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Escuelas sin uniforme

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En 2004 se creó en Chicago el Renaissance Schools Fund (RSF), un fondo dotado por organizaciones patronales para apoyar Renaissance 2010, que es un plan del ayuntamiento cuya meta es crear cien nuevas escuelas públicas de calidad en las zonas más degradadas de la ciudad. Desde que comenzó el proyecto, se han recaudado 44 millones de dólares y se han abierto 55 escuelas nuevas. El RSF da a cada una que se inaugura una subvención de hasta 500.000 dólares para los primeros dos años y medio.

Para crear las nuevas escuelas, Ren 10 -nombre abreviado y popular del plan- no parte de fórmulas pedagógicas preconcebidas, sino que estimula la iniciativa social. Va en busca de “emprendedores educativos” que tengan una idea y estén dispuestos a llevarla a la práctica. Pueden ser profesores o directores de una escuela pública, o un grupo de familias, o una ONG, o unos gestores de charter schools (centros públicos pero autónomos). Según Josh Edelman, director de la Oficina para Nuevas Escuelas, los principales requisitos para el éxito son “líderes enérgicos, integración en el barrio y un plan de estudios riguroso basado en un objetivo claro” (The Economist, 10-05-2008).

Una vez aprobada la idea, Ren 10 facilita financiación y da a los promotores amplia libertad para llevar la escuela como quieran. Se le asigna una cantidad de dinero público por alumno y se le permite además recibir fondos privados.

Ren 10 ofrece a los emprendedores educativos tres fórmulas para los colegios que crean: la de charter school, que es la que da mayor autonomía, y otras dos nuevas. Concretamente, en las performance schools ha de haber comité de empresa, como en los centros públicos ordinarios, mientras que las contract schools pueden emplear profesores no sindicados. Según el modelo, las escuelas de Ren 10 tienen mayor o menor autonomía, pero en todo caso mucha más que la tradicional en el sistema público -al que pertenecen-. Por ejemplo, pueden seleccionar a los profesores, para asegurar que sintonizan con el proyecto, o implantar una jornada escolar más larga, o establecer su propia escala salarial, u optar por la educación diferenciada por sexos.

A cambio, Ren 10 fija metas de rendimiento académico y pide cuentas. A los cinco años se revisa la autorización, que solo se renueva si los resultados son satisfactorios.

Hasta ahora las noticias son buenas. Un ejemplo notable es la Urban Prep Charter Academy, una escuela masculina inaugurada hace dos años, con el objetivo de ayudar a los chicos del barrio a entrar en la universidad, en vez de en bandas callejeras. Sus 300 alumnos son todos negros y pobres en un 80%. Visten uniforme y tienen más horas de clase que los de los colegios comunes. Para el próximo curso ofrece 150 plazas y ha recibido unas 600 solicitudes.

Muera la diferencia

Esta cooperación entre los sectores público y privado en la enseñanza es anatema en otros países donde no son los chicos, sino el mismo sistema escolar el que lleva uniforme. Recientemente, la Consejería de Educación de Cataluña presentó un documento de bases para reformar la enseñanza que pretendía añadir flexibilidad y variedad a la red pública (ver www.aceprensa.com, 18-02-2008). Así, proponía que los centros pudieran tener su propio proyecto y seleccionar a los profesores adecuados. También sugería confiar la gestión de centros públicos a entidades privadas sin fin de lucro. Eran ideas similares a las que se aplican en Estados Unidos, pero que constituían toda una novedad en España.

Los sindicatos de profesores de la enseñanza pública se rasgaron el uniforme ante tamaño intento de “privatizar” la escuela, contra el que convocaron una huelga y amenazaron con guerra sin cuartel. No será necesaria. Dos meses después ha salido otra versión del proyecto, sin esas innovaciones pero con una añadida: se prohibirá subvencionar a los centros privados que no sean mixtos.

A decir verdad, la flexibilidad en la red escolar pública tiene enemigos también en Estados Unidos. Allí, como en casi todas partes, la burocracia educativa y los sindicatos de profesores de la enseñanza pública se resisten a que cambie el statu quo. Unos “emprendedores educativos” norteamericanos, a los que el Washington Post (12-05-2008) ha dedicado un reportaje, han tenido que librar una batalla judicial en Maryland para que el estado subiera la financiación a las charter schools, que estaba limitada a una cantidad muy inferior al costo del puesto escolar en los centros públicos ordinarios. El matrimonio Bakke (Dennis y Eileen) dirigen la red de escuelas charter Imagine Schools, una de las mayores del país, con 51 colegios donde estudian unos 25.000 alumnos. La pusieron en marcha con su propia fortuna.

Lo que importa a los padres

Ante actitudes semejantes, uno se pregunta qué puede ser la denunciada “privatización”, aparte de la pérdida de poder por parte de la burocracia y los sindicatos. Con ese mantra se suele invocar el principio de servicio público igual para todos y la tendencia de los centros privados a seleccionar a los alumnos de su gusto, cosa que el Estado no debe financiar. Ahora bien, las charter schools hacen ciertamente criba de profesores, pero no de alumnos, a no ser por sorteo si -como es frecuente- no pueden atender todas las solicitudes de ingreso.

Así ocurre, por ejemplo, en una famosa escuela charter de Nueva York, la Harlem Success Academy. El pasado 17 de abril se celebró el sorteo público para adjudicar las 600 plazas disponibles de primer curso en 2008-2009 entre las 3.600 familias que las habían solicitado. El entusiasmo se explica: en la red de centros públicos de Harlem no hay ninguna otra escuela primaria donde la mayoría de los alumnos lean como se espera de ellos por su edad. Harlem Success recibió en septiembre de 2006 una promoción con un 11% de chicos que leían bien, y en junio siguiente entregó un 86% (cfr. The Economist, 10-05-2008).

Se ve que a esos padres no les asusta la “privatización”, sino la perspectiva de que sus hijos reciban una educación inferior en un centro público de mala calidad del que no pueden escapar. Es un temor característico de las clases bajas, pues la gente adinerada siempre tiene más opciones. De hecho, las charter schools educan en gran parte a alumnos de familias modestas, como hemos visto en el caso de la Urban Prep de Chicago. También en las escuelas Imagine están sobrerrepresentadas las minorías, pues tienen un 39% de alumnos negros y un 22% de hispanos; el 51% del total viven bajo el umbral oficial de pobreza.

Joel Klein, canciller de la red escolar pública de la ciudad de Nueva York, anunció en noviembre pasado un plan para generalizar el modelo charter en todo el sistema. El nuevo gobernador del estado, David Paterson, antes era contrario a las charter schools, pero ha cambiado de idea al ver los buenos resultados de esta fórmula incluso en Harlem, pues -dice- lo más importante es proporcionar una buena educación a todos los niños, y las charter lo logran. Como él, muchos otros en Estados Unidos se van convenciendo de que, para buscar maneras de mejorar las escuelas públicas, hay que quitarles el uniforme.

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