En su afán de lograr un mundo mejor, los “progresistas” y los “conservadores” han desarrollado su propia ética. Unos hacen hincapié en las reformas sociales, mientras que los otros reivindican la necesidad del cambio personal. Cada planteamiento tiene sus propias limitaciones, porque tiende a reducir la moral a un aspecto.
La persona virtuosa no tiene por qué cambiar el mundo, pero sí puede mejorar la vida de los que tiene alrededor y coopera a la “ecología moral” de su sociedad
En National Review (una publicación que alardea de conservadurismo), Dennis Prager
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