Iniciativas contra el fracaso escolar

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Tanto el informe del Consejo Económico y Social como el documento de la Comisión Europea coinciden en gran parte de las medidas que poner en práctica para combatir el fracaso escolar.

Las principales son: diversificar los itinerarios educativos; intentar limitar la concentración de alumnos con necesidades de compensación educativa; favorecer la autonomía de los centros en cuestiones académicas; aplicar políticas laborales especialmente dirigidas a los jóvenes, y acercarse lo más posible al aprendizaje personalizado, empezando por fomentar las tutorías personales y familiares.

Las medidas contra el fracaso escolar sobre las que hay más acuerdo son diversificar los itinerarios educativos, reducir la concentración de alumnos necesitados de clases de refuerzo, ampliar la autonomía de los centros

Además, la Comisión Europea recoge en su informe algunas iniciativas que se han puesto en marcha en distintos países europeos y se han revelado eficaces.

Seguimiento continuo

En Reino Unido, Países Bajos, Alemania o Italia se asigna a cada alumno un número de identificación que remite a un expediente pormenorizado donde se recoge una completa información sobre su trayectoria escolar. Se incluyen ahí no solo las calificaciones del estudiante, sino también sus dificultades en el aprendizaje, problemas de disciplina, puntuación en las competencias básicas, etc. Se trata de hacer un seguimiento en línea, que la Comisión Europea considera clave para la reducción del abandono escolar prematuro.

Otra iniciativa interesante, en este caso para fomentar la formación profesional de calidad, es la de promover itinerarios que combinen la formación teórica con la primera experiencia laboral. Es un perfil especialmente diseñado para alumnos desilusionados con los estudios y que quieran empezar a trabajar. Luxemburgo, Dinamarca o Italia ya han empezado con este tipo de programas.

En España, la reciente reforma de la ley de educación persigue el objetivo de evitar la desconexión con el sistema educativo de un gran número de jóvenes, y de ayudarles a ingresar en el mundo laboral. Para ello, se expedirán certificados de nivel con una nómina de competencias adquiridas para los alumnos que no hayan podido terminar la etapa obligatoria. Además, el último curso de esta etapa (4º de ESO) contará con un itinerario orientado a la formación profesional. Se rebaja un año, hasta los 15, el umbral par poder ingresar en un Programa de Cualificación Profesional Inicial, que permite conseguir el título de la ESO a través de un plan de estudios centrado en la práctica y con menor contenido teórico. La reforma incorpora un incremento de la oferta de la modalidad semi-presencial en los cursos de especialización para titulados en Formación Profesional. Se trata, en definitiva, de no abandonar al alumno con dificultades.

Buscar ayuda fuera de la escuela

Una cuenta pendiente de la educación es, según la Comisión Europea, la colaboración con agentes externos a la escuela que puedan desempeñar un papel activo en la educación de los jóvenes. Problemas de drogas o alcohol, déficit de sueño o malos tratos pueden ser afrontados de forma más efectiva con la ayuda de esos agentes.

Un ejemplo es el School Completion Programme de Irlanda, un plan intersectorial en el que los centros están relacionados con organismos de juventud, servicios sociales, organismos de desarrollo local, etc. Gracias a esta iniciativa están finalizando los estudios obligatorios muchos jóvenes irlandeses que de otra forma habrían abandonado.

Las scuole aperte de Nápoles también pretenden evitar el abandono del alumno desmotivado. Para ello, organizan una gran variedad de proyectos, muchos fuera del recinto escolar, en asociación con la sociedad civil local. Las actividades están programadas fuera del horario normal y pueden asistir incluso los que han abandonado ya la educación general.

Otros programas destinados específicamente a la reincorporación al sistema educativo son el Proyecto de Aprendizaje para Jóvenes Adultos de Eslovenia, las clases de transición en Francia o los centros SAS de Bélgica. Todos tienen en común que “ofrecen a los jóvenes en situación de riesgo una oportunidad de recuperar gradualmente la confianza, ponerse al día en lo que dejaron de aprender y reincorporarse a la enseñanza general”.

No obstante, la Comisión Europea reconoce que el principal problema de todas estas iniciativas está en la evaluación de su efectividad y, fundamentalmente, en la captación del alumnado.

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