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Menos cunas en los países nórdicos

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Menos cunas en los países nórdicos

En el invierno demográfico que vive Europa, la tendencia a ampliar los permisos parentales persigue, en buena medida, estimular la natalidad por vía de descargar a la mujer del peso exclusivo de la crianza del hijo.

Así, se amplían los permisos para ambos padres, y en algunos casos sin la posibilidad de que el varón pueda transferir a la mujer parte de su tiempo. En España, desde principios de 2020, la madre sigue contando con 16 semanas de prestación, pero para el padre –que ya podía disfrutar de ocho desde abril de 2019– se incrementan a 12. De estas, las cuatro primeras son de obligatorio disfrute por parte del padre, de manera que pueda contribuir a la atención del bebé y de la madre.

Bastante más al norte, en Finlandia, la reforma del ya generoso sistema de permisos –hoy de un año, con seis semanas obligatorias para el padre– posibilitará, desde 2021, que cada progenitor disponga de 6,5 meses de baja remunerada. En cuanto a transferencia de días de uno a otro, habrá un límite de 69. El resto del tiempo es para pasarlo “de todas, todas” en casa, cuidando del nuevo inquilino.

Ahora bien, según los datos de Eurostat de 2017, la tasa de fecundidad  del primer país era de 1,31 hijos por mujer, mientras que la del segundo era unas décimas mayor: 1,49. ¿Tiene algo que ver la diferente política de permisos con el mejor desempeño finés?

En tasas de fecundidad, algunos países nórdicos con permisos parentales extensos, como Finlandia, están por encima de la media europea. Según refleja el último Informe sobre el Estado de la Región, del centro de investigación Nordregio, si el promedio en la Unión Europea es de 1,5 hijos por mujer, en Suecia, por ejemplo, llega a 1,76.

A primera vista, la explicación podría hallarse, efectivamente, en las generosas políticas de ayuda a la maternidad y la paternidad, que se establecieron en varios de estos países hace décadas y que han ido ampliándose y perfeccionándose. En Dinamarca las parejas gozan de un permiso parental de 52 semanas, mientras que los islandeses, hoy con 40 semanas, también pasarán a 52 desde este año. Los noruegos ya tienen 59 semanas con el 80% del salario, y para los suecos, la norma es “pensión completa” durante un año y cuatro meses.

El problema, sin embargo, es que tal apoyo no parece ser suficiente para tirar de la fertilidad todo lo que debería, pues la tasa de reemplazo poblacional se ubica en los 2,1 hijos y ningún país nórdico la alcanza. Es más, las tasas están en descenso, y las actuales de Islandia, Noruega y Finlandia son las más bajas de la historia. Con los índices noruegos y fineses ya por debajo del promedio europeo, el caso danés (1,72) y el ya mencionado 1,76 de los suecos, son la nota “positiva”. O la menos mala, para ser exactos.

Suecia “is different”

¿Por qué Suecia muestra los mejores números? Lo preguntamos a la Dra. Anna Karlsdóttir, investigadora sénior de Nordregio y coautora del capítulo “Nacimientos, hijos y jóvenes” del informe de 2020. 

Dra. Anna Karlsdóttir
Dra. Anna Karlsdóttir

 

“La particularidad sueca está relacionada con el flujo de población extranjera. El país ha ganado en años recientes más de un millón de nuevos habitantes, que contribuyen a mantener los niveles de natalidad. El caso de Suecia es, en comparación con otros nórdicos, único en términos de inmigración, y asimismo en niveles de naturalización”.

“Aunque –añade– no hemos tenido oportunidad de investigar en profundidad el background específico de los ciudadanos que están ayudando a mantener los niveles reproductivos, vemos, con base en indicios, que entre ellos están los nuevos residentes”.

Otros estudiosos, como el demógrafo Gunnar Andersson, de la Universidad de Estocolmo, también explican el caso sueco a partir de lo económico: si los países del entorno sufrieron más agudamente los efectos de la crisis de 2008 –la debacle islandesa fue uno de los ejemplos más ilustrativos–, en Suecia el impacto fue más tenue.

Suecia ha ganado en años recientes más de un millón de nuevos habitantes, sobre todo gracias a la inmigración

“Hubo solo una pequeña irregularidad en la curva; los parámetros económicos han estado realmente bien durante los años siguientes, y el desempleo ha sido bajo”. Con estos datos, el futuro luce menos dramático y disminuye la sensación de inseguridad respecto a él, lo que favorece plantearse un proyecto de familia.

Si el padre se involucra…

También el modo en que se aplican los permisos parentales puede influir en un sentido u otro.

Noruega y Suecia son países vecinos, y semejantes en cuanto a PIB per cápita y lugares en el Índice de Desarrollo Humano. Pero el primero, que saca mejores “notas” en ambos medidores, tiene una tasa de natalidad (1,56 hijos) que se queda por debajo de la sueca. Asimismo, y aunque en los dos países se han establecido “cuotas” de permiso parental para los progenitores varones, al lado oriental de la frontera las aprovechan más.

Según se explica en una reciente investigación realizada por un equipo de las universidades de Oslo y Estocolmo, en Suecia se asigna a cada progenitor la mitad de los días del permiso total, y si uno de los dos quiere pasar más tiempo en casa con su hijo, debe firmar un acuerdo al respecto.

En Noruega, en cambio, cualquiera de ellos puede reclamar para sí la mayor parte del permiso, lo que en la práctica implica que es la madre la que termina empleándolo. Pero en Suecia es diferente, pues allí los progenitores varones ya tenían una tradición de acogerse a bajas para cuidar a sus hijos, incluso antes de que se fijaran las cuotas por ley, por lo que estas han venido a ser una especie de confirmación de la práctica.

“Para las madres en esas parejas, la participación de los padres en el cuidado de los hijos y tal vez en otras tareas domésticas, posiblemente ha vuelto más realista y más deseada la perspectiva de tener más hijos, gracias al aligeramiento de la carga de trabajo y al buen entendimiento en la pareja”, señalan los expertos.

Tiempos inciertos

Pero no solo de beneficios laborales depende que aumente el número de cunas en los países nórdicos. “Una de las razones por las que el hogar familiar tiende más y más a tener un solo hijo, como en China, es que las madres, al momento del nacimiento de su primogénito, son 10 o más años mayores que las de los años 70 y 80”, nos comenta la Dra. Karlsdóttir.

“Esto significa –prosigue– que durante la edad fértil hay menos tiempo para tener muchos hijos, porque las prioridades han cambiado: las personas quieren más educación, lo que lleva tiempo; quieren asegurarse de que tienen casa propia, lo que vuelve a implicar tiempo y dinero. Así que el primer hijo llega, para muchas mujeres, en torno a los 40, que es cuando están listas para asumir la responsabilidad de establecer una familia con hijos. Esto les deja menos oportunidades” de ser madres nuevamente.

Los desafíos de corte socioeconómico a la fertilidad pueden ser muy variados: “Hay también aquí una mayor proporción de jóvenes que viven en áreas urbanas, o que marchan hacia estas, donde hay posibilidades educativas más amplias y un mercado laboral más sofisticado. Las condiciones de vida allí, sin embargo, pasan por una vivienda cara, una competencia profesional más fuerte, etc., y puede que esas no sean las condiciones más óptimas para tener o criar un hijo”.

Las prioridades de las personas en edad fértil han cambiado: quieren más educación y asegurarse de tener casa propia

La experta coincide con otras fuentes en el tema de la incertidumbre, esa que golpea a muchos de los que abrieron los ojos al mundo laboral en medio de la crisis y, para más inri, en el contexto de la emergencia ambiental. “Entre los jóvenes nórdicos que están en la treintena y que pudieran aspirar a tener familia e hijos, varios expresan preocupación por tener descendencia en un mundo con inseguridades respecto al cambio climático y el medioambiente en general”, dice.

¿Es reversible la situación? La investigadora ve varias vías, que se complementarían. Una es asumir que el crecimiento poblacional, a corto plazo, vendrá necesariamente del flujo de inmigrantes o de residentes con ese trasfondo. Otra, que se logre involucrar más a los padres varones en el cuidado temprano de los niños –“se puede mostrar a los más jóvenes que no pasa nada por tener hijos mientras estudian, si ambos progenitores pueden compartir de modo más equitativo la responsabilidad del cuidado”–. Y, por último, que se afinen las políticas estatales para facilitarles a los jóvenes de áreas urbanas un mejor acceso a vivienda asequible, “una perspectiva que por ahora no parece alcanzable”, admite.

La rareza de las Islas Feroe

El archipiélago de las Feroe, un territorio autónomo danés en medio del Atlántico Norte, con apenas 50.000 habitantes, sale bien parado en los índices recogidos en el informe de Nordregio, con 2,5 hijos por mujer en edad fértil. Lo interesante es que, al contrario de como parece funcionar en sitios como Suecia, aquí el permiso parental de los padres varones influye muy poco: si en 2009 se tomaban 6,6 días en casa con el bebé, en 2017 pasaron a apenas nueve.
El factor decisivo parece ser, en cambio, la cercanía personal. “En nuestra cultura, percibimos a la persona más como un miembro de una familia que como un individuo independiente”, decía en 2018 a la AFP el sociólogo Hans Pauli Strøm, quien añadía que, al vivir tan cerca todos entre sí, se hacía más fácil obtener ayuda extra tanto de los familiares como de otros residentes.
Igualmente, Groenlandia, hogar de 56.000 personas y también bajo administración danesa, muestra una tasa de fecundidad de 2 hijos por mujer en edad fértil, alto para la media, pero ya insuficiente (en 2000 sí que exhibía un promedio de 2,5), debido a la disminución de la población joven en las zonas rurales y al menor flujo inmigratorio: si en 1990 el territorio tenía un 17% de población nacida en el exterior, en 2018 ya era solo el 10%.

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