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Donde existe vida humana, debe respetarse su dignidad

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La decisión del Parlamento británico de legalizar la clonación de embriones humanos con fines terapéuticos ha desencadenado el debate también en otros países. Sintetizamos algunas reacciones.

En Alemania, el nuevo ministro de Cultura, Julian Nida-Rümelin, titular en situación de excedencia de la primera Cátedra de Bioética de Alemania, publicó un artículo en el periódico berlinés Der Tagesspiegel (3-I-2001), en el que defendía la decisión del Parlamento británico. Su argumento fundamental era que «el criterio de la dignidad humana no puede aplicarse a los embriones, porque la autoestima de un embrión humano no puede ser dañada». El artículo ha provocado un rechazo prácticamente unánime, incluso dentro de su propio partido socialdemócrata (SPD). El semanario Die Zeit (18-I-2001) publicaba un amplio artículo del catedrático emérito de Filosofía Robert Spaemann, del que entresacamos algunos párrafos:

«En la decisión del Parlamento británico se habla de la «clonación terapéutica». Lamentablemente, este término es un fraude terminológico; lo que sucede con los embriones humanos no es terapia, sino todo lo contrario: se les mata, se mata a determinados embriones existentes, en aras de desarrollar métodos científicos que quizá en el futuro puedan ayudar a un número indeterminado de personas a mejorar su salud. Y esto, aunque la ciencia ya se encuentra en vías de conseguir ese mismo objetivo con células madre extraídas a personas adultas. La objeción ética es clara: se trata de una violación de la dignidad humana, que prohibe considerar a personas humanas como medios al servicio de los fines de otras personas».

Refiriéndose al artículo del nuevo ministro Nida-Rümelin, Spaemann continúa: «En el espacio cerrado de una Facultad de Filosofía es lícito manifestar cualquier atrocidad (…) Sin embargo, que un ministro de nuestro país, en la primera aportación pública al debate que hace desde su nombramiento, se pronuncie contra el artículo primero de la Constitución, según la interpretación vinculante del Tribunal Constitucional alemán, sin considerar dicha interpretación ni siquiera digna de mención, resulta preocupante. El Tribunal Constitucional, en su jurisprudencia permanente, sigue el principio establecido por él mismo hace dos décadas: ‘Allí donde existe vida humana, le corresponde dignidad humana; lo decisivo no es que el portador sea consciente de dicha dignidad ni sea capaz de preservarla. Las capacidades potenciales inherentes al ser humano son suficientes para fundamentar la dignidad humana’. Esta sentencia dice exactamente lo contrario de la tesis mantenida por el ministro».

Pero Spaemann también muestra en su réplica los errores en que incurre el ministro Nida-Rümelin como filósofo: «Para la personalidad humana solo existe un criterio aceptable: el formar parte biológicamente de la familia humana». «El óvulo fecundado posee el programa completo del ADN. El comienzo de cada uno de nosotros se remonta a un tiempo inmemorial. Lo que, habiendo sido engendrado por el hombre, se desarrolla autónomamente hasta tomar una figura humana madura ha de ser considerado, en todo momento, como ‘alguien’ y no como ‘algo’ que puede servir, por ejemplo, como almacén de órganos de repuesto, para remediar el mal de otras personas, por mucho que estas sufran. (…)

«Afortunadamente, Nida-Rümelin no ha expresado hasta ahora un argumento muy extendido, según el cual ‘eso de los embriones’ funcionará de una u otra forma, pues si no lo hacemos nosotros, serán otros los que se dediquen a ese lucrativo negocio. Este argumento marca el final de la moral. También en la naturaleza mueren personas violentamente. Y, en definitiva, todos hemos de morir. Pero, ¿por eso tenemos que matar o podemos hacerlo? Nadie es responsable de todo lo que sucede. De lo que sí somos responsables es de lo que nosotros hacemos».

Una declaración común de líderes religiosos

The Daily Telegraph (17-I-2001) critica en un editorial la actitud del gobierno laborista ante el llamamiento público de un grupo de autoridades religiosas, que expresaban su oposición al proyecto de ley sobre uso de embriones humanos destinados a la investigación terapéutica, aprobado finalmente el 22 de enero.

«No ocurre todos los días que líderes de las Iglesias anglicana, católica, evangélica, baptista, libre y ortodoxa griega se unan a los representantes religiosos de judíos, musulmanes e hindúes para hacer un llamamiento conjunto a la Cámara de los Lores. Todos mostraban su alarma ante el uso experimental de embriones humanos, que les ha llevado a aprobar una declaración conjunta sin precedentes en la historia británica».

El editorial del Telegraph recrimina «la actitud huidiza de Blair que, por cuatro veces, evitó reunirse con los firmantes de la declaración pública, a pesar del incesante trompeteo de su gabinete para aparecer como un modelo de gobierno comprometido con una sociedad multicultural, multiétnica y multireligiosa».

El diario londinense termina diciendo que «el gobierno ha llamado la atención de los Pares [Lores] para advertirles de que no tienen derecho constitucional a crear una comisión parlamentaria en contra de la voluntad de los Comunes. Los Pares harán crecer su aprecio público si tienen en cuenta la advertencia postrera de Lord Jakobovits, citada por los líderes religiosos: en temas de clonación «un ligero error de cálculo» puede tener consecuencia para futuras generaciones «que quedarán con las manos atadas».

¿Qué son las células madre y por qué son importantes?

La idea de clonación de embriones humanos se ha abierto paso con el fin de investigar sobre las células madre, que podrían utilizarse con fines terapéuticos. El profesor Vicente Bellver, titular de Filosofía del Derecho y director del Master en Derecho y Bioética en la Universidad de Valencia, escribe en Claves de Razón Práctica (enero-febrero 2001) un artículo en el que explica la importancia de estas células.

«Las células madre son aquellas que todavía no se han convertido en células diferenciadas de un determinado órgano o tejido. Son células que, en el futuro, se convertirán en células del hígado, del riñón o de los nervios, pero que todavía no lo son. Los científicos han descubierto que, si conseguimos hacernos con unas cuantas de esas células, cultivarlas en el laboratorio hasta tener un número suficiente, y orientarlas en su desarrollo para que se conviertan en células de uno u otro tejido del cuerpo humano, nos encontraremos ante una fuente inagotable para reparar los tejidos y órganos que se vayan dañando en nuestros cuerpos. Enfermedades espeluznantes como el alhzeimer, el parkinson o la paraplejía podrán ser vencidas en el futuro sirviéndose de esas células.

«Esas células madre proceden, fundamentalmente, del propio cuerpo de cada uno de nosotros; de los embriones cuando están aproximadamente en la segunda semana de su desarrollo; y de las células precursoras de las gónadas de los fetos. (…) Parecía que las células madre procedentes de seres humanos tenían mucha menos capacidad de diferenciación que las procedentes de fetos o embriones. De hecho se llegó a decir que estas últimas eran pluripotentes porque podía llegar a convertirse en prácticamente cualquier tejido del cuerpo humano, mientras que las células madres procedentes de adultos tan sólo podían considerarse multipotentes, pues su capacidad de tranformarse en células de distintos tejidos era mucho menor.

«En los dos últimos años, sin embargo, la investigación científica ha invalidado por completo esta distinción. (…) Hasta tal punto es así, que tanto el informe británico en el que se basa la decisión de Blair como el informe que el Presidente Clinton encargó al Consejo Nacional Asesor de Bioética (National Bioethics Advisory Commission, NABC) americano, y que se publicó en el verano de 1999, reconocen que las células madre procedentes de adultos pueden tener la misma versatilidad que las células madre embrionarias y que incluso pueden resultar más eficaces, por ser más fáciles de reorientar en su diferenciación. (…)

«Desde el punto de vista estrictamente científico, el recurso a las células madres de adultos ofrece dos grandes ventajas. Por un lado sortea el grave problema de la histocompatibilidad. Al ser el mismo sujeto el donante y el receptor de las células que se transfieren, se evita cualquier tipo de rechazo. Por otro lado, las células madre no tienen que realizar un viaje tan largo como el de las embrionarias para tranformarse en células de un determinado tejido u órgano, lo que facilita mucho la labor de los científicos. (…) Pero también las células madres de adultos ofrecen importantes resistencias a su manipulación exitosa. Hasta hace poco parecía imposible cultivarlas en grandes cantidades en el laboratorio. Ahora, sin embargo, parece que ese obstáculo se ha sorteado, pero todavía pende la duda de si las células de adultos serán capaces de transformarse en cualesquiera células del organismo humano. (…)

«En el último año, las células madre de adultos se han podido cultivar en el laboratorio en grandes números; han acreditado una versatilidad insospechada, transformándose en una gran variedad de tejidos del cuerpo humano; obvian cualquier problema de rechazo en el transplante; y han empezado a ofrecer resultados terapéuticos positivos. Ante esta fuente de células madre, cuyo uso no plantea problemas éticos y cuya utilidad salta a la vista, me parece que una decisión respetuosa con todos y no perjudicial para nadie consistiría en poner toda la carne en el asador de las células madre de adultos y no en otras células madre éticamente controvertidas y científicamente menos contrastadas hasta el momento.

«Esa moratoria permitiría, plantearse con tiempo la avalancha de problemas bioéticos que se derivarían, de una futura aceptación de la investigación, de la utilización de las células madre embrionarias».

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