestos y errores históricos comunes

La discusión sobre la historia de la conquista no es nueva. Desde muy pronto, como expone la historiadora Virginia Aspe, en la discusión entre fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda en la Junta de Valladolid de 1550, se puso en duda si la conquista había sido legítima de origen. Las discusiones sobre si la conquista fue una guerra justa surgieron muy pronto dentro del mismo imperio español y hay indicios de que el mismo emperador Carlos V tuvo problemas de conciencia en esta cuestión.

Lo cierto es que ambas posturas tienen una parte de verdad, pero ambas caen en el error de considerar la historia desde una perspectiva maniquea. La interpretación de la historia como una lucha cíclica entre héroes y villanos, entre opresores y oprimidos, victimarios y víctimas, parece no ser compatible con nuestras experiencias cotidianas. Nuestra condición humana y las circunstancias que todos vivimos diariamente, tanto personal como socialmente, nos muestran que la realidad es mucho más compleja que eso. Es un error considerar la historia de México como una lucha entre dos grupos antagónicos: por una parte, los españoles conquistadores y, por otra, los pueblos indígenas conquistados. La realidad es que los grupos involucrados fueron complejos y respondían a intereses distintos. Sería absurdo considerar en el mismo grupo a un encomendero, un soldado y un monje franciscano, al igual que lo es encasillar en un mismo grupo de interés a un mexica, un chichimeca y un tlaxcalteca. La historia no puede explicarse de forma lineal como lucha dialéctica entre el bien y el mal.

Abrazar la complejidad de la historia

Una visión realista de la historia implicaría abrazar la complejidad y los claroscuros que están siempre presentes en el transcurso de la humanidad. La conquista es una historia llena de abusos si atendemos a las prácticas de los encomenderos, las masacres y las sistemáticas violaciones a las leyes vigentes en ese tiempo; pero no puede negarse que es también una historia de encuentro de culturas, de tolerancia y vida en común, si atendemos a la historia de los jesuitas, franciscanos y dominicos, y si atendemos al mestizaje y a las ideas que impulsaron la independencia. Es una historia compleja, difícil de entender, en la que se encuentran distintas cosmovisiones, intenciones e intereses. De las flotas españolas descendieron soldados ambiciosos y violentos, al igual que santos y defensores de la dignidad humana en todos los contextos. Entre los personajes españoles encontramos defensores de indígenas, al igual que abusadores y esclavistas. La labor de los jesuitas y de las ideas cristianas en la conformación de la identidad mexicana, e inclusive en la construcción teórica del proyecto independentista, no puede negarse.

En el fondo, se trata de una historia de interculturalidad y de formación de una identidad cultural barroca, mestiza, abierta y deliberadamente compleja que explica el mosaico de la mexicanidad actual.

La identidad mexicana no puede entenderse en términos simplistas. Los idiomas, religiones, culturas, idiosincrasias y temperamentos mexicanos no se explican con una visión maniquea de los antecedentes históricos. El pasado no puede reescribirse derribando una estatua, pero tampoco se explica presentado una historia de héroes europeos civilizando a un pueblo salvaje de forma enteramente altruista. Parece que la única explicación razonable del presente comienza por abrazar la complejidad y los claroscuros de nuestro pasado.

Juan Pablo Andrade Rojas
Abogado y catedrático universitario

Un comentario

  1. No cabe duda de que España fundó una civilización nueva llevando el cristianismo a todo un continente. Muy recomendable, entre otros, el libro “Madre Patria “ , del argentino Marcelo Gullo.

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