Con motivo del día nacional de los abuelos, celebrado desde hace veinte años en Italia el 2 de octubre, fiesta de los ángeles custodios, el diario Avvenire recuerda su aportación gratuita al bienestar social y económico del país, al remediar algunas carencias decisivas. El abanico de datos que resume el diario milanés resulta expresivo.
Un hecho tal vez inesperado, reflejado en los datos del Istituto Nazionale per l’Analisi delle Politiche Pubbliche, son las pocas diferencias entre el norte, el centro y el sur: el 57,9% de las familias recurre a la ayuda de los propios padres para atender a los hijos; además, según el Istituto Nazionale di Statistica, un tercio de los abuelos cuida de sus nietos cuando los padres trabajan (menos del 27% de los niños tiene plaza en guarderías públicas) y, por si fuera poco, les presta también ayuda económica, a pesar de que el 63% de los mayores cobra menos de 750 euros al mes de pensión.
Según una encuesta reciente de AstraRicerche para Unione Italiana Food, tres abuelos de cada diez pasan con sus nietos más de tres horas al día; el 23% comparte con ellos una o dos horas, dedicadas a juegos, actividades al aire libre, pero también a ayudarles con los deberes, preparar la comida y la merienda (tarea que realizan a diario aproximadamente cuatro abuelos de cada diez) y acompañarles a cursos y entrenamientos (los autobuses escolares sólo llegan al 20% de los centros).
La tendencia demográfica indica que la situación se ampliará en el futuro. Según la fundación Openpolis, en 2005, fecha de la instauración de la fiesta de los abuelos, el número de personas menores de 18 años era aproximadamente el mismo que el de las mayores de 65; hoy, en cambio, estas últimas son 14,5 millones, mientras que los menores de edad apenas alcanzan los 9 millones. En veinte años, los mayores de 80 años casi se han duplicado: de 2,4 a 4,1 millones, con una población nacional estable; en 2005, representaban el 4,2% de los italianos, hoy son el 7% y en 2045 podrían superar el 10%.
En modo alguno se trata de enfrentar a las generaciones. La mayor longevidad se debe en gran parte al avance de la medicina, a la prevención y a la mejor atención de los pacientes. Se refleja en las estadísticas sobre la esperanza de vida: estiman que las personas que tienen hoy 65 años, vivirán 21,2 años más. El Estado se verá obligado a destinar más fondos a pensiones y asistencia sanitaria de los mayores, en detrimento quizá –aunque no necesariamente– de las políticas de apoyo a las familias jóvenes y a las nuevas generaciones.
En cierto modo, se producirá una redistribución de rentas y funciones. Las familias tendrán más necesidad de contar con los abuelos, que en promedio serán más numerosos. Suplirán las evidentes carencias sociales, y su aportación será decisiva para que no se reduzca el Estado del bienestar.
Además, y aunque parezca paradójico, la existencia de abuelos se convertirá probablemente en un factor muy importante para el fomento de la natalidad: contar con su imprescindible ayuda, ayudará a las parejas jóvenes a superar las conocidas resistencias a traer hijos al mundo.