En EE.UU. está dando que hablar un libro que muestra los escasos progresos que hacen casi la mitad de los estudiantes estadounidenses durante sus primeros años de etapa universitaria.

La crisis económica, la subida de las tasas de las universidades y la impresión creciente de que los títulos universitarios ya no garantizan buenos empleos ha favorecido la atención mediática en EE.UU. del libro Academically Adrift (1). En él, dos sociólogos muestran cómo muchos universitarios apenas mejoran durante la etapa universitaria en aptitudes como el pensamiento crítico, el razonamiento complejo o la escritura. En Academically Adrift, Richard Arum y Josipa Roska –profesores de sociología en las universidades de Nueva York y Virginia, respectivamente– presentan las conclusiones a las que han llegado después de haber seguido durante cuatro años a 2.300 estudiantes de 24 universidades estadounidenses. El tiempo medio que los universitarios estadounidenses dedican a las clases y al estudio ronda las 27 horas semanales, en comparación con las 40 horas destinadas a divertirse “¿Cuánto están aprendiendo hoy los alumnos de la enseñanza superior?”, se preguntan Arum y Roska. Y la respuesta llega a bocajarro: “No demasiado”. En concreto, el 45% de los estudiantes no mostró mejora significativa alguna durante los dos primeros años de carrera en competencias como pensamiento crítico, resolución de problemas, razonamiento analítico y escritura. De ese porcentaje, unos pocos lograron mejorar algo a partir del tercer año de carrera. Pero todavía hay un 36% de alumnos que, al acabar los cuatro años de carrera, no mostraron ninguna mejora en las aptitudes mencionadas. Hay que suponer que estos alumnos al menos consiguieron acumular los conocimientos necesarios para aprobar sus carreras. Pero esto, para Arum y Roska, tiene poco que ver con la misión de la universidad. “Enseñar a los alumnos a pensar de forma crítica y a comunicarse de manera efectiva son los principales objetivos de la educación superior”, sentencian en American Adrift. Esta frase, tan lapidaria, es lo suficientemente provocadora como para fomentar un debate apasionado de ideas. Y, quizá por eso, el libro ha merecido una buena acogida. Además, los resultados del estudio justifican por sí mismos un alto en el camino para pararse a pensar hacia dónde va la universidad USA. Mucho bar, poca bibliotecaEntre los datos que han sorprendido a los medios están los siguientes: los universitarios estadounidenses estudian de media entre 12-14 horas semanales (la mayoría de ellas son de trabajo en equipo); más de un tercio de los universitarios dedica al estudio cinco o menos horas a la semana; durante el primer año de carrera, la mitad de los alumnos de la muestra no tuvieron que hacer un sólo trabajo que les exigiera más de 20 folios; un tercio no tuvo que leer más de 40 páginas a la semana en ninguna asignatura... El tiempo medio que los universitarios estadounidenses dedican a tareas académicas (horas de clase y horas de estudio) ronda las 27 horas semanales; menos de lo que pasan muchos alumnos de secundaria en la escuela. Y no parece que suden la gota gorda. “Muchos estudiantes de primer año te dicen que la universidad les resulta más fácil que el final de la secundaria”, explica Arum a NPR. Esas 27 horas de “tiempo académico” contrasta con las más de 40 horas semanales de media que dedican los universitarios al llamado “tiempo de socialización” (deporte, bares, redes sociales, discoteca...). 40 horas a la semana eran precisamente las que dedicaban a tareas académicas los universitarios estadounidenses entre 1920 y 1961. Fue a partir de ese año cuando el tiempo medio de dedicación a la universidad empezó a bajar; en 2003, el tiempo de estudio ya estaba en 13 horas semanales de media. De privilegio a obligaciónA Arum y Roska les preocupa que los universitarios de hoy dediquen tanto tiempo a las relaciones públicas y tan poco a hincar los codos. A su juicio, ese desequilibrio se explica por una inversión de expectativas: si antes eran los jóvenes los que esperaban y hacían lo posible por entrar en la universidad, ahora es la sociedad la que espera que los jóvenes vayan a la universidad. La educación superior ha dejado de ser un privilegio para convertirse en un derecho adquirido; y, para cada vez más jóvenes, en una supuesta obligación En un país como EE.UU. –con más de 18 millones de universitarios y más de 4.300 instituciones que garantizan una titulación–, uno puede terminar la secundaria, matricularse en una carrera de dos o cuatro años... y apenas ser consciente de que ha empezado una nueva etapa –más exigente– en su vida. En este clima, escriben Arum y Roska, “la educación superior ha dejado de ser un privilegio para convertirse en un derecho adquirido; y, para un número creciente de jóvenes, en una supuesta obligación”. Una consecuencia de este cambio de mentalidad es que, si bien ahora el acceso a la educación superior está garantizado, “muchos no están preparados para un nivel de exigencia universitario y otros no tienen un plan de futuro claro”. Universitarios desencantadosParadójicamente, mientras la mayor parte de las escuelas de secundaria quieren que sus alumnos entren a toda costa en la universidad (con independencia de sus aptitudes), los estudios universitarios ofrecen peores salidas que antes. Esto explicaría parte de la inquietud que ha provocado Academically Adrift en EE.UU. Las recientes protestas en California echaron leña al debate de las subidas de las tasas de universidades públicas y privadas en ese estado durante el curso 2011-2012 (cfr. Aceprensa, 2-12-2011). Aunque muchas universidades de Los Angeles y Berkeley gozan de un merecido prestigio, la práctica de endeudarse más para costearse los estudios cada vez convence menos sobre todo si el porvenir laboral es oscuro (cfr. Aceprensa, 8-11-2011). Pero si a todo lo anterior se suma, además, saber que el chaval no aprende demasiado en la universidad –bien porque no se le exige, bien porque prefiere socializarse antes que estudiar–, entonces se comprende que American Adrift haya sentado como un tiro. Alex Standish, profesor asociado de geografía en la Western Connecticut State University, lo explica así en Spiked: “[En EE.UU.] cada vez más gente piensa que la educación superior no es sinónimo de buenos trabajos para todos; algunos empiezan a dudar del valor de unos títulos que están dejando a los jóvenes hasta arriba de deudas”. “Y no les falta razón. Cerca del 40% de estudiantes que se matriculan en una carrera de cuatro años no logran terminarla en 6 años; una estadística que por sí misma demuestra que la educación superior no está consiguiendo inspirar a los jóvenes”. ____________________ (1) Richard Arum y Josipa Roksa. Academically Adrift: Limited Learning on College Campuses. University of Chicago Press. Chicago (2011). 256 págs. 25 $. ↑

EE.UU.: la Universidad cuesta cada vez más y exige cada vez menos

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