El mal salvaje

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Contrapunto

Si se da crédito a la imagen difundida por ecologistas occidentales, los indígenas son pueblos que viven en armonía con la naturaleza. En el último congreso anual de la Asociación Americana de Antropología, especialistas de esta ciencia han desmentido esa visión idílica. He aquí algunos ejemplos que aportaron, tomados de la información sobre el congreso publicada en La Presse (Montreal, 27-XI-93).

Un investigador de la Universidad de Utah, al estudiar los huesos de gamos cazados por los indios norteamericanos a lo largo de varios siglos, ha descubierto que las presas eran casi siempre hembras, lo que dice muy poco en favor de la conciencia ecológica de aquellos nativos. Desmanes parecidos se siguen cometiendo hoy. Los indios de la Amazonia colombiana se especializan en cazar las monas cuando todavía amamantan a sus crías, poniendo así en peligro la perpetuación de la especie. Como los yuquis de Bolivia, que prefieren los monos pequeños y, para colmo, los someten a una lenta agonía matándolos por asfixia. Esta última tribu también practica la recolección, y antes se servía de esclavos que realizaban esta labor; ya no, pero los yuquis siguen sin querer trepar a los árboles, y ahora los talan para tomar los frutos. De modo que casi se han extinguido varias especies de frutales en su zona. Estos y otros casos dieron pie a severas condenas por parte de los congresistas, que también advirtieron contra la ingenuidad de muchos ecologistas.

Así que los indígenas no son ángeles. Pero tampoco demonios. En primer lugar, si a menudo son poco respetuosos con el medio ambiente, también la naturaleza es inmisericorde con ellos. Carentes de los adelantos que han hecho la vida más segura y más larga, su mortalidad es mucho más alta que la de las regiones industrializadas.

Además, cuando los monos son para uno sólo hermosas especies de selvas remotas, es fácil indignarse con los indios que los diezman. Pero ¿qué haríamos nosotros si necesitáramos cazarlos para subsistir y no dispusiéramos de fusiles con telémetro? Al igual que los indígenas americanos, buscaríamos las piezas más fáciles. Por eso, la caza deportiva, regulada por la ley, es más ecológica. Análogamente, en descargo de los yuquis hay que reconocer por lo menos que no tienen las técnicas de cultivo con que en Occidente cosechamos frutos sin necesidad de empobrecer el suelo o esquilmar bosques. El ecologismo no es una virtud del «buen salvaje», sino más bien una preocupación que surge en las sociedades desarrolladas cuando, suficientemente dominada la naturaleza, podemos aprender a admirarla y conservarla.

Rafael Serrano

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