Niños de 22 semanas

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Contrapunto

«Milagro en Navidad», decían los periódicos. Se trata del niño nacido en un hospital de Sevilla el día de Navidad, un bebé prematuro de 24 semanas y 700 gramos de peso. La doctora que atendió el parto no advirtió señales de vida en el niño y certificó su defunción. Con permiso de la madre, una matrona bautizó al niño. El cadáver del bebé fue introducido en una de las cámaras frigoríficas del mortuorio. Al cabo de tres horas, su padre quiso ir a ver el cadáver. Y, para su gran sorpresa, advirtió que el niño se movía. El bebé fue trasladado a una incubadora, donde los médicos intentan sacarlo adelante. El Servicio de Salud ha abierto una investigación para averiguar cómo ha podido producirse este «error de diagnóstico».

El caso ha conmocionado a la opinión pública y ha dado materia para amplias informaciones. No hay fotos del bebé, pero cualquier periódico habría pagado por darlas.

En los mismos periódicos de esos días, unas páginas más adelante, en la sección de anuncios breves, pueden leerse varios de este tenor: «Clínica X. Autorizada interrupción voluntaria del embarazo hasta 22 semanas». Es la industria abortista, que practica el aborto libre disfrazado de terapéutico, equiparando el embarazo no deseado a un grave peligro para la salud psíquica de la madre. Sus víctimas son bebés con un grado de desarrollo como el del recién nacido sevillano, pues no es que estas clínicas afinen mucho en cuanto a las semanas de gestación.

La única diferencia es que estos otros bebés no tienen nombre ni certificado de defunción. No hay padres que quieran conocerlos. No van al depósito de cadáveres sino al cubo de la basura. Tampoco nadie abre una investigación para comprobar si se ha respetado la ley. El único fallo médico en su caso sería que el médico no lograra quitarle la vida. Y es mejor que no haya imágenes, no sea que la opinión pública se conmocione.

Ignacio Aréchaga

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