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2003 ha sido uno de los años más negros para la libertad de prensa

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El asesinato en Irak el pasado agosto del periodista italiano Enzo Baldoni y el posterior secuestro de los reporteros franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot son dos episodios negros de ataques contra periodistas en el ejercicio de su misión. Desgraciadamente sucesos de este tipo son cada vez más frecuentes. En 2003, según datos del último informe de Reporteros Sin Fronteras, murieron 42 periodistas. Al menos 766 fueron detenidos. Y otros 1.460 agredidos o amenazados.

El número de periodistas fallecidos en 2003 ha sido el más elevado desde 1995. Asia y Oriente Medio fueron las regiones donde se produjeron más asesinatos de periodistas, 16 en cada zona. En Latinoamérica la situación es más o menos estables, excepto en Cuba, donde fueron encarceladas las principales figuras de la prensa independiente. El informe recalca que en el continente africano se observa una tendencia generalizada a la degradación de las condiciones del ejercicio de la profesión periodística.

Un caso particular es el de Colombia. En los últimos catorce años, según información de la Sociedad Interamericana de Prensa, han sido asesinados 120 profesionales de la información.

En Europa, la situación es satisfactoria en los países de la Unión. En cambio, es preocupante en Serbia-Montenegro, donde se ha introducido la censura tras el asesinato del primer ministro, Zoran Djindjic. En Rumania los periodistas tienen serias dificultades cuando investigan asuntos de corrupción o tienen una actitud crítica con el partido en el poder.

Otro dato significativo es que también se han incrementado las detenciones de periodistas: de 446 en 1999 se han pasado a 766. Birmania y Eritrea son, dentro de sus respectivas zonas geográficas, los países que más periodistas han encarcelado. Diecisiete en el primero, y catorce en el segundo.

Otro campo que analiza el informe es el de la censura. Vuelve a ser Asia la región donde más se silencia a los periodistas. En China, por ejemplo, temas como la corrupción, la epidemia de SRAS o de SIDA, solo admiten la dudosa versión oficial. La censura está bien arraigada en el continente africano y en Oriente Medio. El año pasado el «Daily News» de Zimbabue fue cerrado a mediados de septiembre, dentro de la campaña del gobierno de Mugabe para silenciar a la disidencia. En Ruanda se embargó por tres veces al único periódico independiente del país. En Siria se suspendió el semanario «Addomari» y en el Líbano se prohibió la emisión de varios programas al canal de televisión privado «New Television».

El informe recalca la dificultad en la cobertura informativa de los conflictos bélicos. En Chechenia los reporteros rusos y extranjeros se han encontrado con grandes dificultades para realizar una cobertura independiente de la guerra, sobre todo por las trabas del ejército ruso y de los riesgos de secuestro. En Indonesia dos periodistas perdieron la vida tras la proclamación de la ley marcial en Areh. El conflicto de Irak se cobró el año pasado la vida de catorce periodistas, entre ellos, los españoles Julio A. Parrado y José Couso.

Javier Táuler

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