El análisis de la tragedia de Valencia, por la DANA del 29 de octubre, ha devenido en un escenario de confrontación política e ideológica que genera tristeza y hartazgo. La ciencia ha sido devorada por un conjunto de infundios que han circulado masivamente por las redes sociales. Los extremos han dictado sentencia. Para unos el cambio climático lo es todo en el desastre ocurrido. Para otros, el cambio climático es un camelo, que no ha tenido nada que ver: inundaciones graves siempre ha habido en las regiones del Mediterráneo español.
Frente a esto, es necesario el rigor de los datos, el análisis científico sereno. El litoral mediterráneo español es, por propia condición geográfica, un territorio de riesgo. Esto es así por la existencia de un medio natural complejo con precipitaciones a veces torrenciales, con montañas próximas a la costa y multitud de cauces –generalmente secos– que la recorren. Y por el elevado grado de ocupación humana que allí se ha asentado desde época histórica, incrementado ampliamente desde la segunda mitad del siglo pasado. Ello ha supuesto una intensa ocupación urbana del medio físico que se ha realizado durante décadas sin tener en cuenta el comportamiento, en ocasiones extremo, de la naturaleza. Estos son factores estructurales del riesgo existente en esta fachada este de España. Y son los que avalan que se hayan producido en décadas y siglos pasados desastres naturales de gran impacto.
Factores naturales y factores de origen humano
Pero a ello se suma lo que está ocurriendo con el clima terrestre y que influye ciertamente en el comportamiento que manifiesta la atmósfera en el área mediterránea en las últimas décadas. Sí, es cierto, el clima de la Tierra siempre ha cambiado desde sus mismos orígenes, pero por causas naturales, principalmente astronómicas. Ahora bien, este proceso que vivimos en la actualidad es algo singular porque se ha agregado un factor nuevo a los propios naturales: la alteración del balance energético de nuestro planeta que originan los denominados gases de efecto invernadero procedentes de la combustión de los combustibles fósiles. Esto es, hemos incorporado la mano del ser humano como agente causal de cambio climático. Este hecho está originando un aumento constante de la temperatura media terrestre que se manifiesta de modo notable desde los años ochenta del siglo pasado y se muestra algo acelerado en las últimas dos décadas, cuando el nivel de emisiones anual de estos gases ha aumentado irracionalmente.
Hay quien últimamente dice: “Acepto que hay un cambio climático, pero no que esté causado por el ser humano”. Los datos están ahí para demostrar que esta percepción es errónea. Hemos alterado, con esas constantes emisiones que se acumulan en los primeros kilómetros de la atmósfera terrestre, el flujo de radiación emitida desde la Tierra que debería escapar al espacio exterior. Una porción de esa radiación se queda confinada y genera un progresivo aumento de la temperatura terrestre no por causa natural. El Sol no es ya el único responsable de las alteraciones térmicas de la atmósfera terrestre. Algo estamos haciendo mal. Y no estamos sabiendo solucionarlo.
El Mediterráneo, más caliente
Y en este contexto climático nuevo se producen dos efectos que están en el origen de la magnitud de lo ocurrido en esta DANA de Valencia. Actualmente, se moviliza más energía en los procesos atmosféricos de condensación, lo que deviene en un incremento de la intensidad de las precipitaciones. Y hay un agente causal destacado en todo ello: un calentamiento de la cuenca del mar Mediterráneo que nos sorprende cada vez más en sus registros térmicos estivales, especialmente desde que comenzó el presente siglo. En concreto, la cuenca occidental se ha calentado 1,5 ºC desde 1980 a la actualidad. Esta cifra es el doble de lo que se ha calentado el aire en esta misma región en dicho período (0,7 ºC). El Mediterráneo es, cada vez más, un acumulador de calorías, de energía potencial.
Según un estudio, los episodios de “gota fría” o DANA han aumentado un 12% anual en las dos últimas décadas
Esta influencia se manifiesta en la intensidad de la lluvia que cae en los episodios de DANA recientes. En apenas una o dos horas se acumulan cantidades superiores a 200-300 mm (litros por metro cuadrado). Y eso no hay territorio que lo pueda asumir. En la DANA de Valencia, los volúmenes de agua arrastrados por la rambla del Poyo, que rebasaron los 2.200 metros cúbicos por segundo, representan cinco veces el caudal medio del Ebro en la desembocadura. El 29 de octubre se anotó, además, un máximo oficial de precipitación en 24 horas que alcanzó 771 mm en Turís. Es un valor próximo al récord de Oliva de noviembre de 1987 (817 mm) o al estimado recientemente por Rafa Armengot y Vicente Aupí en la cabecera del embalse de Tous en octubre de 1982 (882 mm).
Pero lo peor fue la intensidad horaria e incluso en minutos alcanzada en este episodio, que ha supuesto un récord en España: 185 mm en Turís en una hora, y de ellos, 42 mm en tan solo diez minutos. Es un dato de récord en Europa y ha superado el anterior registrado en Vinaroz en 2018 (159 mm en el mismo tiempo).
Masas de aire en movimiento
En segundo lugar, hay un evidente aumento de mecanismos de reajuste energético planetario que agitan la dinámica atmosférica debido al mencionado aumento de temperatura de los primeros kilómetros de la atmósfera terrestre. Este hecho se manifiesta en un incremento de circulaciones atmosféricas meridianas a lo largo del año que desplazan masas de aire frías y cálidas a muchos kilómetros de distancia desde su origen. Esto es debido a que una atmósfera que se calienta es una atmósfera que mueve las masas de aire de forma más frecuente para intentar encontrar un equilibrio térmico que, en el actual contexto de calentamiento, nunca alcanza.
Dicho de otro modo, son más frecuentes las “gotas frías” o DANAS en nuestras latitudes ibéricas ahora que hace treinta o cuarenta años. En un reciente estudio publicado en la revista de la Sociedad Americana de Meteorología, se señala que las “gotas frías” habrían registrado un incremento del 12% anual en las dos últimas décadas respecto a lo que ocurría en los años setenta del pasado siglo. Por tanto, hay más probabilidad de que pueda ocurrir un episodio de lluvias intensas en España, especialmente en el Levante.
De manera que eventos extremos en el litoral mediterráneo hemos tenido y tendremos, pero ahora reforzados por esta alteración humana del balance energético planetario que convierte nuestra convivencia con el medio natural en un proceso más complejo. El cambio climático no genera desastres. Estos son originados por un conjunto de causas naturales, sociales, económicas, culturales. Pero es cada vez más evidente que los fenómenos atmosféricos que ocurren actualmente están reforzados en su intensidad y en su frecuencia de aparición, especialmente en el área mediterránea. Y en esto sí, el proceso actual de cambio climático tiene mucho que ver.
Jorge Olcina Cantos
Catedrático de la Universidad de Alicante
2 Comentarios
Excelente articulo
Gracias. ¿Y no se podía prever? ¿Se dieron los avisos previstos? ¿Ls autoridades ejercieron como tales? ¿Qué habría que hacer mirándooslo al futuro?