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Hollywood, a la caza de libros

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Las productoras de cine de Hollywood rastrean el país en busca de libros que llevar a las pantallas. Cuando no compran derechos de bestsellers, lo hacen con obras desconocidas, incluso antes ser publicadas. No en vano tres de las diez películas más taquilleras de 1994 surgieron a partir de un libro. Esta interacción entre el mundo editorial y el cinematográfico promete ser duradera, a juzgar por una serie de signos que señala The New York Times.

El año pasado dos bestsellers (de Tom Clancy y de Anne Rice) dieron lugar a dos películas de alta recaudación en salas (Peligro inminente y Entrevista con el vampiro), mientras que un libro poco conocido de Winston Groom dio pie al film Forrest Gump.

A las productoras les suele resultar más seguro y ventajoso adaptar un libro, en lugar de trabajar a partir de un guión cinematográfico. El libro narra las historias más detalladamente, y sus personajes están mejor definidos. Por el contrario, cuando una productora contrata un guión original a menudo sólo firma por una buena idea que todavía no se ha desarrollado. Además, si el libro es un bestseller, la productora se beneficia de la siembra previa de la publicidad editorial.

Tanto interés tienen las productoras por los libros que muchos de sus ejecutivos se han suscrito a la revista Publishers Weekly, de novedades editoriales.

Consecuencia de esta búsqueda incesante por parte de las productoras es que a veces los agentes literarios venden un original antes al cine que a un editor. Y hasta escritores poco conocidos se han sorprendido al ver que una productora pagaba millones por los derechos cinematográficos de su libro.

Por su parte, los editores de libros también se benefician del éxito de una película, pues aprovechan fotogramas del film para ilustrar la portada o el interior de los libros. El éxito de Forrest Gump es un ejemplo de cómo el cine también puede servir para dar a conocer libros desahuciados por los editores.

En esta corriente de influencia mutua entre el cine y el mundo editorial, proliferan los autores que tienden a escribir con un marcado estilo cinematográfico, pues desean antes que nada ver algún día sus novelas en las pantallas.

Otro cambio señala que Hollywood está sedienta de historias: los estudios han acordado con los guionistas reorganizar el orden de aparición en los títulos de crédito de las películas.

Lo normal es que la importancia de los títulos vaya aumentando hasta llegar al último, reservado para el director. Los productores solían ser los penúltimos, y los antepenúltimos eran los guionistas. Tras el acuerdo de la asociación profesional de los guionistas y los representantes de los estudios de Hollywood, se invierte el orden de guionistas y productores. Como reacción, éstos se reunieron a final del mes pasado para plantear una estrategia en contra.

Pero los guionistas quieren más: compartir el último título de crédito con el director, lo que todavía se está negociando. La opinión de Roger Simon, guionista que participa en el acuerdo, es que «existe una razón contundente para considerar al guionista y al director como los autores creativos de una película, y, por tanto, para que sus nombres deban aparecer juntos: el hecho de que tradicionalmente, en las críticas, el grueso de las alabanzas y de los reparos recae en los dos».

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