Se buscan maestros que orienten a los chicos

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Ante la feminización del profesorado
Amsterdam. La falta de modelos masculinos en la escuela es un fenómeno frecuente en Europa. La educación infantil y la primaria están en manos de mujeres. Los chicos no tienen modelos con los que identificarse y a menudo se espera de ellos un comportamiento a la medida del de las chicas. Holanda, donde preocupa desde hace años el mayor fracaso escolar de los chicos respecto a las chicas, se plantea si en esto influye la feminización de la docencia. Y se intenta solucionar el problema afrontándolo desde la educación infantil.

Louis Tavecchio, catedrático de educación infantil de la Universidad de Amsterdam, ha promovido un programa de asesoramiento al Instituto Neerlandés de Cuidados y Bienestar (NIZWE), con el fin de alcanzar el equilibrio en el profesorado. Para que el desarrollo emocional, intelectual y la adquisición de aptitudes sociales que promete la enseñanza básica alcance a todos por igual, una de las medidas previstas es aumentar la presencia del hombre en la docencia.

Normas femeninas

Tavecchio afirma que los chicos tienden más que las chicas a explorar hasta dónde pueden llegar, son más activos. «Corrigiendo o reprimiendo esta actitud, se influye en ellos de una manera negativa. Las profesoras tienden inconscientemente a valorar de manera positiva el comportamiento femenino. Los investigadores hablan sobre el predominio de «normas femeninas», dada la abundancia de maestras. El equilibrio es importante. Hay que canalizar la energía de los chicos, por ejemplo con actividades en la naturaleza».

Tavecchio advierte también que son más los chicos que necesitan reeducación por delincuencia juvenil u otros problemas de conducta. «Incluso en estos casos podremos aportar soluciones poniendo a cuidadores y profesores para que los niños puedan identificarse con el hombre que deberán llegar a ser», afirma el catedrático.

Los belgas ya pusieron remedio. Un grupo de sociólogos de la Universidad Libre de Bruselas publicó en 2002 los resultados de un estudio sobre la feminización de la enseñanza primaria e infantil. En 2003 sólo un 1% de los profesores de guarderías eran hombres. Ahora hay un 20% de varones jóvenes entre quienes se preparan para este trabajo. Tavecchio también sugiere extender el debate más allá de la escuela: «Los hombres tienen que preocuparse de la educación de los hijos porque el desarrollo de la identidad sexual es determinante para la formación de la personalidad. A partir de los tres años a los niños les cuesta más aceptar la autoridad del otro sexo. El chico no debe tener como modelo una mujer».

Diferencia profunda

Martine Delfos, psicóloga y publicista, teme la vuelta de la desigualdad: «La mujer luchó por liberarse y la actual amenaza es la pérdida de masculinidad del hombre incluso antes de que la mujer se haya liberado. En mi opinión, la emancipación tendría que seguir la corriente biológica. La diferencia entre chicos y chicas es profunda y se manifiesta en muchos aspectos».

Delfos, que acaba de publicar «La belleza en la diferencia», comparte la preocupación en el campo de la enseñanza: «Jugando, los padres desafían a sus hijos. Las madres tienden a repetir: ¡ten cuidado!, ¡no te caigas!, ¡ojo con eso! Esta protección materna no es siempre positiva. Como las guarderías y la enseñanza primaria están en manos de mujeres, los chicos aprenden una actitud protectora que no siempre les es favorable. Ellos buscan la seguridad de un modo diferente que las chicas. Cuando un chico se sube a un árbol no busca el peligro, sino los límites de lo que es seguro. Si al niño no se le permite hacerlo, más adelante, en la sociedad, no será capaz de valerse por sí mismo».

Facilitar ambos modelos

Mineke van Essen, catedrática de estudios de género de la Universidad de Groningen, ve en este tipo de observaciones estereotipos. «Hasta 1985 -afirma Van Essen-, la ley daba preferencia a que las mujeres enseñasen en los primeros cursos de la enseñanza primaria y los hombres a los alumnos a partir de los 8 años. Los mayores necesitaban mano dura y las profesoras parecían ser más afectivas e indisciplinadas. Ahora resulta que son más exigentes. Me parece muy bien que trabajen más hombres en la enseñanza, pero no que echen la culpa a las mujeres».

Lauk Woltering, profesor de educación juvenil en la Escuela Superior de Amsterdam y desde hace 20 años asesor en conflictos sobre educación de chicos, opina en la línea de Martine Delfos y afirma que no se trata de culpar a nadie, sino de facilitar ambos modelos. «Las mujeres tienden a corregir verbalmente la conducta de los alumnos. Demasiados reproches tienen un efecto negativo. El sentido de culpabilidad y la vergüenza, cuando no se pueden asimilar de forma adecuada, aumentan la angustia por no dar la talla y si esto se une al resentimiento resulta explosivo, como vemos en algunas conductas entre chicos de ambientes sociales muy desfavorecidos o inmigrantes».

Carmen Montón

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