¿Para qué queremos tantos canales?

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David Frost es un productor de televisión muy conocido en el mundo de habla inglesa por sus programas de entrevistas. En declaraciones a International Herald Tribune (9-X-95) opina sobre la posible proliferación de cadenas gracias a las futuras «autopistas de la información».

Las noticias y documentales televisivos han demostrado ser una ventana abierta al mundo, que no recorta sino amplía horizontes. Pero, por supuesto, hay algunos programas que adormecen la mente: me refiero a comedias y concursos estúpidos, que sólo se distinguen por su vaciedad o por tentar a la codicia.

Esto no supone, en general, ningún maravilloso estímulo para mejorar la calidad, y lo preocupante es que, a causa de la multiplicación y fragmentación de los canales, ya no se puedan producir clásicos de gran presupuesto, como Las joyas de la corona o Retorno a Brideshead.

Ahora la gente puede acceder a 36 ó 48 canales, y no hay nada que quiera ver. Nadie dice: «¡Caray!, en este momento hay a la vez ocho programas distintos que me gustaría ver». No sé si es factible o no, desde el punto de vista técnico, que haya 500 canales, pero no alcanzo a ver cómo podrían ser rentables. El resultado sería la reducción de los presupuestos por el exceso de cadenas competidoras.

[La fiebre de las fusiones] es, tal vez, una reacción ante el miedo a la fragmentación. Es también un tributo a la moda. En los medios de comunicación, dos sucesos hacen una moda. En cuanto se produce un par de macro-fusiones, la gente da por supuesto que estamos en la era de las macro-fusiones y que va a haber otras muchas. Creo que, con las dos recientes fusiones, hemos llegado al cenit y que en realidad ya no quedan muchas más por hacer.

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