De vacaciones, sí, y en familia

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Es un hecho: el pasado año, la cifra de los residentes en España que se tomaron unas vacaciones fuera de casa aumentó un 4,7 por ciento. Así lo recoge el INE en su Encuesta de Turismo de Residentes 2015, unos datos positivos que no suelen ser el fuerte de quienes en campaña electoral solo quieren ver “llanto y crujir de dientes” en los hogares españoles.

Los campamentos para niños y adolescentes son una buena alternativa para las familias que no descansan al completo durante el verano

Según la encuesta, en ese período las pernoctaciones se incrementaron en un 5,3%, y en un 4,2 lo que se gastó cada turista del patio. Por supuesto, no todos habrán buscado acomodo en un hotel cinco estrellas, pero un modesto hostal o la casa de los parientes en el pueblo –el 45,7% de los viajes vacacionales han sido a casa de familiares o amigos– también han servido para “despejar”.

Alternativas hay, y están a la mano.

Hacer turismo “en especie”

Ya con el verano a las puertas y con los chicos frotándose las manos, llega el momento de decidir adónde ir para que este sea un tiempo provechoso, sin que la hucha familiar se parta como el casco del Titanic.

Un alojamiento para familias, para que lo sea propiamente, debe cumplir con un grupo de estándares algo diferentes a los de los alojamientos tradicionales

La denominada “economía colaborativa” brinda varias posibilidades en cuanto a alojamiento. Una de ellas, NightSwapping, ofrece a sus usuarios hospedar a otros a cambio de… noches. Según este esquema, el dueño de una vivienda se la ofrece a otros por varias noches, tiempo que él acumulará para, cuando así lo decida, ir a pasarlo con su familia a casas pertenecientes a otros miembros de la red. Un intercambio muy oportuno para quien no tiene más activo que un techo.

En esta sintonía hay otro portal, Room4exchange, creado por un joven barcelonés. Como lo indica el nombre del sitio, se trata de intercambiar la habitación propia por la de otras personas que viven de alquiler.  El perfil del vacacionista va aquí acorde con el espacio: al tratarse de habitaciones, parece un formato más apropiado para jóvenes. Pero valer, vale.

Otra posibilidad, no ya “en especie” como las anteriores, pero sí bastante económica y quizás no tan limitada de espacio, pueden ser las reservas mediante Airbnb, en la que el anfitrión ofrece en alquiler habitaciones o casas enteras por un precio algo menor que el de los establecimientos hoteleros de toda la vida. Y está, además, Gamping, perfecta para quienes, como el caracol, se van de vacaciones con la casa encima. O más exactamente, con la caravana o con una tienda de campaña. Todo es concertar con el dueño de una propiedad, llegar y plantarse en su jardín o en su parcela. En España aún son pocas las ofertas, poco más de 90; pero en Francia ya superan las 500.

Hotel para familias no es cualquier hotel

Sucede algunas veces, sin embargo, que en la imagen que brindan de sí mismos ciertos establecimientos para huéspedes se ofrecen unas condiciones y se terminan imponiendo otras muy distintas al inocente turista que llega, se sorprende, y no tiene ni fuerzas ni recursos para permitirse cambiar de alojamiento. Si es una familia con niños pequeños, el disgusto puede ser aún peor.

Las plataformas digitales de economía colaborativa ofrecen al turista la posibilidad de ahorrar en alojamiento

Esa probabilidad, sin embargo, disminuye bastante con la oferta turística que hace a sus afiliados la Federación Española de Familias Numerosas (FEFN). Es más difícil que el visitante vaya a ciegas o se lleve sorpresas, porque es la propia Federación la que se encarga de otorgarle a una instalación el Sello Turismo Familiar.

El “qué-más-da-un-hotel-que-otro” no tiene aquí mucho sentido. Los hoteles se diferencian a veces en pequeños detalles, pero detalles que definen. Para recibir el mencionado Sello, la instalación de la que se trate, que puede ser igualmente una casa rural o un camping, debe ofrecer habitaciones pensadas para más de dos personas, que estén comunicadas entre sí, y que dispongan de cunas y tronas. Debe haber igualmente menús concebidos para niños, y una planificación de actividades culturales y de contacto con la naturaleza, de manera que el período de descanso no se vuelva, con el trayecto del hotel a la playa y de la playa al hotel, una rutina improductiva.

Según datos de la FEFN, en España se contabilizaban 565.493 familias numerosas en 2014. Si el 90% de ellas afirma haber realizado un viaje familiar vacacional al año, es de imaginar la importancia económica de que se creen cada vez más condiciones para que estos colectivos al completo puedan tomarse unos días de asueto.

“¡Nos vamos de campamento!”

No siempre es posible, sin embargo, que toda la familia al completo pueda tumbarse al sol o darse un chapuzón. Hay padres que trabajan en verano –en ocasiones, incluso los dos–, y no se pueden llevar al chico a un astillero ni sentarlo a la cabecera de la mesa en una reunión de empresa.

En 2015, el número de viajes vacacionales de los españoles se incrementó un 4,7% respecto al año precedente

Una solución pueden ser los campamentos de verano, algunos de ellos organizados por federaciones autonómicas de familias numerosas. La vasca Hirukide, por ejemplo, lleva adelante colonias en las que los chicos hacen manualidades, practican deportes, actúan en obras teatrales, cantan, dibujan y hasta… cocinan.

Precisamente muy a tono con esta última actividad está otra opción de juego y conocimiento, que gana simpatías en la medida en que crece el prestigio de la cocina española: la de los campamentos MasterChef. El programa de actividades promete bastante: clases de cocina, competencias culinarias, deporte, tiempo en la piscina, fiestas y, desde luego, tiempo libre, para que el chico respire.

Pero campamentos hay de varios tipos, todos con el elemento común del esparcimiento y la mayoría con momentos reservados al uso del inglés, aunque no desde lo académico, sino desde lo lúdico. Los hay de tipo militar-recreativo, como el madrileño El Gran Capitán (para chicos y chicas de 11 a 19 años), o los náuticos, como el Arbolar, en Cartagena. Una amplia gama de centros puede consultarse en la web Todocampamentos.

Quizás todavía haya tiempo para echar una ojeada y ver, entre un piso en París, una tienda de campaña en el patio de un nuevo amigo y un campamento juvenil junto al Mediterráneo, cómo puede la familia sacarle el mejor provecho a estos meses. Porque el calor ya pega bastante y es tiempo de cambiar de aire.

Divertirse, aprender y formarse

El verano es una buena oportunidad para formar hábitos y habilidades en los niños, que pueden divertirse y alimentar su autoestima al realizar pequeños deberes. Así lo ve la pianista Mary Cooney, madre de cinco hijos, quien en su artículo Campamento veraniego de deberes (Summer chore boot camp) explica cómo esas tareas ejercitan al menor para asumir las propias de la etapa escolar. Aquí el “campamento” es el hogar…

“¿Cómo los entrenamos? Con regularidad y persistencia, animándoles mucho, y con instrucciones específicas. Barrer la cocina no lo es lo suficiente. Tengo que decirles que suban los taburetes, que sacudan los felpudos, que barran bajo los muebles y a lo largo de la pared, que acumulen la basura en un sitio, que la lleven hacia el recogedor y que la tiren al cubo”.

Según señala, es importante hacer los deberes con regularidad; siempre que sea posible a la misma hora del día, para que los integren en su rutina diaria. Además, las expectativas sobre el resultado final deben ser realistas: “Hay que hallar un punto intermedio, algo que sea posible para ellos y aceptable para ti, y entonces hacer que esa sea la norma”.

Y está, por supuesto, el reconocimiento. “En la medida en que van madurando –explica Cooney– los niños pueden desarrollar un saludable sentido de satisfacción por el trabajo bien hecho. Pero necesitamos alimentar ese sentimiento con genuinas palabras de elogio”.

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