Tina Turner: La inmortalidad de la reina del rock

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Tina Turner

Tina Turner en su gira de 50 aniversario (Birmingham, 2009) / CC Philip Spittle

 

Después de una vida marcada por el sufrimiento personal y el éxito musical, Tina Turner falleció ayer en Zúrich dejando un legado imborrable de supervivencia y talento. Gracias a la meditación y al budismo, evitó en su juventud la tentación del suicidio y, gracias al amor de su segundo marido, que llegó a donar uno de sus riñones por ella, rechazó la eutanasia.

Que Anna Mae Bullock naciese el 26 de noviembre de 1939, dos meses después de empezar la Segunda Guerra Mundial, no parece un dato anecdótico. Era un aviso planetario; esa pequeña venía al mundo a plantar batalla… Y el bombardeo sería constante. Así lo relató en su popularísima biografía (Yo, Tina, Salvat, 1993), que daría lugar a un inmediato biopic que supuso el salto al estrellato de Angela Bassett y el Globo de Oro a la mejor actriz, y la nominación al Oscar para Laurence Fishburne.

“Mi madre no me quería. Era una mujer muy joven que no quería tener más hijos”. Con el tiempo, Tina Turner supo que su madre pensaba en divorciarse de su padre cuando estaba embarazada de ella. Al poco de nacer, Tina y su hermana mayor, Ruby Alline, fueron separadas. Empieza una carrera de obstáculos en las que los cambios de ciudad y de casa eran la norma habitual en un hogar que veía cómo su padre primero, y su madre después, abandonaban a sus hijos bajo la responsabilidad de la abuela.

Nombre y apellido

Con una adolescencia tan marcada, la futura cantante descubre encima de un escenario a su primer gran admirador en 1957. Ike Turner tenía 26 años, 8 más que ella, pero la voz desgarrada de Tina rompió cualquier distancia entre los dos. En los siguientes meses, él le cambió el nombre de Anna Mae a Tina, y le puso su apellido, Turner. Parece imposible empezar una relación artística y afectiva con una metáfora más brillante, pero la realidad supera la ficción. Los éxitos se fueron acumulando, y en 1961, Ike y Tina recibieron su primera nominación a los Grammy con It’s Gonna Work out Fine.

El 26 de noviembre de 1962 se casaron en soledad en Tijuana (México), por deseo del músico, que ya llevaba tiempo ejerciendo el maltrato físico y psicológico sobre la joven. Tina dependía totalmente de Ike y, a pesar de su degradante relación, que incluía la adicción a la cocaína de él, estuvieron juntos hasta que ella se escapó una noche en 1975. Ahí empezó la verdadera leyenda de Tina Turner.

Su reconstrucción como artista no iba a ser sencilla con 40 años recién cumplidos y una carrera estrechamente ligada a la de su exmarido. Hablamos de los años 80, y Madonna, Cindy Lauper o Whitney Houston eran estrellas internacionales mucho más jóvenes que, en muy poco tiempo, se convirtieron en multimillonarias. Sin embargo, durante casi una década, Tina no conseguía que su estilo y personalidad se impusiesen en ese nuevo escenario. Hasta que, en 1984, lanza su segundo sencillo, What’s Love Got to Do With It (“¿Qué tiene que ver el amor con eso?”), con el que llega a ser número uno durante tres semanas. Aunque el vídeo musical no dejaba clara la intencionalidad de la letra, es evidente que antes de Shakira ya existían los ajustes de cuentas musicales. No era solo un acta de venganza a su marido, sino una consolidación de su personalidad. Ella iba a peinarse, a maquillarse y a vestirse a los cuarenta como si tuviese veinte, y la iban a terminar admirando tanto unos como otros.

Por otra parte, y mucho antes de que otros famosos pusieran de moda el budismo, la cantante afirmaba que encontró en esta filosofía un salvavidas para sobrevivir a su desgraciado matrimonio señalando que, gracias a la meditación, evitó la tentación del suicidio.

A los 50… chica Bond

Tina Turner ya no era la estrella desfasada, sino la cara femenina de Pepsi, la ganadora de ocho premios Grammy o la actriz de la tercera parte de Mad Max junto a Mel Gibson. Michael Jackson la eligió como una de las voces principales de We Are The World en 1985, y la admiración de cantantes como David Bowie, Phil Collins, Bryan Adams, Mick Jagger o Eric Clapton, llevaron a la cantante a consolidar algunos duetos memorables. En 1988 logró el Record Guinnes (únicamente compartido con Paul McCartney), al ser los únicos solistas capaces de llenar el Estadio Maracaná de Río de Janeiro, con más de 180.000 asistentes en una sola noche. Canciones como The Best, Steamy Windows, I Don’t Wanna lose You o el tema central de la película Goldeneye, de la saga de James Bond, convirtieron a la cantante en una de las más populares en todo el mundo.

Fueron años de una fama insuperable y parecía que la cantante no estaba dispuesta a retirarse. Tina Turner realizó giras y relanzó recopilatorios después de más de 50 años de carrera musical, en la que no faltaron actuaciones más cercanas a la explotación física que al prestigio del innegable talento musical de aquella a la que se denominaba “abuela del rock”.

Un giro final

Su pausa definitiva se unió al traslado a Suiza en 2013, donde renunció a su nacionalidad norteamericana y se casó con el músico alemán Erwin Bach. En el año 2016, se le diagnosticó un cáncer intestinal de máxima gravedad. Las numerosas complicaciones le llevaron a inscribirse en una organización dedicada a la eutanasia en Suiza, país donde estaba legalizada esa práctica. Sin embargo, para esta última batalla no estaba sola, por primera vez. “Mi marido me dijo que no quería perderme, que no quería a ninguna otra mujer, ni ninguna otra vida. Dijo que éramos muy felices y que haría cualquier cosa para mantenernos juntos. Fue entonces cuando me dijo que me daría uno de sus riñones. Su generosidad me sobrecogió”. Tina recibió el trasplante y vivió unos últimos años de su vida en compañía de Erwin.

En el año 2021, HBO produce el documental Tina, que actualmente puede verse en alquiler en Amazon y Apple. La cantante hizo las últimas reflexiones sobre una vida de éxitos y desprecios, en una producción notable que además adquiere, ahora mismo, un indudable valor histórico y testimonial.

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