La televisión digital, ¿revolución o más de lo mismo?

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Del menú del día a la televisión a la carta
La llegada de la tecnología digital parece abrir una nueva era en la televisión. Para muchos, la caja tonta pasará a ser lista. Otros auguran la muerte de la televisión generalista y en abierto. En algunos países el asunto se ha convertido en motivo de batalla política, como ha ocurrido en España con el debate sobre la ley de TV digital, que acaba de ser aprobada en el Congreso. Pero, la controlen unos u otros, ¿qué supondrá la televisión digital para el ciudadano de a pie? Por de pronto, en España, pagar, algo que muy pocos asocian al hecho de ver televisión. Y quizás una mayor capacidad de elección para el consumidor, siempre que no sea más de lo mismo que ya hay en la actual oferta televisiva.

Si hacemos caso a las estadísticas, un europeo dedica cerca de 4 horas diarias a ver televisión. Un norteamericano casi 6 horas. O, al menos, es el tiempo que está encendido el televisor, aunque la gente no lo mire. No parece que el cambio de la televisión digital suponga vender más cantidad del producto televisivo. El verdadero cambio estaría en vender otro producto, con más calidad de imagen y sonido y mayor posibilidad de elección por parte del usuario.

Más canales en menor espacio

La televisión digital consiste en la emisión de información (imágenes, sonido y datos) con tecnología digital (lenguaje binario de ceros y unos), similar al lenguaje que emplea un ordenador. En resumidas cuentas, la televisión digital es sólo un sistema de compresión de las señales, lo que permite que éstas «ocupen» menor espacio que la tradicional señal analógica.

El grupo paneuropeo DVB (Digital Video Broadcasting) ha tardado cinco años en fijar las reglas básicas para digitalizar, comprimir y transmitir la señal de la nueva televisión que sustituirá poco a poco los sistemas analógicos de cada país (PAL, SECAM, NTSC). Una vez comprimidas, las señales puede viajar por tres medios: satélite, cable o, también, por el sistema tradicional de la televisión terrestre (ondas hertzianas), con las antenas de toda la vida.

¿Por qué supone todo esto un cambio? Basta con imaginar que el satélite, el cable o las antenas son medios de transporte en los que circulan unos particulares viajeros (señales) que llegan a un destino y tienen que pagar el billete. Si éstos son gordos, caben menos en el vagón y además su viaje les sale más caro (señal analógica). Si, por el contrario, son delgados, es posible que quepa un mayor número y que su viaje les salga más barato (señal digital).

La televisión digital abre la puerta a un mayor número de canales, no porque el transporte cambie, sino porque los viajeros deciden hacer una cura de adelgazamiento que permite que aumente su número… y reducir su billete. Junto a esta ventaja evidente, la calidad de la señal digital es mayor, y los viajeros (imagen y sonido) llegan en mejores condiciones a sus destinos.

La diferencia de calidad de imagen y sonido es tal que cuando EE.UU. anunció la adopción de la TV digital, la industria japonesa, que llevaba años desarrollando la TV analógica de alta definición, la abandonó. Además, se trata de una señal bidireccional, lo cual permite la interactividad (siempre que la señal circule por un conductor físico). Este conjunto de cambios ha hecho decir que la televisión digital es una innovación incluso más importante que la televisión en color.

¿Hay que pagar? Sí

El abaratamiento de costes del billete para el viajero no significa, sin embargo, un menor coste para el feliz o desgraciado familiar que espera la llegada de la señal digital en el puerto.

En España, hasta el momento y salvo la excepción de Canal Plus (1,3 millones de abonados) y los hogares suscritos a las incipientes redes de cable (410.000), la televisión ha sido un servicio por el que no había que pagar directamente. Caso aparte es la televisión pública (TVE y canales autonómicos), cuyos déficits paga indirectamente el ciudadano -aunque ni tan siquiera tenga televisor- mediante los impuestos, así como a través de la propia deuda que acumulan (pagada también por todos).

Para algún purista, quizás la financiación publicitaria de las televisiones comerciales y las públicas (que en el caso de España también compiten por la tarta publicitaria sin restricciones adicionales) implica asimismo que el consumidor «paga» mediante el tiempo empleado en ver televisión: un tiempo que se dedica a la «productiva» actividad de generar audiencia constituyendo una nueva mercancía (el telesegundo) cuya comercialización depende de las empresas televisivas.

En cambio, pagar, en sentido estricto, por ver televisión es algo común en los países donde la televisión por cable se ha desarrollado o incluso en otros donde se establece un canon por la simple tenencia del aparato u otros sistemas que se materializan en una factura que el consumidor ve y, en consecuencia, a la que atribuye un valor.

Es posible que hacia el año 2010 las propias cadenas generalistas (que hoy emiten en abierto y con señal analógica) también transmitan sus señales en digital y sin que cueste dinero al usuario; pero la televisión digital que se prepara implica un pago directo por parte del usuario, tanto por el equipo como por el abono a esa multiplicidad de canales que se prometen y, también, por la visión de determinados programas.

No hay que olvidar que la televisión digital supone la fragmentación de las audiencias, con lo que las tarifas publicitarias ya no podrán ser como cuando había audiencias millonarias. Así que la financiación descansará cada vez más sobre las cuotas de los abonados.

Las oportunidades de negocio son grandes, pero también muy arriesgadas. Para pasar a la señal de ceros y unos, hacen falta cifras con muchos ceros. Con estas inversiones multimillonarias debe cubrirse la producción de los descodificadores, el marketing para el lanzamiento de la nueva oferta, la gestión automatizada de un sistema de suscripción y control del payper-view… La magnitud de las inversiones y los riesgos han provocado en Europa una fiebre de alianzas entre los principales grupos televisivos, que a veces han acabado en ruptura antes de poner en marcha el negocio.

Un descodificador que entienda a todos

Para que la televisión digital pueda ser recibida en casa es necesario añadir un nuevo aparato al parque televisivo: un descodificador. Nuestros actuales aparatos de televisión están diseñados para recibir señales analógicas y son incapaces de entender al viajero digital, para lo cual requieren un traductor permanente -el descodificador-, un pequeño artefacto del tamaño de una caja de puros acoplable al televisor.

Este particular intérprete puede ser capaz de entender cualquier señal digital (descodificador compatible), sistema que permite al usuario ver cualquier oferta que desee. En el otro extremo están los descodificadores de llaves exclusivas, de forma que el hogar sólo puede acceder a un conjunto de canales o a otro. Y hay también otro tipo de descodificadores que tienen un sistema común hasta un determinado límite, a partir del cual funcionan con tarjetas adicionales que permiten el acceso a otras ofertas sin tener que cambiar de descodificador.

De ahí la batalla que se ha producido en España y en otros países, a propósito de la compatibilidad o incompatibilidad de los descodificadores. Si cada plataforma digital exigiera un descodificador exclusivo, el telespectador que quisiera tener acceso a más de una tendría que ir añadiendo descodificadores, sin posibilidad de cambiar con un solo mando. Y como el que da primero da dos veces, quien tomase la delantera tendría algo parecido a una audiencia cautiva.

Sin duda, el telespectador está a favor de la compatibilidad. Por eso, las distintas plataformas digitales afirman que con su descodificador podrán verse también los canales de otras plataformas, aunque si luego en la práctica no se ven, se acabará echando la culpa a las características técnicas del competidor. Por otra parte, en el caso de que la señal venga por satélite, la antena parabólica debe estar orientada hacia el satélite que la envía. De poco sirve que el descodificador sea compatible, si las señales de las distintas ofertas de TV digital llegan por satélites incompatibles.

Si el transporte utilizado por la televisión digital es el satélite (caso en principio de España), hay que que colocar la correspondiente antena parabólica con un cable que acerque la señal hasta el televisor. Cuando la señal digital viaja por la antena no será necesaria ninguna adaptación adicional al descodificador. Y para que el viajero digital llegue por la red de cable, se requiere, evidentemente, que el hogar esté cableado.

Una nueva generación de televisores

Pero, además, hace falta pagar por el acceso a los nuevos canales. Este pago implica la cuota de inscripción (10.000 ó 30.000 ptas. en el caso de las dos plataformas digitales en España), que, en algunas fórmulas, incluye el descodificador (en cesión de uso) y los gastos de instalación. A este pago inicial se suma el abono mensual (de 2.500 a 3.000 ptas. en España), que da derecho al paquete básico de canales (unos 35 canales en España) y los posibles pagos por determinados servicios adicionales, que se cobran aparte.

En vez del descodificador, también cabrá la posibilidad de adquirir un receptor de la nueva generación de televisión digital, que saldrán al mercado en los próximos años. Estos nuevos televisores, que, lógicamente, serán más caros, tendrán una mayor calidad de sonido e imagen y serán, realmente, los que nos harán apreciar la alta definición de la televisión digital.

La fabricación de estos aparatos depende, en primer lugar, del acuerdo sobre las características básicas que deben incorporar, algo que puede dejarse en manos de los fabricantes, como se ha decidido en EE.UU., o también ser regulado por los gobiernos. En Estados Unidos, los nuevos receptores de televisión digital, que estarán a la venta en 1998, se calcula que costarán unos 2.500 dólares y se prevé que su precio no bajará hasta dentro de diez años, cuando la transición a la televisión digital haya acabado.

De la televisión generalista a la temática

La primera novedad que permite la televisión digital es, en principio, una mayor oferta de canales, lo que no implica necesariamente una «nueva» oferta.

La televisión digital abre la puerta a la especialización, algo que ya existe, aunque sea de modo incipiente, en la actualidad en España, bien en abierto (por ejemplo, Canal Clásico, Teledeporte, Euronews), bien de pago (por ejemplo, Cine Classics, Cinemanía, Documanía y Minimax de Canal Plus).

¿Por dónde irá la especialización? Un vistazo a los actuales canales «temáticos» que ya podíamos ver en España puede servir de guía: cine, deporte, documentales, programas infantiles y noticias. Si además observamos lo que ha ocurrido en otros países donde el cable se ha desarrollado (con pluralidad de oferta y mediante pago, lo que le hace similar en este sentido al «digital»), es previsible que los nuevos canales temáticos abunden aún más en la especialización (sólo fútbol, series antiguas de televisión, dibujos animados, sólo música y, también, pornografía).

Este panorama implica que los canales temáticos van a necesitar contenidos, muchos contenidos para mantener su programación, aunque no significa que todos vayan a ser «nuevos». Un amplio porcentaje de la televisión digital emitirá simplemente películas o series, acontecimientos deportivos o noticias, y sólo una pequeña parte se dedicará a la emisión de producciones nuevas.

Paga y ve lo que quieras

Pero, más allá de los canales temáticos, la televisión digital ofrece otro abanico de posibilidades. Bajo el sistema «Pay-per-view» (pago por visión) el usuario podrá optar por un determinado evento (un partido de fútbol, un concierto, etc.) mediante el pago de una cantidad suplementaria. Otra opción es el «near video on demand» (vídeo casi a petición), por el cual el telespectador elige dentro de un menú de programas y películas en la pantalla cuál quiere ver y a qué hora, también mediante pago suplementario. Como es fácil de imaginar, las «estrellas» de estas dos opciones serán, casi sin duda, los eventos deportivos y el cine.

Isabel HerreraLa fusión del PC y del televisor

La última baza de la televisión digital son los servicios multimedia, quizás lo más interesante de todas las opciones y, desde luego, la que explica el formidable interés económico que despierta la televisión digital para una amplia variedad de empresas. El televisor se convierte en un terminal multimedia a través del cual será posible acceder a una amplia diversidad de servicios interactivos: telecompra, telebanco, etc.

Hasta ahora, los intentos de televisión interactiva sólo han servido para demostrar que los costes eran ruinosos y los usuarios apáticos. Ahora, se abre una nueva vía a través de la fusión del aparato de televisión con el ordenador personal.

En Estados Unidos, al anunciar la Comisión Federal de Comunicaciones que las 1.500 estaciones de televisión deberán pasarse a la emisión digital antes del año 2006, se ha producido una verdadera conmoción. Este calendario supone que en diez años habrá que renovar el parque de pequeñas pantallas, con un mercado potencial de 200 millones de unidades. Y los fabricantes de televisores y los grupos informáticos compiten para tomar la delantera en el goloso mercado de la televisión digital.

Y es que el descodificador aplicado al receptor actual jamás garantizará la calidad de imagen que podrá ofrecer un nuevo televisor digital. La única ventaja del descodificador es que su alquiler cuesta mucho menos que comprar un nuevo aparato.

El matrimonio de conveniencia entre el PC y el televisor puede seguir dos caminos: utilizar el PC como una caja pasiva para recibir imágenes de televisión o bien convertir el televisor en una puerta de acceso a Internet. El punto de partida es que el 98% de los hogares norteamericanos están equipados con un televisor y sólo el 40% de ellos disponen de un ordenador personal. De ahí que las empresas del sector informático hayan visto en la renovación del parque televisivo una gran oportunidad para penetrar en el mercado familiar. Así, Microsoft acaba de comprar WebTV Networks, una joven empresa creadora de un aparato que, acoplado al televisor, permite el acceso a programas de televisión, Internet y los más variados servicios interactivos. El coste de este aparato sería de unos 300 dólares (45.000 ptas.), considerablemente menor que los receptores que sólo ofrecen televisión digital y también menor que los 2.000 dólares (300.000 ptas.) que cuesta un buen PC.

Evidentemente, la calidad de imagen que pueda ofrecer este sistema deja todavía mucho que desear para un telespectador. Una cosa es el usuario que, sentado a corta distancia del monitor del PC, lo utiliza para navegar por Internet en busca de información; y otra, la familia sentada en el sofá de la sala de estar viendo una película. Pero las empresas informáticas han asegurado que la mejorarán, interesadas como están en abrirse paso en el mercado familiar.

Otra posibilidad de esta fusión es que mientras se ve, por ejemplo, una competición de atletismo en la televisión, pueda desplegarse una ventana en la pantalla con información tomada de Internet sobre los récords de la temporada. O que, para seleccionar un programa en este reino de la abundancia, en vez de recurrir a las cada vez más inútiles guías de televisión, se seleccione con un simple click en un listado ofrecido por Internet.

Pero en todo esto hay más posibilidades que realidades. En la tierra aún bastante incógnita de la televisión digital, puede haber muchas sorpresas, también para los que pilotan las plataformas.

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