El deterioro físico de una anciana a la que cuida su marido muestra la belleza del amor y la grandeza tierna de la vejez, pero Hanecke pone todo al servicio de una tesis nihilista que recusa la vida cuando aparece el sufrimiento.
Con toneladas de nostalgia y reiterativas bromas sexuales, la película pinta a los numerosos miembros de un clan familiar post-generación del 68, y traba bien las anécdotas que configuran la historia.
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