«En todas las épocas ha habido personas con la suficiente valentía de alzarse en pie»

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Entrevista
Se publica «La Rosa Blanca», la historia de un grupo de universitarios alemanes que se alzaron contra Hitler

Los estudiantes alemanes de «La Rosa Blanca», que pagaron con sus vidas la propaganda contra Hitler, han sido conocidos recientemente por el gran público gracias a la película «Sophie Scholl: los últimos días». Aparece ahora en castellano un libro que cuenta con detalle esta resistencia: «La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler» es el título que acaba de editarse (Libroslibres).

Su autor es el español José M. García Pelegrín, que vive en Alemania desde que cursó sus estudios universitarios de Historia en la Universidad de Colonia, en la que se doctoró. Traductor profesional especializado en arte, es también periodista y crítico de cine.

— Al referirnos a la «Rosa Blanca» hablamos de «movimiento» o «grupo»; pero leyendo el libro se tiene la sensación de que no se trató de un grupo compacto.

— Efectivamente, era más bien un grupo de amigos y de personas con las mismas ideas, que se preguntaron qué podían hacer, dentro de sus limitadas posibilidades, para oponerse a un régimen que consideraban ilegítimo, atentador contra los derechos humanos. Eran conscientes de que la responsabilidad siempre es personal y se sintieron interpelados en sus conciencias, además de sentir responsabilidad de cara al futuro, como dejaron bien claro en una de sus Hojas: «El nombre alemán permanecerá para siempre mancillado si la juventud alemana no se alza para vengar y expiar al mismo tiempo; para aniquilar a sus opresores y construir una nueva Europa espiritual».

— Leyendo las «Hojas» (el libro las reproduce) , sobre todo las cuatro primeras, llama la atención el gran bagaje cultural de estos chicos y la hondura de sus planteamientos filosóficos y religiosos.

— Todos ellos habían leído mucho; en Múnich, mientras cursaban la carrera, entraron en contacto con un grupo de intelectuales católicos como Carl Muth y Theodor Haecker, que supieron encauzar esas lecturas. Con ellos estudiaron obras de literatura, pero también de filosofía y teología, de San Agustín y Tomás de Aquino. Aunque algunos de los miembros del grupo, como Willi Graf, estaban muy enraizados en el catolicismo tradicional, la mayoría se caracterizó por su búsqueda de respuestas a las cuestiones fundamentales de la existencia. En este contexto resulta significativo que Christoph Probst, que había crecido en un ambiente alejado de la religión, pidiera ser bautizado pocos momentos antes de ser ejecutado. En el caso de Sophie Scholl se puede seguir con gran detalle, a través de su correspondencia y de su diario, el proceso de búsqueda de Dios: se aprecia una crisis religiosa justo en los años anteriores, de la que salió muy madura interiormente.

— Asombra la entereza con la que estos chicos se enfrentaron a la muerte…

— Resulta esclarecedor el testimonio del abogado de Alex, quien en la última conversación le confió: «Estoy convencido de que mi vida, por muy corta que parezca, ha de finalizar en esta hora, porque ya he concluido mi misión. Si me liberaran ahora no sabría qué hacer en este mundo». Poco antes, en su última carta, había escrito: «Según la voluntad de Dios, hoy acabaré mi vida terrena, para entrar en otra nueva que nunca terminará». Esa firme esperanza les dio fuerzas; pero también el hecho de que habían cumplido una misión, de que habían seguido los dictados de su conciencia. Sigue Alex: «Me voy siendo consciente de que he servido a mis firmes convicciones y a la verdad». El mismo tenor se aprecia en los testimonios que han quedado de todos los demás.

— ¿Podría decirse, por tanto que los móviles que les impulsaron no fueron principalmente de carácter político?

— Recuerdo una conversación que mantuve con el guionista de la película «Sophie Scholl», Fred Breinersdorfer. En el filme, durante el interrogatorio (basado fundamentalmente en las actas auténticas, pero en parte también ampliado por el guionista), Sophie responde al oficial de la Gestapo que ella no se interesa por política. Le comenté a Fred que me parecía muy acertado que hubiera introducido este diálogo; porque era cierto: su oposición no fue política, sino de carácter humano y religioso. Y me contestó: «Es verdad; no había caído en qué razón tenía cuando lo decía». Cuando, en la cuarta Hoja, escribieron: «quien hoy en día todavía duda de la existencia real de los poderes demoníacos, no ha comprendido el trasfondo metafísico de esta guerra» no estaban haciendo una frase bonita, sino expresando su repulsa del nacionalsocialismo como movimiento fundamentalmente anticristiano y, en el fondo, ateo.

— Hubo también otros movimientos de resistencia contra los nazis de carácter muy diferente. Muchos de esos movimientos continúan siendo prácticamente desconocidos fuera de Alemania.

— Por supuesto. ¿Quién sabe hoy en día que durante los doce años del nacionalsocialismo (1933-1945) más de 130.000 alemanes fueron asesinados por el régimen y que unos 180.000 fueron encarcelados o confinados en campos de concentración, que más de un millón de personas sufrieron interrogatorios y torturas por parte de la Gestapo?

— ¿Qué lección puede aprender un joven de hoy de aquellos jóvenes de la Rosa Blanca?

— Esa misma pregunta se la hice a la hermana de Willi Graf, Anneliese Knoop-Graf, el pasado verano. Además de ser una testigo de excepción -pasó medio año en la misma celda que Sophie Scholl, con su misma compañera de celda y siendo interrogada por el mismo funcionario de la Gestapo-, se ha pasado toda su vida trasmitiendo ese mensaje en conferencias y sobre todo en las escuelas. Me respondió, a manera de resumen: «Mostraron que en todo momento hay personas que, con los medios a su alcance, están dispuestas a luchar contra el mal, por decirlo en términos teológicos, aun a costa de ponerse en peligro, de fracasar o incluso de perder sus vidas. La Rosa Blanca nos ha legado el testimonio de que en todas las épocas ha habido personas con la suficiente valentía de alzarse en pie. Esto es lo duradero de su mensaje». Pienso que también hoy, en una sociedad aparentemente tan distinta, pero en la que estamos sometidos a otros dictados como el de lo «políticamente correcto», también son necesarias muchas personas con firmes convicciones y con la suficiente valentía para defenderlas cueste lo que cueste.

Alberto Fijo

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