Bodas tardías y padres protectores

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El modelo japonés

Ashiya. Hace unos años, Michiko Miyamoto, profesora ayudante en el departamento de Educación de la Universidad de Chiba (cerca de Tokio) llevó a cabo un interesante trabajo de investigación acerca de las relaciones entre padres e hijos, en el que intervinieron 1.500 familias con padres de alrededor de 50 años de edad y con hijos (hombres o mujeres) no casados de más de 20 años.

Estos padres constituyen la generación que más se ha beneficiado del fenomenal crecimiento económico del Japón de la posguerra. Sus salarios fueron aumentando de forma regular año tras año y, con la perspectiva de disfrutar de un buen retiro, no dudaron en gastar generosamente el dinero en sus hijos.

Miyamoto descubrió que a la mayoría de estos padres les parecía natural que sus hijos -ya crecidos y trabajando- continuaran viviendo en casa, dependiendo prácticamente de ellos; y que los hijos, por su parte, lo daban por supuesto. El 97% de los casos estudiados se ajustan a este modelo, y el 80% de los hijos consideran la totalidad de sus ingresos como cosa propia, para gastarlos a su gusto.

«Nuestra sociedad -dice Miyamoto- puede ser que se haya convertido en una sociedad opulenta, pero los salarios de la gente joven son más bien modestos y no es fácil para ellos independizarse totalmente de sus padres. Por otra parte, muchos padres creen que su responsabilidad por el bienestar de los hijos no termina nunca, y están gustosamente dispuestos a prestarles ayuda».

Kazuko Watanabe, consejera de un grupo de «autoayuda» compuesto por hombres y mujeres de 20 a 30 años de edad, que encuentran dificultades para abandonar la casa paterna, afirma: «Cuando uno ha sido tratado con mimo y regalo, y se ha sentido protegido continuamente por los padres durante toda su vida, es natural que no quiera interesarse por ninguna otra forma de relación humana. Yo a este tipo de personas les insisto fuertemente en la necesidad de salir del ‘nido’ cuanto antes, por su bien, pero no siempre es fácil».

El marido ideal que no llega

Cifras recientes de censos nacionales muestran que el 80% de las mujeres en la segunda mitad de la veintena estaban casadas en 1975, pero a mediados de los años 90 esta cifra bajó al 60%. En cuanto a los hombres, más del 80% por encima de los 30 años estaban casados en 1975, mientras que en los últimos años no llegan al 70%. Y estas cifras siguen bajando. Según estos datos, el mayor descenso se da en la proporción de mujeres jóvenes que creen que la mujer debe casarse. Sin embargo, al preguntarles si ellas mismas quieren casarse, el 90% responde afirmativamente.

¿A qué se debe entonces el descenso anual de nuevos matrimonios? Masahiro Yamada, profesora de sociología de Tokio Gakuin University, explica: «La gran mayoría de los hombres han buscado siempre a mujeres jóvenes, agradables y dóciles para sus futuras esposas, y así ocurre también hoy en día. Para las mujeres, en cambio, el marido ideal ha sido siempre alguien más alto que ellas, mejor educado y con un salario mejor del que ellas ganan.

«Todo esto funcionó mientras los hombres estaban en mejores circunstancias que las mujeres en cuanto a educación y oportunidades profesionales. Pero la sociedad mejoró económicamente y cada vez más mujeres empezaron a ir a la universidad, de modo que es cada vez más difícil para ellas encontrar hombres mejor educados y que puedan garantizar un tren de vida mejor del que están acostumbradas». Así que no tienen prisa por casarse.

Antonio Mélich

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