El Parlamento italiano rechaza la fecundación heteróloga

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Roma. Por treinta y seis votos de diferencia, el Parlamento italiano dijo «no» a la fecundación artificial heteróloga, la que se realiza con la aportación de un donante externo a la pareja. Acabó así el primer asalto a un proyecto de ley que se espera desde hace años y que ahora se deberá rehacer, y volver a presentar. Lo más llamativo del caso es que unieron sus votos diputados de partidos políticos que integran tanto el gobierno como la oposición.

Aunque la existencia de ese «partido transversal» fue decisiva para el resultado de la votación, no todos los grupos dejaron libertad a sus diputados. Walter Veltroni, secretario del Partido Democrático de la Izquierda (PDS), tuvo palabras muy duras contra lo que considera «un paso hacia atrás, que deja a Italia fuera de la normativa de la Europa civil y defrauda las expectativas de muchas parejas». Su partido, heredero del Partido Comunista, fue uno de los más convencidos defensores del proyecto. Por su parte, los Verdes calificaron la votación de «reaccionaria» y «neoconfesional». Fue más prudente el primer ministro, Massimo D’Alema, también del Partido Democrático de la Izquierda, quien declaró que el gobierno era neutral en esta materia.

Y es que, quizá por inesperado, el resultado no fue bien aceptado por los defensores de la «libertad de probeta». Muchos vieron en esta votación el resultado de una alianza entre católicos de diversos grupos y la derecha. En el fondo, después de haber alabado la ruptura de la unidad política de los católicos, representada por la antigua Democracia Cristiana, se critica ahora que los diputados voten según su conciencia.

En realidad, más que el debate sobre el contenido del proyecto de ley rechazado, los comentarios se centraron en estereotipos ideológicos. Daba casi la impresión de revivir los slogans usados en las campañas a favor del divorcio y del aborto. «El rechazo al proyecto, se dijo, es un atentado contra la libertad: una ley a favor de la fecundación heteróloga deja libertad para usarla, pero no la impone a nadie». No obstante eso, era casi unánime la consideración de que se necesitan ciertas reglas para evitar problemas: por ejemplo, el riesgo de incesto (la unión entre dos personas que puedan ser hijos del mismo donante desconocido).

Se ha llegado incluso a decir que la decisión del Parlamento es una muestra de la «dictadura de la mayoría», una expresión que raras veces esos mismos comentaristas usan para referirse a otras leyes con las que ellos sí están de acuerdo personalmente. Como se ha visto con las palabras de Veltroni, otro argumento a favor de la fecundación heteróloga es que está admitida en la mayoría de los países europeos y que responde a los deseos de muchas parejas (abundantemente presentados en prensa y televisión).

Que la discusión del proyecto de ley iba a ser encendida se vio ya desde el primer día. Apenas empezado el debate, el Parlamento, con la misma mayoría que luego rechazaría la fecundación heteróloga, aprobó una enmienda según la cual la ley reconocía y tutelaba «los derechos de todos los sujetos implicados, en particular del concebido». Se trataba, de hecho, del reconocimiento jurídico del embrión, algo que no estaba así de claro en el texto del proyecto, preparado por una diputada de la coalición Democráticos de Izquierda. Se intuía que los otros puntos conflictivos iban a ser la fecundación heteróloga, el acceso de las parejas de hecho a estas técnicas, la experimentación sobre embriones y la clonación.

Naturalmente, el rechazo del proyecto de ley no es la situación ideal, pues deja las cosas como estaban, prolonga la situación de Far West de la fecundación artificial que vive Italia desde hace años. Se trata, además, de un terreno en el que se chocan no sólo las concepciones del hombre y de la sociedad, sino los intereses económicos. En Italia existen en torno a 260 centros de cura contra la esterilidad, de los que 80 son estatales y 180 privados. Se calcula que el volumen de negocio anual gira en torno a los 200.000 millones de liras (103 millones de euros).

Diego Contreras

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