Democracia en la escuela

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Contrapunto

Con el propósito de democratizar la escuela, la ley de educación española de 1984 instauró los consejos escolares en los centros públicos y en los privados subvencionados. Cada dos años, profesores, personal no docente, alumnos -desde los 12 años- y padres acuden a las urnas para elegir a sus respectivos representantes.

La gran decepción es la baja participación de los padres en las elecciones. Pasada la novedad de la primera vez, no ha superado el 20%; en la última convocatoria, hace dos años, fue del 17,85%. Los electores que están siempre en el colegio no necesitan muchos estímulos para ir a votar; pero se ha demostrado muy difícil motivar a los padres para que se tomen la molestia de acercarse a las urnas. Por eso, el Ministerio ha autorizado, a partir de los comicios de este año, el voto por correo para ellos.

Se barajan distintas explicaciones del desinterés de los padres. Una de las más evidentes, que las fuentes oficiales no mencionan, es que difícilmente puede hacer gran ilusión votar a quienes previamente no pueden elegir el colegio adonde llevar a sus hijos. En la red de centros públicos y privados concertados impera una severa zonificación, de modo que los motivos que menos cuentan para adjudicar una plaza escolar son la calidad de la enseñanza, el carácter propio del centro u otras preferencias de los padres.

La democracia en la escuela, si no empieza por la libre elección de centro, es ilusoria. En los servicios públicos, el primer derecho de voto es el que los usuarios ejercen con los pies. Mientras los padres que no pueden pagar un colegio independiente carezcan de esta posibilidad, para elevar la participación a niveles dignos no bastará el voto por correo: habría que implantar el voto a domicilio.

Rafael Serrano

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