Coeducación, ¡ar!

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El debate sobre la coeducación ha vuelto a replantearse. En muchos países la coeducación se implantó con el propósito de poner fin a la discriminación de las chicas en la escuela. Ahora, muchos pedagogos –también en medios feministas– empiezan a decir que la educación separada favorece más la igualdad de oportunidades para las mujeres.

No se trata de una simple moda ideológica, sino de razones avaladas por datos empíricos. Nuevos estudios muestran que muchas chicas rinden más en las escuelas femeninas (cfr. servicios 134/91, 118/92 y 163/92). La mayor parte de los especialistas explican estos resultados señalando que los chicos –especialmente en la enseñanza secundaria– tienden a dominar la clase, en perjuicio de sus compañeras. De hecho, distintas investigaciones coinciden en reflejar que, en los colegios mixtos, las alumnas se sienten postergadas.

Antes, pasaba por moderna y progresista la convicción de que la escuela femenina perpetúa la desigualdad fomentando los roles tradicionalmente adscritos a las mujeres y apartándolas de los estudios en que siempre ha habido un desproporcionado predominio masculino (ciencias experimentales y tecnología). Ahora se descubre que la educación separada combate mejor los viejos estereotipos, pues logra que las chicas destaquen más en ciencias y se orienten, en una mayor proporción, hacia esas materias (cfr. servicio 110/91).

De todas formas, no hay razones absolutamente incontrovertibles en contra o a favor de la coeducación. Lo más significativo del debate actual es que existe, lejos ya del antiguo fervor pedagógico por la enseñanza mixta. El caso no está cerrado.

Pero en España, el Instituto de la Mujer ni siquiera lo ha abierto. El II Plan para la Igualdad de Oportunidades de las Mujeres, elaborado por este organismo y aprobado por el Gobierno, sigue aferrado a la coeducación como objetivo principal. No cabe suponer, a la vista del Plan, que las expertas del Instituto se hayan enterado de que el monopolio de la enseñanza mixta está siendo puesto en entredicho. Sin alusión al presente debate, en el capítulo dedicado a la educación, el Plan propone: «Mantener y reforzar los mecanismos de coordinación interinstitucional y con organizaciones no gubernamentales para promover la coeducación».

La frase sugiere fomento y estímulo. En realidad, el Instituto de la Mujer no va a tener que esforzarse mucho para promover la enseñanza mixta. En España, la coeducación está ya impuesta en los centros públicos desde 1985. Para promoverla en los privados aún recalcitrantes, bastará dejar que la actual política educativa siga su curso. Si el Ministerio continúa ampliando la oferta de plazas escolares públicas incluso allí donde hay privadas suficientes, e imponiendo a los colegios no estatales condiciones –de superficie, de instalaciones, de número de alumnos por aula– prácticamente imposibles de cumplir, no queda más que esperar a que las necesidades económicas de esos centros rebeldes les fuercen a pasar por el aro.

Una medida elemental para favorecer la igualdad de oportunidades es ampliarlas a todos. Si se reducen las oportunidades de elegir colegios femeninos, la desigualdad se acentúa, ya que entonces sólo podrá aprovecharlas la gente con más capacidad económica. Siempre habrá quienes prefieran la educación separada, aunque la oferta sea escasa, y tengan dinero para pagarla, aunque sea cara: no se puede poner puertas al campo… Es decir, no al campo del rico. Porque en España, las familias modestas encuentran cada vez más puertas cerradas en el campo escolar.

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