Primero fueron los NFT (tokens no fungibles) y el criptoarte. Ahora, el metaverso. El mundo de la moda ha dejado atrás su dedicación exclusiva a las pasarelas físicas y se ha metido de lleno en unas nuevas cuatro paredes: las de la realidad virtual aumentada. Además, con la expansión del metaverso que enfila Meta, la antigua Facebook, esta presencia se tornará más habitual entre los usuarios, que querrán vestir a sus avatares ‘a la moda’. Pero ¿se encuentra ahí el futuro de este sector?
Para su colección de otoño 2021, Gucci colaboró con la casa de subastas Christie’s en la elaboración de un vídeo NFT llamado Aria, que se vendió en junio de este mismo año por 25.000 dólares. Además, una versión digital del bolso Dionysus de esta misma marca se vendió en la plataforma de Roblox Corp. por 4.115 dólares. Más que el precio del bolso físico.
Aunque siga pareciendo futurista, no es el primer caso dentro del mundo de la moda, sino que se trata de uno más en la cada vez más larga lista de marcas que se han atrevido con esta novedosa incursión en las profundidades del mundo digital. Ya en 2019, Louis Vuitton vistió a algunos personajes del videojuego League of Legends y creó una colección para ese espacio virtual.
Hasta ahora, mediante los NFT, las marcas tenían la posibilidad de vender sus piezas digitales a un comprador concreto. Pero ahora, con el auge del metaverso –un espacio virtual que brinda una experiencia inmersiva y que opera a través de plataformas digitales y el mundo real–, estas piezas están entrando a formar parte de la nueva realidad virtual, donde se pueden visitar desfiles, agotar colecciones y vestir prendas exclusivas desde la comodidad de nuestros sofás.
El atractivo del metaverso –sobre todo, en lo que respecta al arte y a la moda– reside precisamente en esa unión sin fronteras: permite a cualquier artista crear, y a cualquier usuario comprar y ver el arte –o la moda–de una manera más inmersiva y envolvente de lo que le sería posible a través de una pantalla de ordenador o de teléfono móvil.
La ropa virtual permite a los creadores y diseñadores dar rienda suelta a sus capacidades artísticas gracias a los recursos que ofrece la realidad virtual
Pero resulta paradójico que una industria que se ha basado tradicionalmente en vender elementos físicos –prendas de ropa, accesorios, etc.– se enfoque en venderlos de forma digital, suprimiendo su principal función: la de vestirnos.
Entonces, ¿cómo es que ha tenido tan buena acogida entre los consumidores, agotando colecciones enteras en menos de 10 minutos?
La (supuesta) sostenibilidad
En su mayoría, las prendas presentadas en los desfiles de moda –una de las últimas marcas en sumarse a este fenómeno ha sido Balenciaga, presentando su nueva colección en colaboración con Epic Games– no se producen y venden posteriormente de forma física. Se mantienen exclusivas para ese mundo, permitiendo a los creadores y diseñadores de moda desarrollar y dar rienda suelta a sus capacidades artísticas, a través de multitud de funciones y recursos que pone a su disposición la realidad virtual. Todo ello, sin dañar el medio ambiente. O eso es lo que algunos dicen.
Porque, aunque la industria de la moda es una de las más contaminantes del planeta, los NFT, el metaverso y la realidad virtual, así como las criptomonedas –la forma de pago más habitual en estos ámbitos– requieren de una abundante fuente de energía para sostener a sus servidores.
Una herramienta de la Universidad de Cambridge, que mide el impacto medioambiental del bitcoin, mostró que la minería de bitcoin –el proceso de extraer un nuevo bitcoin a través de la resolución de complejas fórmulas matemáticas– requiere una gran cantidad de energía y puede llegar a consumir en un año más que la totalidad de Argentina en ese mismo periodo de tiempo.
DressX, una empresa especializada en crear “la vestimenta del futuro”, afirma que producir una pieza digital genera un 97% menos de CO2 que una prenda física. Según su página web, con su método eliminan los residuos y los productos químicos de su producción y minimizan la huella de carbono. Pero vestirlo en el mundo digital donde, en su mayoría, se opera con criptomonedas, altera las cifras.
En el metaverso, cualquiera podrá comprar prendas virtuales para participar en una videoconferencia o vestir a la última moda en sus fotos para las redes sociales
No es de extrañar que la supuesta sostenibilidad sea un factor decisivo para los usuarios del metaverso: en su mayoría se trata de millennials y GenZ, dos generaciones muy comprometidas con el cuidado del medioambiente. Y aunque la industria de las criptomonedas y el metaverso está tratando de encontrar alternativas más sostenibles y que consuman menos energía para el desarrollo de sus funciones, sigue tratándose de un sector con elevadas emisiones de CO2.
Socialización: un avatar bien vestido
Otro factor que está ganando cada vez más tracción es el de vestir al avatar de un videojuego o vestirse a sí mismo de forma virtual, para socializar o subir una imagen a las redes sociales.
Ir a la moda siempre ha sido una llave de acceso para los círculos más cool, y de esas normas sociales no queda excluido el mundo gamer. Hace ya años que los veteranos de los videojuegos online compran complementos para sus avatares. Pero ahora es cada vez más habitual comprar prendas de lujo con las que vestir a los personajes en los videojuegos, ya sea con camisetas de Balenciaga, zapatillas de Gucci o sudaderas de Vans, enfundando así una personalidad única al avatar con el que se juega.
Pero también el avatar con el que se “vive” en el metaverso va a requerir ropa nueva, porque esta presencia virtual ya no se limita a los videojuegos. Con la expansión que enfila Meta, la empresa de Mark Zuckerberg, el metaverso pretende albergar en un futuro, entre otros, reuniones virtuales. Y para ellas, habrá que vestir bien, por ejemplo, con una chaqueta virtual de Luis Vuitton y unos tacones virtuales.
Lucir bien online es un tema tan cotidiano, que se invierten en él cada vez más recursos. Por una parte, debido a la pandemia y a las incesantes reuniones por Zoom –seguro que más de uno ha invertido en fondos de Zoom o en un aro de luz para estar más presentable–, y en los que la moda virtual se puede entender como un paso más en ese camino digital que ya estamos andando. Por otra, la añeja presencia en las redes sociales.
Por un like virtual
Porque otra aplicación atractiva de la vestimenta virtual es como recurso para los influencers de moda, cuyo trabajo consiste en cambiar constantemente de looks y postearlos en sus perfiles públicos, procurando no repetir atuendos. A largo plazo, esto resulta en una acumulación ingente de prendas que, como ya han sido vistas en imágenes anteriores, pierden todo interés para futuras ocasiones.
Pero ahora, con la posibilidad de vestir al propio avatar –que tiene un gran parecido a la persona real–, mediante prendas virtuales y no físicas, el problema desaparece. Los usuarios pueden comprar vestimenta digital y usarla en un contexto de redes sociales, vistiendo creaciones diseñadas y «fabricadas» en el mundo digital. Ya se han desarrollado plataformas para ello, como ZERO10, que ofrecen a los usuarios esta capacidad de aumentar digitalmente su yo en redes sociales, sobre todo en Instagram.
También DressX permite a sus usuarios añadir prendas digitales a sus fotos, con un proceso muy similar a la compra online de una marca “al uso”. Añades prendas (NFT) al carro de la compra y posteriormente, tras el pago, puedes vestir a tus imágenes con esos objetos. Desde diademas que rondan los 25 dólares hasta vestidos de cientos de dólares, existen una multitud de opciones para presentarse en la vida virtual.
¿Esto es el futuro?
Con el creciente número de incursiones en el metaverso por parte de marcas de moda y la aparición de una generación de ciberdiseñadores, cabe preguntarse si este es el futuro de la moda.
En un video, i-D preguntaba a tres influencers de Instagram si vestirían prendas digitales en el futuro próximo. Las tres encontraban buenas razones para hacerlo.
Ashley, con una deformación en un brazo, argumentaba que, de esta forma, las prendas se adaptarían mejor a su físico, evitando los problemas con los que se ve confrontada en el mundo real al crear contenido para Instagram: ciertas prendas no le caben por su prótesis. Con las prendas digitales, el problema desaparece. Pero también considera que, al tratarse de moda digital, la única gratificación que se obtiene es la de los likes, no la de vestir la ropa y llevarla en la vida real.
Otra de ellas, Jasmine, modelo e influencer, considera que vestir a fotos con moda virtual acaba siendo como los filtros que uno se encuentra en Instagram. Aunque le parece una vía interesante e innovadora para acercarse al mundo de la moda –uno de los argumentos que emplea es el de la sostenibilidad–, no considera que su futuro se encuentre en el mundo digital. Para los usuarios que estén interesado en la edición y manipulación de imágenes sí que puede ser una vía de futuro; también puede resultar útil a los influencers de moda, para mantenerse al tanto de las nuevas tendencias. Pero a las personas que están interesadas en la moda en sí, la real, no les resultará suficientemente gratificante.
Y es verdad que poco tiene que ver el interactuar con una prenda únicamente de forma visual con el tacto de una blusa de seda o una bufanda de cachemira en el mundo real.