·

El pequeño gran hombre de Flores

publicado
DURACIÓN LECTURA: 6min.

Un equipo de investigación australiano, dirigido por los paleoantropólogos Peter Brown y Mike Morwood, ha anunciado en la revista «Nature» el descubrimiento de una nueva especie humana distinta a la nuestra pero coetánea. El espécimen encontrado en la isla de Flores (Indonesia) medía poco más de un metro y tenía un volumen craneal similar al de un chimpancé (380 cm3). Sin embargo, parece tratarse de una especie inteligente a tenor de los instrumentos líticos que se le atribuyen. Si se confirman todos estos datos, estaríamos ante un hallazgo extraordinario.

Flores es una pequeña isla del archipiélago indonesio situada entre Java y Timor. Los restos humanos allí encontrados (un cráneo en muy buen estado y parte del esqueleto, entre la que se encuentra la pelvis) han sido hallados junto a diversos restos de fauna extinta, tales como elefantes enanos y lagartos gigantes. La antigüedad de los restos (18.000 años) implica que eran humanos coetáneos de nuestra especie. Los restos encontrados en Flores se atribuyen a una especie humana («Homo floresiensis») distinta a la nuestra y que habría evolucionado, muy posiblemente, a partir de «Homo erectus».


H. erectus hallado en Java (izquierda), comparado con H. floresiensis(Foto: Peter Brown)


La pelvis sugiere que debía de tratarse de una mujer, y el notorio desgaste de los dientes implica que debió de morir en edad adulta; de modo que su pequeño tamaño corresponde a una característica específica y no a una vida poco longeva.

¿Por qué era tan pequeño?

Cuando una población de herbívoros de gran tamaño queda aislada geográficamente en un área pequeña donde escasean los recursos alimenticios, la única forma que tiene de sobrevivir es reducir su tamaño (así, por ejemplo, en la isla de Sicilia los elefantes llegaron a reducir su peso a tan sólo 250 kg). De forma que al cabo de un tiempo esta población evoluciona dando lugar a una especie nueva que, aunque heredera o descendiente, resulta distinta de la especie madre.

Según Brown, este mecanismo evolutivo es el que debe de haber permitido el surgimiento de «H. floresiensis». Una población ancestral de «H. erectus» pudo haber llegado navegando (algo de por sí ya admirable) hasta la isla de Flores; allí quedaría aislada y evolucionaría hasta dar lugar a estos humanos diminutos.

¿A partir de qué especie surgió?

Si realmente evolucionaron a partir de «H. erectus», ¿lo hicieron antes de llegar a Flores o fue «erectus» quien colonizó la isla y allí evolucionó hacia esta nueva especie humana? Según sus descubridores, esta última es la hipótesis más plausible para poder explicar su diminuto tamaño; pero de ser así implicaría que «erectus» ya era capaz de navegar hace más de 750.000 años.

Los restos humanos más relacionados con los de Flores se hallan, lógicamente, en la isla de Java, donde se han encontrado restos de «H. erectus» con una antigüedad que podría alcanzar 1,8 millones de años. La colonización de gran parte del actual archipiélago de Indonesia no representaría un problema especial para estos humanos porque en aquella época estaría unido a Malasia.

Pero el poblamiento de Flores es ya otra cuestión, pues este territorio, desde que existen humanos, siempre ha sido una isla y estaba separado de tierra por aguas muy profundas; aguas que hoy son muy agitadas y con intensas corrientes. De modo que cuando en 1968 Verhoeven descubrió en Flores instrumentos líticos asociados con restos de elefantes extintos y con una antigüedad de 750.000 años, la comunidad científica se sorprendió. ¿Había sido «H. erectus» capaz de navegar por aquellos mares tan peligrosos?

Si «H. erectus» fabricó balsas y navegó hasta la isla, situada más allá del horizonte y, por lo tanto, fuera del alcance de la vista, no cabe duda de que deberíamos atribuirle unas capacidades cognitivas realmente significativas.

¿Inteligencia humana con cerebro de chimpancé?

Otra pieza del rompecabezas la constituye la tecnología. Asociadas a «H. floresiensis» han aparecido miles de herramientas líticas, muchas de las cuales tienen una antigüedad de 75.000 años. Estos instrumentos presentan unos rasgos tecnológicos similares a los que fabricaban los «sapiens «y los «neanderthalensis» de la misma época, que estaban dotados con cerebros de un volumen tres y cuatro veces superior al de «floresiensis».

¿Cuál fue el origen de la tecnología de los «H. floresiensis»? ¿La heredaron de «H. erectus»? ¿Fueron capaces de inventarla ellos a partir de un cerebro tan diminuto? Desde luego éste es uno de los puntos más controvertidos del descubrimiento de Brown y Morwood.

¿Cómo es posible que un ser humano pueda ser inteligente con un cerebro tan pequeño? La mayoría de los cráneos de australopiteco descubiertos hasta la fecha tienen un cerebro más voluminoso que el de esta mujer humana. Sin embargo, «H. floresiensis» debía de ser inteligente, puesto que, según parece, fabricaba herramientas.

En los últimos años la paleoantropóloga Leslie C. Aiello ha puesto de moda la tesis de que nos hicimos humanos gracias al consumo de carne. Esta tesis incluye dos hipótesis básicas: a) el aumento de cerebro se debe al aporte de proteínas derivado de la ingestión de carne; b) la inteligencia emerge a partir de un cierto grado de encefalización. No cabe duda de que ambas hipótesis son altamente especulativas y, por ello, notoriamente controvertidas.

Sobre la primera hipótesis, el especialista en genética y evolución humana Stephen Oppenheimer se pregunta: «¿Por qué creció nuestro cerebro y no el de los demás mamíferos que vivían en el límite de la sabana?» (1). Para añadir a continuación que «sin testimonios, todo lo que se diga sobre el papel del clima y de la dieta carnívora en el crecimiento encefálico se queda en pura especulación».

En relación con la segunda hipótesis, parece lógico pensar que la inteligencia tiene algo que ver con el notable tamaño de nuestro cerebro (en proporción al volumen de nuestro cuerpo). Sin embargo, «cada vez hay más pruebas de que el cerebro de los componentes de nuestra propia especie ‘H. sapiens’ era antes mayor que ahora. Todo indica que se ha ido produciendo una reducción estable del tamaño cerebral humano (sin disminución concomitante del tamaño corporal) durante los últimos 20.000 años aproximadamente. Por tanto, el tamaño del cerebro humano ha experimentado un descenso progresivo durante el mismo período en que se han producido los avances más notorios de la cultura humana» (2).

El descubrimiento de «H. floresiensis» complica esto mucho más. ¿Cómo una especie humana con un cerebro de 380 cm3 pudo ser capaz de fabricar herramientas tan complejas como las que se atribuyen a «H. floresiensis»? Si «floresiensis» es realmente una especie humana distinta a la nuestra, la historia de la evolución humana en los últimos cien mil años tendrá que rescribirse. Además cabe preguntarse si es posible que «erectus» colonizara otras islas de la zona y en ellas evolucionara, por aislamiento geográfico, hacia otras especies humanas distintas a la nuestra y a «floresiensis».

Carlos A. Marmelada____________________(1) Stephen Oppenheimer, «Los senderos del Edén. Orígenes y evolución de la especie humana», Ed. Crítica, Barcelona (2004), pág. 26.(2) Robert D. Martin, «Capacidad cerebral humana», en «Los orígenes del hombre», «Investigación y Ciencia», Temas 19, primer trimestre de 2000, pág. 61.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.