La bioética en la prensa

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El virus de la manipulación en las noticias biomédicas
Las informaciones biomédicas ocupan un puesto cada vez más relevante en la prensa. Pero al tratarse muchas veces de cuestiones éticas controvertidas, la línea ideológica de los medios influye no solo en los editoriales, sino en la misma selección y hasta ocultamiento de ciertos datos. El jurista Vicente Bellver, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Valencia, lo pone de relive en un capítulo de su libro «Por una bioética razonable», publicado por la editorial Comares, del que seleccionamos algunas páginas (1).

Es inevitable, y lógico, que la línea editorial de los periódicos tenga una enorme influencia en la orientación de las informaciones políticas. En el campo de la biomedicina también es muy visible el peso de la línea editorial. Cuando el diario no tiene opinión sobre una cuestión biomédica en particular, se limita a informar acerca de ella sin más.

Pero cuando la tiene, ésta se pone de manifiesto no sólo en las secciones de opinión sino también en el tratamiento de las noticias: en los titulares, en la selección de las personas a las que se pide la opinión y en el distinto tratamiento que reciben esas opiniones, en los artículos de opinión publicados, e incluso en los contenidos de los que se informa y la orientación con que son presentados. Con ejemplos se entenderá mejor.

De los titulares a la opinión

a) Titulares. Comparemos dos de ellos:

«Científicos coreanos logran clonar embriones humanos con fines médicos» («El País»).«Científicos coreanos crean embriones humanos para extraer células madre» («ABC»).

(…) El titular de ABC es poco preciso porque utiliza el verbo «crear» y no menciona la novedad del hecho, que es la creación mediante clonación. Pero sí acierta al señalar que lo han hecho para obtener células madre. Por el contrario, la inexactitud del diario «El País» se encuentra en la referencia a los «fines médicos», que constituye una finalidad subjetiva (¿por qué fines médicos y no científicos, experimentales, económicos o cualesquiera otro que se pueda imaginar?), y en todo caso incierta por su lejanía en el tiempo. En este caso, «El País» dejó que su línea editorial influyera indebidamente en el titular.

b) Selección de expertos y tratamiento de las opiniones consultadas. El día del anuncio de la primera clonación de embriones, bajo el titular «¿Hito histórico o irresponsabilidad moral?» «El Mundo» recogía posiciones favorables y contrarias. «El País» del día siguiente (14-02-2004) sólo se hacía eco de una posición contraria, la de la Conferencia Episcopal Española bajo el titular «Los obispos tachan de criminal la clonación, incluso la terapéutica»; y la acompañaba de un comentario con un título que habla por sí mismo: «Miedo a la ciencia».

c) Artículos de opinión publicados. El día del anuncio de la clonación de embriones humanos tanto «El País» como «El Mundo» incluyeron un artículo de la misma persona, Bernat Soria, estandarte de la lucha en España por la utilización de las células madre embrionarias en la investigación, en contra de uno de los usos más extendidos de la prensa. Todos los artículos de opinión publicados por ambos periódicos en esos días fueron absolutamente favorables al experimento a pesar de que se trataba de una cuestión notablemente controvertida. Al silenciar las posiciones opuestas o cautelosas con la clonación se consigue desacreditarlas porque da la impresión de que carecen de argumentos para sustentar su posición (…).

Beligerancia informativa

d) Contenidos y orientación de las informaciones. La línea editorial influye también en los contenidos seleccionados. Así, por ejemplo, los diarios favorables a la regulación de la clonación experimental de embriones humanos han tendido a minimizar los resultados científicos e incluso terapéuticos de las células madre procedentes de adulto y a destacar sus riesgos. Por el contrario, apenas se han hecho eco de las importantes dificultades científicas y problemas éticos que suscita la clonación de embriones. En algunos casos, la beligerancia en una posición ideológica ha rayado en la propaganda. Por ejemplo, el diario «El País» publicó entre 2000 y 2005 cinco editoriales con los siguientes títulos: «Clonación curativa» (9-04-2000), «Clonar para curar» (en tres fechas distintas: 5-08-2001, 7-11-2003, 12-08-2004) y «Clonación terapéutica» (13-02-2004).

(…) La clonación no es una acción que tenga efecto terapéutico alguno. Con este adjetivo se pretende neutralizar el rechazo que inicialmente suscita la creación de vida humana con fines estrictamente utilitarios de carácter experimental. Quizá porque eran conscientes de que el adjetivo «terapéutico» aplicado a la clonación va más allá de la simple descripción de un hecho científico para incorporar una valoración ética (y falsa) tanto «The New York Times» como «The Washington Post» utilizaron con mucha cautela o no utilizaron el término «clonación terapéutica» al dar la información sobre el anuncio coreano de la clonación de embriones humanos (…).

El entusiasmo tecnocientífico

(…) A la vieja devoción de la Ilustración por la ciencia se une ahora el ansia por convertir al ser humano en una obra de sus propias manos. La medicina rompe con su modesta misión de curar y prevenir enfermedades, y se convierte en un instrumento para que el ser humano se configure a su antojo. Las técnicas de reproducción asistida dejan de verse como un medio para superar la infertilidad de una pareja, y se convierten en un modo alternativo de reproducción humana. Los psicofármacos no sólo combaten enfermedades psiquiátricas sino que nos proporcionan las características anímicas que deseamos.

La cirugía se desarrolla principalmente como cirugía estética, y pone en nuestras manos la posibilidad de configurarnos físicamente a nuestro gusto. La medicina deportiva no se limita a atender los problemas de personas sujetas a una actividad física de excepción sino que procura los medios para incrementar el rendimiento físico más allá de lo que el organismo podría alcanzar con el esfuerzo personal. Estas áreas médicas -reproducción, psiquiatría, cirugía estética y medicina del deporte- están entre las especialidades que han tenido un mayor desarrollo en la medicina privada, proporcionan ganancias que ni se pueden soñar en la sanidad pública, y constituyen el núcleo de la llamada medicina del deseo.

(…) Llama la atención el entusiasmo con que se tratan las tecnologías reproductivas en la prensa y el escaso interés que se ha prestado a los efectos negativos que ocasionan sobre las mujeres y los niños creados mediante ellas. Algunas de estas técnicas se han desarrollado utilizando a las usuarias de las mismas como objetos de experimentación y, sin embargo, los medios no se han hecho eco de ello.

Apenas ha trascendido la subrepticia selección eugenésica que se lleva a cabo en algunas de las clínicas dedicadas a estas técnicas, particularmente en la costa occidental de los Estados Unidos. Ni tampoco que esa es la dirección hacia la que miran de forma generalizada este tipo de clínicas: no persiguen la producción de una raza mejor pero sí satisfacer los deseos de los futuros padres con respecto a sus hijos. Es la ideología de la eugenesia liberal.

De genio a estafador

Así como el anuncio de la primera clonación de embriones humanos fue acompañado de un espectacular despliegue informativo, ninguna de las informaciones posteriores acerca de las irregularidades éticas en las que el grupo coreano podía haber incurrido tuvo un reflejo ni siquiera lejanamente comparable en los medios de comunicación (…).

Sólo cuando todas las informaciones acerca de las irregularidades éticas, lejos de desmentirse, se fueron ratificando y Woo Suk Hwang se vio obligado a dimitir, empezó a considerarse desde el gobierno coreano la necesidad de emprender una investigación acerca de las condiciones éticas en las que se habían desarrollado los experimentos sobre clonación. Finalmente se descubrió que toda la investigación de Woo Suk Hwang sobre clonación de embriones humanos era un fraude mayúsculo. Los medios de comunicación se centraron en denunciar la irresponsabilidad del investigador coreano y en destacar el daño que esos comportamientos causan a la credibilidad de la ciencia. Pero ninguno de ellos reconoció haber actuado imprudentemente en este asunto, a pesar de que fueron los medios quienes habrían convertido al doctor Hwang, de la noche a la mañana, en el primer gran científico del siglo XXI.

(…) Otra manifestación del entusiasmo biomédico del que participan los medios de comunicación es su complicidad con otros agentes interesados -empresas farmacéuticas, centros de investigación, asociaciones de pacientes, etc.- por medicalizar la vida humana. Las compañías farmacéuticas «necesitan» ampliar continuamente sus mercados y una de las estrategias consiste en convertir cualquier circunstancia de la persona en una enfermedad.

Un medio eficaz para lograrlo consiste en dirigirse a los medios de comunicación con historias diseñadas para crear miedo sobre una determinada condición o enfermedad y para captar la atención sobre el tratamiento más reciente. (…) Los procesos o limitaciones ordinarias de la vida se transforman en problemas médicos (p. ej. la calvicie); algunos síntomas leves, en enfermedades serias (p. ej. el síndrome del colon irritable); los problemas personales o sociales, en problemas médicos (p. ej. la fobia social o la timidez); los riesgos, en enfermedades (p. ej. la osteoporosis); y la prevalencia de una enfermedad se estima muy por encima para maximizar la extensión de una enfermedad (p. ej. la disfunción eréctil).

La religión, enemiga del progreso

Cuando se informa sobre algún experimento o aplicación biotecnológica controvertida desde el punto de vista ético, los medios suelen ofrecer un escenario simplista de la polémica. De un lado, la posición progresista representada por la clase científica y por quienes la apoyan incondicionalmente; de otro, la conservadora, que puede llegar a ser calificada como retrógrada, a cuya cabeza se situará casi siempre a la religión y, en particular, a la Iglesia Católica.

La presentación de la información en estos términos facilita tomas de posición extremas, en las que no hay espacio para plantearse los muchos y complejos problemas que generalmente están implicados. Pero tiene la enorme ventaja de facilitar esas tomas de posición y de alimentar la intensidad, que no la calidad, de los debates.

A pesar de lo extendido que está el estereotipo, vincular la religión con el rechazo al progreso científico es un error evidente. Si fuera cierto, la oposición de la religión no se reservaría a ciertas actividades científico-técnicas sino a todas ellas, lo que evidentemente no sucede.

Es interesante observar el distinto tratamiento que dan los medios a las actitudes contrarias a ciertos desarrollos tecnológicos dependiendo de su procedencia. Si se plantean desde una posición religiosa católica suelen ser enjuiciadas con mucha dureza. Si, en cambio, provienen de otro tipo de grupos de presión -asociaciones ciudadanas, minorías culturales o raciales, ONGs, etc.- entonces reciben un tratamiento más benévolo. Por ejemplo, la oposición a la creación de embriones humanos con fines de investigación en los Estados Unidos se ha vinculado a posiciones religiosas retrógradas, tratando de «olvidar» a los grupos feministas, «pro-choice» y liberales que han coincidido en esta posición.

Neutralizar una voz

(…) Para neutralizar la voz de las religiones -en particular la de la Iglesia Católica- ya he señalado que es frecuente aislar sus posiciones como si fueran sostenidas exclusivamente por ellas, e incluso subrayar las discrepancias que existen en su seno para concluir que ciertas posiciones sólo son compartidas por los sectores más conservadores. Por ejemplo, en el caso de la primera clonación de embriones humanos se presentó el rechazo a la misma como una posición sostenida únicamente por los sectores más conservadores tanto de la Iglesia Católica como de las confesiones protestantes.

Con el objeto de desacreditar las posiciones religiosas se puede llegar incluso a importantes faltas de rigor. En el diario «El País», se eligió como titular de una entrevista con Bernat Soria el siguiente: «Impedir un tratamiento por razones religiosas es una forma de integrismo» («El País», 27-06-2002). Desde el punto de vista formal, el titular no admite reproche porque recoge textualmente una declaración del entrevistado. Desde el punto de vista material, contiene un grave error porque la investigación sobre la que se habla de ninguna manera puede ser calificada como tratamiento. Entonces, ¿tiene sentido poner como titular de una entrevista una falsedad tan patente? No, salvo que se pretenda desacreditar al entrevistado o engañar al lector haciéndole creer que algunas confesiones religiosas tratan de impedir a los pacientes el acceso a remedios terapéuticos (…).

La seducción del sensacionalismo

(…) Los diarios necesitan de las novedades para hacer con ellas las noticias. En la actualidad, esa necesidad de lo nuevo y lo novedoso se ve reforzada por tres ingredientes, que conforman la receta del sensacionalismo (…).

a) La reducción del tiempo al instante. (…) Las noticias no se hacen eco de los años de trabajo, y de los fracasos, que preceden a cada investigación exitosa. En las informaciones de la prensa sobre nuevos medicamentos se ha identificado la presencia de un modelo de actuación consistente en la «pronta idealización y la inmediata condena»: cuando los nuevos productos irrumpen en la escena pública se destacan sus efectos positivos y se minimizan los negativos, aunque éstos sean conocidos tanto por los científicos como por los propios medios.

Si en el futuro el producto no cumple con las expectativas sociales generadas, entonces es objeto de una condena fulminante y ya no se vuelve a hablar de él, aunque existan nuevas y esperanzadoras investigaciones sobre el mismo. En la misma línea, los avances en las investigaciones encaminadas a combatir enfermedades mortales que asolan a la humanidad, como el cáncer, frecuentemente se presentan como si ya constituyeran el paso inmediato para las curaciones, aunque se sepa que no es así. ¿Cuántas veces se ha anunciado en la prensa la victoria definitiva sobre el cáncer? Lo mismo está sucediendo en la actualidad con las células troncales.

Este fenómeno de «idealización inmediata» aporta importantes beneficios a casi todas las partes implicadas. Los periódicos consiguen vender más al incorporar unos titulares tan atractivos para el lector; los grupos de investigación que respaldan esos anuncios alcanzan, momentáneamente al menos, notoriedad y, con ella, quizá el incremento de los fondos para la investigación; los colectivos de pacientes afectados refuerzan su esperanza en una próxima curación; incluso los poderes públicos pueden presumir de los éxitos que van alcanzando los equipos nacionales de investigación (así ha sucedido, por ejemplo, con el investigador coreano Woo Suk Hwang).

Pero los daños que causa este modo de proceder no son desdeñables: se crean expectativas entre los colectivos afectados y en la sociedad en general que van a quedar defraudadas; se llegan a adoptar políticas de financiación públicas o privadas ineficientes o incluso completamente equivocadas por influjo de unas informaciones que no dan cuenta precisa del estado de la ciencia (…).

La personalización de las historias

b) La fascinación por lo cuantitativo y lo extraordinario. (…) Los titulares de la prensa recurren mucho a los números porque saben de su apariencia de neutralidad y de la atracción que ejercen sobre los lectores. Ante una misma información es más frecuente que el titular sea del tipo «el consumo de tabaco crece en un 50% entre los jóvenes en los tres últimos años» que del tipo «el consumo de tabaco en los jóvenes se dispara por el influjo de la publicidad». Parece que el primero sólo ofrezca información objetiva mientras que el segundo contenga elementos apreciativos más subjetivos.

(…) Existe una tendencia muy acusada a ofrecer informaciones poco ponderadas, en las que se sobrevalore lo positivo o lo negativo. Se presume que las historias que presentan una realidad compleja, con respecto a las cuales no cabe hacer un juicio aprobatorio o desaprobatorio sencillo, carecen de interés periodístico (…).

c) La curiosidad pública por las historias personales. Las historias personales son de las que más atraen la atención del público sobre las cuestiones biomédicas. (…) La personalización de las historias biomédicas admite diversas fórmulas. La más obvia consiste en narrar la historia de una persona en particular. La familia Nash será recordada por el impacto que tuvo en los medios la selección embrionaria que llevaron a cabo para obtener un hijo que pudiera ser donante de médula ósea para otro hijo ya nacido que padecía anemia de Falconi.

(…) Más que la envergadura es la proximidad la que hace más atractiva la información al lector. Así, aunque ciertas informaciones tengan una enorme trascendencia por su gravedad o por afectar a muchas personas, si se trata de historias con las que resulta más difícil sentirse identificado, su presencia en los medios de comunicación suele ser mucho menor. Así sucede, por ejemplo, con la extensión de enfermedades endémicas en los países menos desarrollados, con los distintos estándares de protección con que se realizan muchas experimentaciones con seres humanos en esos países, o con la escasez de recursos destinados a combatir los problemas de salud del Tercer Mundo. (…).

____________________(1) Vicente Bellver Capella. «Por una bioética razonable. Medios de comunicación, comités de ética y Derecho». Comares. Granada (2006). 298 págs. 24 €.

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