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Una política común para el cine europeo

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Abrumado por el predominio de las películas norteamericanas en Europa, el cine europeo sobrevive apuntalado con subvenciones públicas y cuotas de pantalla. En este aspecto, estamos lejos de una política común en la Unión Europea: cada país tiene sus mecanismos de promoción, y las películas nacionales no suelen ser muy exportables. Tanto en España, donde se discute en el Parlamento la nueva Ley del Cine, como en otros países de la Unión Europea, los mecanismos de promoción del cine se encuentran en un proceso de cambio.

En España, el proyecto de Ley del Cine, en trámite en el Congreso, sustituiría a la ley de 1994 y, en algunos puntos concretos, al Real Decreto de 1997. Entre otras medidas, la versión inicial del nuevo texto ordenaba la desaparición, en un plazo de cinco años, de la cuota de pantalla. En la actualidad, esta cuota obliga a proyectar una película española o de los restantes miembros de la Unión Europea, por cada tres de terceros países, principalmente de Estados Unidos.

Cuota de pantalla, ¿defensa o grillete?

Pero aunque se decía que el proyecto contaba con el consenso de la industria cinematográfica, su discusión en el Congreso está mostrando que productores y exhibidores mantienen puntos de vista enfrentados. En su comparecencia ante la comisión parlamentaria que estudia la ley, los exhibidores manifestaron que la cuota de pantalla vulnera la libertad de mercado y además es inútil para el cine español.

En cambio, para los productores, lo que protege la libertad de comercio es que exista la cuota de pantalla. Sin ella, el predominio del cine norteamericano, que acapara ya el 80% de la taquilla, sería aún mayor. «El libre mercado no existe», aseguró Marisa Paredes, presidenta de la Academia del Cine. «En España, Tom Cruise habla español, mientras que Javier Bardem tiene que aprender inglés para existir en EE.UU.». Allí se denunció también las prácticas, ilegales pero frecuentes, de las multinacionales que imponen comprar lotes de películas norteamericanas, de modo que para conseguir una buena película hay que llevarse también otras mediocres. El trámite parlamentario sigue, pero parece que el Gobierno empieza a replegar velas, y la desaparición de la cuota de pantalla ya no será «automática» al cabo de cinco años.

Por lo que respecta a la política de ayudas, la nueva Ley mantiene el criterio basado en la asistencia de público, es decir, mayores subvenciones a aquellas películas que registren mayores cifras de espectadores en sala. Este tipo de ayuda no deberá superar el 50% del coste de la producción, con posibles excepciones en el caso de películas experimentales o de bajo presupuesto.

Cine español: un 10% del mercado

Probablemente, los más recelosos con esta nueva Ley sean productores y directores, quienes temen que prime lo comercial frente a la calidad artística. Y, complementariamente a las ayudas basadas en los resultados de taquilla, proponen que se mantengan las ayudas anticipadas sobre proyectos para largometrajes de nuevos realizadores o de decidido carácter cultural, así como para el desarrollo de guiones y cortometrajes que contribuyan a la renovación de la creación cinematográfica nacional.

Si nos atenemos a las cifras del año 2000, la cuota de mercado del cine nacional en España ha caído hasta un 10%. Esta bajada se explica, en parte, por la ausencia de grandes producciones durante el año pasado. Cuando los directores estrella de gran aceptación popular no tienen películas en cartelera, el cine español se viene abajo. El año 1999 fue el de Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, La lengua de las mariposas, de José Luis Cuerda, y también de la inesperada Solas, del debutante Benito Zambrano. El resultado fue una cuota del 14,5% para el cine español.

Pero, a pesar de los éxitos aislados, el cine español no vive de la taquilla. El 45% de los ingresos de la industria cinematográfica provienen de la televisión, el 18% de las salas, el 16% de subvenciones públicas y sólo un 7% de las exportaciones (ver gráfico). Así que todavía está lejos de ser internacional y rentable.

En 1999, de 235 películas sólo dos superaron los 1.000 millones de pesetas en taquilla, con la cima de Todo sobre mi madre (1.663 millones). El resto generaron entre todas sólo 10.000 millones en taquilla. Y el único estreno de 2000 que superó los 500 millones de taquilla fue El arte de morir, de Álvaro Fernández Armero.

Las productoras norteamericanas son las que dominan el mercado en todos los países europeos sin excepción (ver tabla).

En 1997 más de la mitad de los films estrenados en la UE eran estadounidenses. Pero lo más importante es la cuota de taquilla del cine norteamericano, que alcanzó una media del 75% en la UE en 1998, con cuotas aún mayores en países como Holanda (90%), Alemania (85%) y Reino Unido (82%). La más baja corresponde a Francia e Italia (ambas con un 64%), países donde el cine nacional se ha defendido mejor.

En España, según datos más recientes del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, la cuota de mercado del cine español (un 10% en 2000) se sitúa lejos del 82% del cine de Hollywood, mientras que el cine europeo sólo alcanza el 7% del total de espectadores españoles. El resto (1%) es la cuota correspondiente a cine producido en otros países no pertenecientes a la UE distintos de EE.UU.

La avalancha del cine norteamericano en Europa no encuentra contrapartida. Las cifras son elocuentes: si en 1989 el déficit de la balanza de pagos cinematográfica UE/EE.UU. se situaba en 2.729 millones de dólares, en 1999 superaba los 6.000 millones.

¿Tratar al cine como cultura o negocio?

Sin embargo, queda aún por resolver una cuestión fundamental que influye en la resolución de los problemas del cine europeo. Se trata de la aplicación del principio de subsidiariedad en relación con el ámbito de la cultura, entendiendo que el cine es, además de un negocio, un bien cultural. Si, por un lado, el artículo 151 del Tratado de la Unión Europea confirma que es competencia comunitaria el desarrollo de una política europea, este mismo artículo restringe dicho poder a acciones de «apoyo y suplemento» de las llevadas a cabo por los diferentes países miembros. Es más, éstos tienen derecho a bloquear aquellas iniciativas de la Comisión que no resulten adecuadas a sus intereses respectivos.

El principio de subsidiariedad sale a relucir en asuntos tan delicados como la aplicación de políticas liberalizadoras o proteccionistas a países como Holanda, Francia o España, en defensa de sus respectivos intereses en el sector cinematográfico. Sin embargo, la autonomía cultural de los países miembros sólo se aplica para aquellas actividades que se consideren puramente «culturales» (medidas encaminadas a lograr un objetivo primordialmente cultural), en oposición a aquellas otras consideradas como actividades de tipo «mixto» (cuando las medidas tienen un objetivo primordialmente económico, aunque además impliquen aspectos culturales).

Aunque pudiera parecer una disquisición puramente académica, hasta que no se definan con claridad los distintos componentes culturales y económicos de la actividad cinematográfica, no podrá llevarse a cabo una política común en este terreno. Mientras no quede claro si es un componente u otro, no lo será tampoco la política a aplicar: liberalización del mercado y del tráfico de productos o protección de los intereses culturales. Como tampoco quedará claro el nivel competencial de las instituciones europeas frente a cada uno de los gobiernos nacionales.

El programa MEDIA: la perspectiva europea

Desde 1991, la Unión Europea viene desarrollando diferentes programas de ayuda a las industrias de la imagen, los denominados programas MEDIA. El último de estos planes, programado para el período 2001-2006, fue aprobado el pasado mes de noviembre con un presupuesto de 400 millones de euros, lo que supone un considerable incremento en comparación con lo presupuestado para el anterior programa MEDIA II (310 millones de euros).

Mientras que los Estados dan subvenciones a la producción, el programa MEDIA Plus concede ayudas a la formación, la distribución y la promoción. Un cuarto aspecto que constituye la novedad de este programa es que el 5% del presupuesto estará destinado a proyectos piloto encaminados a la transición hacia la tecnología digital. Las medidas destinadas a la distribución de películas europeas en los próximos cinco años (hasta 2006) recibirán el 57% del total presupuestado para el programa.

Gracias a los sucesivos programas MEDIA, el porcentaje de películas europeas que han sido distribuidas fuera de las fronteras de su país de origen se incrementó de menos del 14% en 1996 a más del 22% en 1999.

Isabel Hernández Navarro

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