Zika: un problema sanitario, no de leyes

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Un baile de cifras y de criterios médicos contradictorios. Tal es el panorama de actualidad en Brasil frente al brote del virus del zika, una enfermedad todavía no bien desentrañada, pero que ha puesto a correr a muchos, unos para paliar sus consecuencias, otros para aprovecharse de ellas.

El mal, que se sospecha entró al país durante el Mundial de Fútbol de 2014 –tal vez desde la Polinesia francesa, que registró un brote en 2013-2014–, suscita temor por su presunta vinculación con la microcefalia en bebés, si bien “todavía no se ha establecido una relación causal entre la infección por el virus de zika y las malformaciones congénitas”, según precisó la Directora General de la OMS, Margaret Chang, el pasado 28 de enero.

En noviembre de 2015, un informe del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) refería la presencia del virus en la Polinesia y su probable incidencia en el aumento de los casos con síndrome de Gillain-Barré (una enfermedad neurológica), al tiempo que constataba más nacimientos de niños con malformaciones del sistema nervioso central (17 en total), si bien no exactamente con microcefalias. Ninguna de las madres presentaba los síntomas del zika, aunque un estudio serológico sugirió que podían haberlo sufrido de modo asintomático.

El lobby abortista brasileño pretende culpar al Estado por no cumplir su responsabilidad ante la difusión del virus, y así obligarle a ampliar los supuestos del aborto

Concretamente sobre la microcefalia, el ECDC explica que sus causas pueden ser muy variadas: desde un trastorno genético heredado, hasta el consumo, por parte de la madre, de alcohol y de fármacos teratogénicos. Se incluyen igualmente el déficit nutricional de la gestante y las infecciones que pueden transmitirse al feto a través de la placenta, como la rubéola, la toxoplasmosis, la sífilis y el herpes simple, entre otras.

¿Miles de casos?

Tal vez sea “casualidad” que los territorios brasileños que reportaron más nacimientos de bebés con microcefalia sean, precisamente, del nordeste, de los que van a la cola en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, el cual mide indicadores como la calidad de la salud, la esperanza de vida y la educación. El 12 de enero, el portal del gobierno brasileño citaba la mayor número de casos en los estados nordestinos de Pernambuco, Paraíba, Bahía y Ceará, por lo que no habría que descartar factores como los referidos por el ECDC, a pesar de que la coincidencia entre la irrupción del zika y el aumento de casos de microcefalia es una buena base para las sospechas.

Sucede, sin embargo, que la alarma inicial provocó una modificación de los criterios de diagnóstico de la microcefalia, que alteraron las cifras de afectados de las que se han hecho eco los medios de comunicación. Desde octubre, las autoridades de salud brasileñas han contabilizado algo más de 4.000 niños afectados por la condición, pero lo hicieron sobre la base de considerar microcefálico al bebé con menos de 33 centímetros de circunferencia craneal. Tal es la medida estándar por la que se guían los médicos estadounidenses al examinar a los bebés de su país, que no necesariamente debe coincidir con la de los chicos brasileños.

En diciembre, el criterio de normalidad se estableció en los 32 centímetros, siguiendo los parámetros de la OMS. Según The Washington Post, en días pasados un grupo de expertos reexaminó a un grupo de 732 casos inicialmente diagnosticados con microcefalia, y halló que muchos más de la mitad no estaban realmente afectados. “Hay muchos niños normales que fueron incluidos [en el conteo original], lo que generó mucha angustia a las familias y a la población en general”, reconoce Vanessa van der Linden, la neuropediatra de Recife (Pernambuco) que alertó del incremento de casos de microcefalia.

Más asombro, si se quiere, puede despertar la afirmación del pediatra Anthony Costello, especialista de la OMS, el 2 de febrero –un día después de que la OMS decretara la emergencia global–, de que únicamente 12 de las 270 madres que, de modo comprobado, habían dado a luz a bebés con microcefalia, habían sido afectadas por el zika.

El Estado, “culpable”

No obstante, las cifras primeras de miles de casos pesan demasiado y el lobby abortista brasileño se ha movilizado para utilizarlas. La OMS aún no ha dado un veredicto conclusivo sobre la relación zika-microcefalia, pero un grupo de abogados y académicos de un centro de “bioética”, Anis, que en 2012 llevó al Tribunal Supremo una petición para que se permitiera el aborto de bebés anencéfalos, se apresta ahora a presentar una nueva solicitud: la del aborto de bebés con microcefalia.

Al comenzar el conteo de posibles casos de microcefalia, las autoridades de salud emplearon un criterio de diagnóstico erróneo

A diferencia de la anencefalia (la falta de partes del cerebro, el encéfalo y el tallo cerebral), que puede ser detectada muy prematuramente (12 semanas), la microcefalia no lo es hasta muy avanzada la gestación (28), por lo que Anis es muy consciente de lo que propone: “Con anencefalia, los bebés no nacen vivos, por lo que escapábamos de un debate moral –expresa una de sus responsables–. Hoy sabemos que la microcefalia típica es un mal incurable, irreversible, pero el bebé sobrevive, por tanto, se trataría de un aborto propiamente dicho, y eso encuentra resistencia”.

En Brasil, el aborto se permite en los supuestos de violación, riesgo para la vida de la mujer y anencefalia. En busca de uno nuevo, Anis presentará al Supremo un argumento curioso: el Estado es “responsable de la epidemia de zika”, por no haber erradicado a su agente transmisor, el mosquito Aedes aegypti, de modo que las embarazadas “no pueden ser penalizadas por las consecuencias de políticas fallidas”, por lo que deberían tener “derecho a un aborto legal”.

Con su extraña derivación de pretextos, Anis obvia dos cuestiones: una, que según un sondeo de DataFolha, de diciembre de 2015, el 67% de los brasileños se opone a una modificación de la actual ley del aborto, y otra, que hasta hoy ha sido materialmente imposible la erradicación del Aedes aegypti en áreas tropicales. Para muestra, las islas del Caribe, donde hace décadas se intenta, con éxito más bien modesto, disminuir la población del insecto a golpe de fumigación. Una charca de agua dulce donde poner sus huevos es, sin embargo, todo lo que necesita para reproducirse y seguir transmitiendo el dengue, la chikunguya y, ahora, el zika.

Un remedio que tarda

El mosquito, sin embargo, ya no es el único peligro. Los Centers for Disease Control and Prevention, de EE.UU., han confirmado que el zika puede transmitirse por contacto sexual, como se colige del caso de un estadounidense infectado en Dallas tras mantener relaciones con una persona que había enfermado en Venezuela. La noticia provocó incluso un descenso en la cotización de las acciones de las empresas de transporte en Wall Street.

Entre las causas de la microcefalia, los expertos citan el consumo de alcohol por parte de la gestante, el déficit nutricional e infecciones como la rubéola, la sífilis y el herpes simple

Pero hay otras malas nuevas. Según Folha de Sao Paulo, embarazadas con diagnóstico de infección de zika están recurriendo al aborto (clandestino, hasta que Anis logre su propósito) antes de que se confirme si su bebé tiene o no microcefalia. El periódico narra unos casos incomprobables de tres mujeres, todas casadas, con educación superior y buenas condiciones financieras, que interrumpieron su embarazos entre la sexta y la octava semana mediante el uso del misoprostol, cuya venta está prohibida en las farmacias, pero que se obtiene de trasmano.

El relato, por supuesto, persigue presionar hacia arriba, y la demora en la aparición de una cura puede presionar aún más. El diario El País señala que a mediados de febrero llegará a Brasil un equipo de especialistas estadounidenses que pondrán manos a la obra con sus colegas locales para desarrollar una vacuna. Pero bien puede no obtenerse. Aún no la hay, de hecho, contra el dengue, un azote mucho más peligroso que el zika.

Ana, un testimonio de superación

Mientras llegan mejores noticias, una joven brasileña se ha encargado en estos días de alzar la voz por aquellos que no podrán. Ana Carolina Cáceres, de 24 años, tiene microcefalia y confiesa: “Cuando leí sobre la acción [de Anis] que pide el aborto libre en caso de microcefalia, lo tomé por el lado personal. Me sentí ofendida y atacada”.

La chica, cuyo testimonio han reproducido varios medios de prensa, relata que, al nacer, el doctor aseguró a sus padres que no tendría oportunidad de sobrevivir. “No caminará, no hablará, y con el tiempo, entrará en un estado vegetativo, hasta morir”.

“Como mucha gente hoy –dice–, el médico estaba equivocado. Mi padre cuenta que comencé a andar de repente, con un año, cuando corrí tras un cachorro. Crecí, fui a la escuela, me formé, entré en la universidad, y hoy soy periodista y escribo en un blog”.

Para su tesis de grado, eligió como tema su testimonio de superación y el de otras cinco personas con microcefalia. Ha representado, dice, a quienes no se sienten representados.

Y ha podido hacerlo porque, sencillamente, vive.

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