Andar sobre dos pies no nos hizo humanos

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El momento en que se inauguró la marcha bípeda en la Tierra parece un tema técnico de paleontología que se presta poco a discusiones sobre la condición humana. Sin embargo, está dando lugar a comentarios de ese género, a propósito de un artículo aparecido en Science el 1 de junio. Algunos sostienen que si, como supone la investigación ahí reseñada, el bipedismo es anterior a la rama de los hombres y no exclusiva de ella, hay un indicio más de que lo específicamente humano -de la marcha bípeda al habla y la conciencia- consiste solo en la acumulación de adquisiciones evolutivas. Sería “un mero accidente de la evolución”, en palabras de Steven Mithe, autor de Los neandertales cantaban rap.

Durante mucho tiempo se consideró al bipedismo como característica definitoria de los humanos y de sus antepasados directos, los homínidos. Como los chimpancés son los animales más parecidos a los humanos, se pensó que el último antepasado común de los homínidos y los chimpancés debió de ser algún primate cuadrúpedo. Se suponía que el bipedismo surgió cuando los cambios climáticos acaecidos hace unos cinco millones de años fueron transformando la selva tropical de África oriental en sabana.

Un estudio (“Walking on trees”) publicado en Science ha dado un nuevo giro a la cuestión. Los autores dedicaron un año a observar los orangutanes del parque nacional de Gunung Leuser en la isla indonesia de Sumatra. Y han llegado a la conclusión de que esos primates utilizan varios tipos de locomoción según el grosor de las ramas por las que se desplazan. Sobre ramas gruesas van a cuatro patas. Por ramas de diámetro intermedio recurren a la suspensión colgándose de los brazos. Pero -y aquí está la novedad del estudio- si se desplazan por ramas delgadas (tres centímetros de grosor o menos), se yerguen sobre sus pies equilibrándose con los brazos, con las piernas rectas (tal como hacemos los humanos, y a diferencia de los chimpancés, que se ven obligados a doblar las rodillas y a balancearse ostentosamente).

Según los autores, esto significa que el bipedismo tuvo que surgir muchos millones de años antes de lo que se creía, en un simio antepasado de los orangutanes, los gorilas, los chimpancés y los humanos. Esto confirma lo que venía sospechándose en la última década: que el bipedismo debió de originarse en un entorno arbolado y no en la sabana.

La noticia se está difundiendo envuelta en un cierto halo de confusión, como si el descubrimiento difuminara las diferencias entre el hombre y los primates. A este respecto cabe recordar que hace casi un siglo que se reconoció que el bipedismo era una cualidad presente en homínidos no humanos, como los australopitecos. Así pues, a lo sumo, lo que contradice este descubrimiento es la afirmación de que el bipedismo es un rasgo exclusivo de los homínidos y, por consiguiente, característico de nuestra familia biológica. Pero incluso esto se venía cuestionando últimamente, y ahora se proponen más bien otros rasgos como el esmalte grueso de los dientes o la reducción de los caninos y los molares. De hecho, hoy se prefiere decidir si un espécimen es homínido o no en función de un conjunto de características y no por una considerada crucial.

Carlos A. Marmelada

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