Los minusválidos no quieren la «muerte por compasión»

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Hay quien supone que los minusválidos tienen baja calidad de vida y son partidarios naturales de la eutanasia. Ellos no están de acuerdo, y en Estados Unidos han empezado a organizarse en contra de la «muerte dulce». Lo cuenta Nat Hentoff en la revista neoyorquina The Village Voice (artículo reproducido en The Globe and Mail, Toronto, 24-VIII-96).

Una organización de minusválidos ha emprendido una campaña -en la calle, en los hospitales y en los medios de comunicación- para impedir que les arrastren al «suicidio asistido». El motivo es dos recientes sentencias de sendos tribunales federales que han considerado legítimas las actuaciones del «Dr. Muerte», Jack Kevorkian, y por tanto han legalizado la eutanasia y la cooperación al suicidio [ver servicios 42/96 y 80/96].

(…) Sabiendo de sobra que muchos doctores y gerentes de hospitales tienen en poco la «calidad de vida» de los minusválidos, estos activistas no quieren presenciar una «procesión hacia los hornos», en palabras de uno de ellos.

La nueva organización se llama «Not Dead Yet» [«Todavía Vivos»]. Una de las principales dirigentes es Diane Coleman, directora ejecutiva del Progress Center for Independent Living [Centro para el Progreso de la Autosuficiencia]. Es una abogada con amplia experiencia en promoción de los derechos civiles, en aspectos tanto organizativos como jurídicos, así como en investigación sobre minusvalías. Es minusválida de nacimiento y lleva desde los 11 años en silla de ruedas a causa de una atrofia muscular en la espina dorsal.

«Los minusválidos somos como el canario en la mina -dice Coleman-. El asunto de la cooperación al suicidio y la eutanasia es una piedra de toque para nuestro país. Si se decide que los minusválidos, los enfermos crónicos o los terminales estamos mejor muertos, ¿quiénes serán los siguientes? Hay un riesgo enorme de que se produzcan muertes injustas de discapacitados, pues nosotros no recibimos las ayudas para prevenir el suicidio que se da a las personas sin minusvalías. Si uno de nosotros pide la muerte, los demás dan por supuesto que su decisión es racional. Los médicos subestiman de manera sistemática nuestra calidad de vida, en comparación con nuestras propias valoraciones».

(…) Otro dirigente de Not Dead Yet es Woody Osburn, especialista en derechos civiles que trabaja con dedicación completa para la Coalición de Ciudadanos Discapacitados de Pensilvania. «Los minusválidos norteamericanos -dice este tetrapléjico- no pedimos compasión ni piedad letal. Queremos libertad. ¡Queremos vivir!».

(…) Pude conversar con otro dirigente de Not Dead Yet , Joe Ehman, que escribe en una publicación vigorosa y provocadora: Mouth: the voice of disability rights. Así relata su encuentro con una visión claramente sesgada de su propia «calidad de vida»: » Pocas horas después de la operación, todavía bajo los efectos de la anestesia, vino una asistente social que quería forzarme a firmar una orden de que no me reanimaran [en caso de pérdida de conciencia]. Hice acopio de fuerzas y grité: ‘Tengo 30 años. No quiero morir’. Una enfermera entró en la habitación y me preguntó por qué maltrataba verbalmente a un miembro del personal sanitario. Respondí que no tenía a mano nada que arrojarle [a la asistente social].

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