El aborto como despido libre

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Contrapunto

¿Cuáles son los asuntos que más preocupan a los españoles? En su «barómetro» (sondeo mensual de opinión) de marzo, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hizo esa pregunta, sin ofrecer ninguna lista previa de respuestas. Los problemas más mencionados (cada encuestado podía señalar dos) fueron el paro (83,1%), el terrorismo (35%) y la droga (16,3%), muy por delante de otros, como la situación económica o las deficiencias de los servicios públicos. El aborto ni siquiera aparece; pero los partidos de izquierda le han concedido el primer lugar entre sus objetivos. Pretenden que su propuesta de reformar la ley para admitir el «cuarto supuesto» (motivos económicos o sociales), aunque fue ya rechazada por un empate en el Parlamento en febrero pasado, vuelva al hemiciclo este mismo mes, antes de que termine el presente periodo de sesiones.

Difícilmente sucederá así, pues haría falta cambiar el programa de los plenos, retrasando la discusión de otros proyectos presentados antes. Esto requiere el consentimiento de todos los grupos parlamentarios, y el del Partido Popular (PP), en el gobierno, no accede. En un intento de forzar el cambio, el Partido Socialista (PSOE) y Nueva Izquierda han empezado a retirar sus otras proposiciones de ley.

El principal motivo alegado por la izquierda para reformar la ley es acabar con la «inseguridad jurídica» de las embarazadas y de los médicos abortistas. La «inseguridad» consiste en que pueden ser procesados si realizan abortos sin atenerse a las condiciones exigidas por la ley vigente: una definición de «inseguridad» exactamente contraria al significado del término. Inseguridad es más bien la que sufre el feto, que, de hecho, es a menudo (en más del 90% de los abortos) eliminado por poner en peligro la «salud psíquica» de la madre, sin garantías de que la existencia de tan elástico motivo sea rigurosamente comprobada.

Cuesta admitir que el intento de ampliar la ley del aborto obedezca a estrictas cuestiones de principio. Desde luego, no responde a los principios clásicos de la izquierda, que ha tenido siempre en la defensa del más débil uno de sus ideales más preciados. En materia de aborto, la izquierda se pone del lado del más fuerte. Ella, que truena cuando oye hablar de flexibilizar el mercado laboral, reclama el «despido libre» del niño no nacido. Niega que el empresario tenga «derecho a decidir» sobre el tamaño de la plantilla por razones de conveniencia económica, pero quiere otorgar esa misma potestad a la madre del feto. Se opone al imperio del capital, pero hace el juego a las clínicas que se lucran con el aborto.

Los liberales suelen atribuir al socialismo un ingenuo «complejo de Robin Hood», por creer que la justicia se alcanza simplemente repartiendo el dinero de los ricos. Este reproche no se puede aplicar en el caso del aborto. Aquí, el sheriff roba a los desamparados.

Rafael Serrano

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