Elegir colegio en París y en Madrid

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Contrapunto

«Provocación», «palabras escandalosas», «asombrosas», «inadmisibles»… los sindicatos de profesores de la enseñanza pública francesa y las organizaciones de padres militantes del mismo sector se han rasgado las vestiduras en el mismo comienzo de curso. El motivo de su escándalo es que el ministro de Educación, Gilles de Robien, ha declarado que la escuela privada es también «escuela de la República», y ha agregado que no constituye un «refugio» sino una «elección», «una libertad más que se ofrece». Por esto, piensa, «hay que dar a las enseñanzas pública y privada una igualdad de medios para que esta elección pueda ejercerse».

Que esta libertad es ampliamente utilizada nadie lo pone en duda. La enseñanza privada bajo contrato con el Estado -el equivalente a la «concertada» española- escolariza al 19% de los alumnos (el 22% en la secundaria), y una de cada dos familias francesas le confía alguno de sus hijos durante algún tiempo de su vida escolar (cfr. Aceprensa 27/01).

Pero aunque los padres hagan todo lo posible para poder elegir, los sindicatos de profesores y padres de la enseñanza pública (organizaciones tradicionalmente de izquierdas) siguen pensando que fuera de la escuela estatal no hay salvación. «La escuela de la República es la escuela laica», dice el sindicato Force Ouvrière. «Hacer la apología de una escuela confesional particular es por lo menos escandaloso», dice otro. En realidad, el ministro lo que ha hecho en todo caso es la apología de la libertad de elección, pero esto es ya inadmisible para los sindicatos. Parece que cuando el niño es educado en la escuela no estatal, deja de formar parte de la República francesa.

Las familias quieren elegir

Pero las familias francesas tienen sus propias ideas. En teoría, las familias no pueden elegir escuela en el sector público, sino que tienen que llevar a sus hijos al centro que les corresponde según su domicilio, de acuerdo con el «mapa escolar». Sin embargo, en París, por lo menos el 40% de los alumnos de 11 años que comienzan la secundaria se matriculan en un centro distinto del colegio público que les correspondería, según un estudio de la revista «Éducation et formations» (junio 2005), del que se hace eco «Le Monde» (3-09-2005).

El 6% consiguen hacerlo dentro del sector público, pidiendo a las autoridades académicas una «derogación» de la regla, alegando motivos médicos, escolares (la elección de un determinado idioma, horarios), familiares… Y es que, aunque a veces se habla de la enseñanza pública como si fuera un bloque, todo el mundo sabe que hay centros estatales más o menos prestigiosos, unos que actúan como imanes y otros como repelentes. A ese 6% habría que agregar el número desconocido de las familias que consiguen elegir gracias a una falsa domiciliación.

Este «consumismo escolar» sigue tendencias previsibles: las peticiones de partida son el doble de frecuentes en los colegios desfavorecidos, y los centros más demandados están casi todos en los barrios más favorecidos.

La segunda estrategia para elegir escuela es matricularse en la enseñanza privada («huir» a la privada, como suele decirse, dando la impresión de que el sector público es el reino de la coerción). En la capital francesa, el 34% de los alumnos de 11 años están escolarizados en colegios privados (en su inmensa mayoría católicos, financiados con fondos públicos por contrato con el Estado).

Un estereotipo arraigado dice que los mejores alumnos abandonan la escuela pública por la privada. Pero, según el estudio citado, los resultados de los alumnos que pasan a la privada son comparables a los que siguen en la pública. Más bien hay un trasvase de alumnos, en una y otra dirección, según las circunstancias de la carrera escolar. En 2002, según estadísticas oficiales, 56.000 alumnos pasaron de un centro público a uno privado bajo contrato, mientras que 23.000 hacían lo contrario. En cualquier caso, las escuelas privadas ponen el cartel de «completo» y tienen lista de espera. Este curso, la enseñanza católica ha tenido que rechazar por falta de plazas unas 20.000 solicitudes.

Faltan plazas en la concertada

Los madrileños no son menos proclives a elegir escuela que los parisinos. Y lo que eligen saca de quicio a los partidos de izquierda y sindicatos del mismo signo, que en esto no son «pro choice». Los datos del gobierno de la Comunidad de Madrid indican que el 65% de las familias eligen como primera opción centros de enseñanza privada concertada, sostenidos -de forma incompleta- con fondos públicos. Y no hay plazas suficientes para tantos como las solicitan.

A despecho de la elección de los clientes, los sindicatos y asociaciones de la enseñanza pública no hacen más que pedir que se construyan más centros públicos y se aumente el profesorado y las dotaciones de este sector. Ahora se han rasgado las vestiduras porque el gobierno regional ha decidido que habrá cinco nuevos colegios concertados en 13 nuevas parcelas de equipamientos educativos. La realidad es que donde hay más demanda que oferta es en la enseñanza concertada, mientras que en los centros escolares públicos sobran ya plazas. Y el consejero de Educación mantiene, con buen sentido, que «no puedo intervenir en la decisión de los padres, que tienen libertad para elegir el centro que desean».

Un dato elocuente es que, según un estudio del sindicato Comisiones Obreras, el 48% de las aulas de los centros concertados en Madrid tienen más de 25 alumnos por aula, que es la ratio recomendada por el Ministerio de Educación, cosa que también sucede en el 12% de las aulas de centros públicos. Esto le permite decir al sindicato que los colegios concertados están «masificados», lo cual es el último expediente para descalificarlos por atraer a tantas familias.

Masificados o no, son los que los padres prefieren, aunque también tengan que pagar parte de la enseñanza o no gocen de otros recursos gratuitos de los centros públicos. Lo llamativo de la enseñanza pública es que, en vez de intentar atraer a los padres destacando que tiene un profesorado mejor pagado, modernas instalaciones y más recursos educativos que la concertada, como realmente suele ser, está continuamente quejándose de sus dificultades para impartir una enseñanza de calidad. Y el victimismo nunca ha atraído clientela, a no ser un público cautivo.

Ignacio Aréchaga

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