León XIV está dando sus primeros pasos y el mundo lo observa buscando señales que permitan encajarlo en algún casillero: es la tendencia humana a clasificar para conocer. El pontífice cumplió dos meses de su elección en la residencia estival de Castel Gandolfo, una decisión y un lugar que puede interpretarse como un retorno a la tradición. Una potente señal.
Luego de los 13 años de impasse –porque en sus veranos, Francisco eligió no irse de vacaciones, y solamente frenar el ritmo de trabajo sin salir del Vaticano–, el papa ha vuelto a “su casa”. Así lo viven y expresan los ciudadanos de esta pequeña localidad de los Castelli Romani que ha revivido con la noticia.
“Es un retorno al futuro”, asegura Maurizio detrás del mostrador de un bar que, por su ubicación, domina los movimientos de la Piazza della Libertà, situada frente a la residencia papal. Este hombre, que nació a diez metros de aquel lugar, lanza una fórmula que en su contradicción podría explicar algo de lo que está pasando estos días… y que puede iluminar algo de lo que podría venir.
“Retorno al futuro”. En un movimiento que va hacia atrás para ir hacia adelante, León XIV devuelve a un pueblo su esencia recogiendo una herencia. Francisco, el hombre que interrumpió la tradición veraniega de los papas, dejó en este pueblo un sentimiento de orfandad que León se está ocupando de restaurar. Pero fiel a su estilo, el pontífice argentino también dejó abierto un proceso que el llamado papa de los dos mundos –por su doble nacionalidad estadounidense y peruana– ha hecho suyo y está llevando a su culmen. A los diez años de la publicación de la encíclica Laudato si’, promulgó recientemente el Decreto para la “Misa por el Cuidado de la Creación”, incorporándola al Misal Romano. El Papa León fue el primero en celebrar esa misa y lo hizo el día 9 de julio, precisamente en el Borgo Laudato Si´, un proyecto ecológico ideado por Francisco, dentro de los magníficos jardines de las Villas Pontificias, y que es una síntesis pedagógica y tangible de su encíclica.
Hay excepciones, como la de un hombre que señalando el horizonte del mar se pregunta cómo puede ser que el Papa Francisco no haya querido volver a Castel Gandolfo, pero la mayoría es capaz de hacer ese movimiento y esa síntesis de “retorno al futuro”. Se emocionan recordando su pasado con los papas mostrando con orgullo las fotos que van del blanco y negro al abanico de colores. En Castel Gandolfo la tradición es vital y tiene que ver con sentir suyo al papa, sea quien sea y haga lo que haga. Pueden comprender que, en el conjunto de los papas, el que eligió llamarse Francisco no haya querido gozar de vacaciones, y que convertir la residencia papal en un museo no significa sepultar la tradición sino abrirla a todos.
Dos meses son apenas el preámbulo de un pontificado; es prematuro aventurar tendencias. Pero en este breve tiempo, León XIV ha dejado claro que la unidad, en la Iglesia y en el mundo, será para él una prioridad. El retorno a Castel Gandolfo puede ser leído como parte de ese propósito, y lo está llevando a cabo de una forma difícil de encuadrar en categorías clásicas, confirmando con gestos sus propias palabras: “La unidad de la Iglesia no significa uniformidad, sino una firme y profunda comunión en la diversidad.”