Cuando la pobreza degrada el medio ambiente

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La Tierra “clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”, advierte el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’ (LS, n. 2). Algunos africanos y en particular congoleños piensan que estas palabras del Papa Francisco se dirigen principalmente a los países occidentales, que destruyen la tierra con sus industrias químicas y nucleares, y no a los pobres.

Sin embargo, la degradación de la Tierra concierne a todos, aunque a cada uno según su modo y según sus recursos. Si aún no se sabe con exactitud el tiempo necesario para descontaminar los residuos radiactivos de una central nuclear, según algunos científicos hacen falta ciento cincuenta años para que una bolsa de plástico se descomponga y tres siglos para una botella del mismo material. Ahora bien, los congoleños utilizan mucho las bolsas y botellas de plástico, cuyos efectos dañinos se notan ya en la polución de los ríos y en la erosión en los centros urbanos, porque el agua de lluvia no encuentra fácilmente su camino para desembocar en el río más próximo.

También se aprecia que los poderes públicos no están suficientemente preocupados por los problemas del medio ambiente. Así se ha visto en el caso de la recogida de basuras en Kinshasa. Después de que la Unión Europea pusiera fin a su cooperación en este asunto, ni el gobierno central ni el gobierno regional asentados en Kinshasa querían asumir la responsabilidad de la recogida de basuras.

Los ciudadanos siguen dependiendo del carbón vegetal, pues el Estado ha sido incapaz de ofrecer fuentes energéticas alternativas

No es extraño, pues, que los problemas analizados por el Papa en la encíclica Laudato si’ estén también presentes en el Congo. Así se ha puesto de manifiesto en un coloquio celebrado en la Universidad Católica del Congo del 25 al 28 de abril, del que tomaremos algunas ideas para confrontarlas con la realidad cotidiana de Kinshasa.

El agua, fuente de vida… y de muerte

Para el Papa Francisco, “un problema particularmente serio es el de la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muchas muertes todos los días. Entre los pobres son frecuentes enfermedades relacionadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. La diarrea y el cólera, que se relacionan con servicios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil” (LS, n. 29).

A este propósito, Lelo Nzuzi François dijo en el coloquio que la polución del medio ambiente en Kinshasa está en la base de algunas enfermedades que son factores de mortalidad entre los habitantes de la capital. Se trata de la malaria (55% de las muertes por infecciones), de la fiebre tifoidea (41%), de la diarrea (2%) y la amebiasis (2%). La mortalidad infantil de los menores de 5 años sigue siendo alta (98 por mil), aunque en descenso; y la mortalidad materna es de 693 por 100.000 nacimientos. En suma, el Congo está sometido a enfermedades de “manos sucias” y a un medio ambiente descuidado, situaciones que favorecen muertes precoces.

Si antes Kinshasa era llamada la belle, hoy se ha convertido en Kinshasa la poubelle (basura), en un cubo de basura lleno que nadie sabe vaciar. Y cuando se vacía, es solo para echar la basura al aire libre en la comuna de Nsele; y si no, las basuras son simplemente quemadas por la población ribereña en pleno día. Esta operación contamina el aire y provoca olores nauseabundos.

Proliferan los mosquitos

Y como las aguas residuales no están canalizadas en la mayoría de los casos, los mosquitos abundan y la malaria se transmite libremente en la ciudad. “En Kinshasa, numerosas fosas sépticas y letrinas se desbordan, exponiendo a los habitantes a riesgos de enfermedades y creando un caldo de cultivo para la transmisión de enfermedades (en Kinshasa se estima que el 88% de las enfermedades se deben a los problemas de saneamiento). En el resto del país, las aguas residuales son evacuadas por sistemas a cielo abierto, creando una situación de salud pública extremadamente peligrosa y propicia al desarrollo de enfermedades como el cólera” (Kabamba Mbambu, Géographie économique et humaine de la R.D. Congo, PUK, Kinshasa, 2014).

En Kinshasa, la contaminación del suelo afecta al consumo de agua. La compañía nacional de distribución de agua (REGIDESO) debe utilizar cuatro veces más de insumos que la norma mundial para la purificación del agua, pues el agua captada del río Nd’jili está muy contaminada por las basuras. Y como algunas veces la empresa no disponía de productos para el tratamiento, ha proporcionado agua no apta para el consumo. Por otra parte, las tuberías datan de la época colonial, y muchos barrios periféricos no están conectados a la red de distribución, de suerte que la población ha de consumir agua de pozos.

Así, en la mayor parte de los casos, los habitantes de Kinshasa beben agua no tratada para el consumo, respiran aire contaminado y comen legumbres plantadas a lo largo de las carreteras, con lo que esto implica de contaminación de partículas de metales procedentes de vehículos.

Talar sin reforestar

Para el Papa Francisco, “la pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no solo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios” (LS, n. 32).

La R.D. del Congo contiene el segundo mayor macizo forestal del mundo, después de la Amazonia. Pero todos los días hay un trasiego incesante de grandes camiones que atraviesan Kinshasa hacia el puerto de Matadi con troncos destinados a la exportación. El problema es que no hay ninguna política de reforestación, lo que hace decir a algunos que llegará un día en que seremos un país desértico.

En el Congo, la mala calidad del agua está en el origen de muchas enfermedades.

“La madera es una fuente energética vital en África, y particularmente en la R.D. del Congo, donde el Estado se ha mostrado incapaz de ofrecer a los ciudadanos fuentes energéticas alternativas en cantidad y calidad suficientes”, explica Tom de Hertd. La madera, recolectada libremente en los bosques comunales, ha sido sustituida por el carbón vegetal. “Las zonas periurbanas africanas presentan el espectáculo cotidiano de miles de gentes que producen, cargan, empujan, conducen, guardan, venden, comparten, utilizan y economizan el carbón vegetal, a fin de garantizar la supervivencia de ciudadanos urbanos, que todos los días deben afrontar las limitaciones energéticas de las grandes ciudades postcoloniales” (À la recherche de l’État en R.D. Congo, l’Harmattan, París, 2011).

Nos encontramos ante un círculo vicioso, con una población desasistida y obligada a arreglárselas para vivir y un Estado ausente. Unos y otros participan en la destrucción de la naturaleza, pues todo esto se hace sin una política pública para la reforestación. Y, sin embargo, el país está atravesado de una parte y otra por cursos de agua. El sol brilla durante todo el año. Se podría proponer otras soluciones energéticas a la población, pero no se ha hecho nada.

Cambiar los comportamientos

De ahí la necesidad de un cambio radical de los comportamientos antes de que sea demasiado tarde, empezando por la educación en la familia. Saber utilizar los alimentos sin malgastarlos. Separar los desechos domésticos. Utilizar cada vez menos las bolsas y botellas de plástico, y cada vez más productos biodegradables. Mantener un pequeño huerto en casa y plantar árboles si la parcela lo permite. A través de estos actos sencillos todos contribuiremos a mantener la casa común y a evitar los comportamientos irresponsables que nos conducen a una muerte colectiva. Este es el mensaje del Papa Francisco en la Laudato si’.

Pero siempre se plantea la cuestión de cómo arreglárselas solo cuando el Estado está ausente. Por eso el Estado congoleño debe responsabilizarse de poner en práctica una política energética ambiciosa basada en energías renovables, como Marruecos está empezando a hacer. Debe organizar estructuras de recogida y tratamiento de basuras, pues esto es un problema grave de salud pública. Deben emprenderse medidas de educación cívica a través de organizaciones civiles, crear una brigada medioambiental y aplicar sanciones después de cada control de higiene en cada parcela. Estas han sido las principales recomendaciones de este coloquio en la Universidad Católica del Congo.

Philémon Muamba Mumbunda
es doctor en Ciencias Políticas y profesor de la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad Católica del Congo

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