No piratearás películas

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La piratería en el cine lleva en sí misma, sin que los infractores lo sepan, el germen de su destrucción: al detraer recursos de la industria cinematográfica por la venta ilegal de copias, reduce la posibilidad de los productores, guionistas y artistas de generar nuevas obras. En consecuencia, hay menos filmes que disfrutar, menos conocimiento del mundo y menos espiritualidad.

Así lo hacen ver los obispos españoles en el mensaje de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social, con ocasión de la 50ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (8 de mayo). En el texto, los firmantes destacan las repercusiones económicas y morales de esta práctica.

“La piratería es un pecado contra el 7º mandamiento de la Ley de Dios: ‘no robarás’”

Los obispos señalan, entre otras cuestiones, que los cauces de difusión ilegales, ahora incentivados por las nuevas tecnologías de la comunicación –que facilitan el proceso de descarga y copia ilegal de filmes desde Internet, y su venta en calles y mercadillos–, impiden la obtención del beneficio legítimo por parte del creador.

“Las actividades que conculcan el derecho a recibir una justa retribución por el propio trabajo son contrarias, no solo a la ley positiva de los países, sino que también se oponen a la Ley de Dios”, apuntan.

La piratería daña el proceso creativo, al dificultar la obtención de los recursos que precisa la industria para emprender nuevos proyectos. Así, “disminuye el número de producciones, se perjudica a otras empresas auxiliares del sector, se induce al cierre de salas, desaparecen establecimientos de alquiler de películas, hay pérdidas de empleo, etc.”.

De igual manera, el fenómeno puede provocar que la sociedad se vea privada de contenidos de alto valor cultural y humano, motores del desarrollo personal y social. El cine, de hecho, puede ser y ha sido un vehículo tradicional de estos, una ventaja que la Iglesia advirtió muy tempranamente y que la impulsó a fundar, en 1948, la Pontificia Comisión para la Cinematografía Didáctica, semilla de lo que con los años ha llegado a ser el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.

Un pecado contra el 7º mandamiento

Por causa de la piratería, disminuye el número de producciones, se perjudica a empresas auxiliares de la industria del cine y se pierden empleos

A pesar de los perjuicios que causa, el pirateo de películas no despierta demasiados escrúpulos morales en quienes lo practican o se aprovechan de él –“sin ser los católicos una excepción”, enfatizan los obispos–.

El origen de esa indiferencia estaría en el desconocimiento –“grave”– de la doctrina social de la Iglesia y en “una búsqueda de argumentos abstractos y parciales que difuminan la responsabilidad personal, apoyados en una impunidad legal de facto”.

Por eso, los obispos subrayan que el pirateo atenta contra los derechos legítimos de la industria cinematográfica a percibir beneficios económicos. “Por tanto –precisan–, [quien piratea] incurre en un pecado contra el 7º mandamiento de la Ley de Dios, que dice ‘no robarás’”. Pues, señalan, defraudar en el ejercicio del comercio es también una forma de tomar los bienes ajenos.

Por otra parte, la CEMCS subraya que, al resultar dañada la industria del cine, “que contribuye al bien común por medio de la reflexión, el diálogo, la exposición de ideas o de puntos de vista alternativos, la descripción de la naturaleza humana y de su dignidad”, el perjuicio repercute en la sociedad en general.

En tal sentido, los obispos llaman a los católicos y a los no católicos, a los jóvenes y a sus educadores, y de modo general a todas las personas con un recto sentido de la justicia, a valorar el trabajo de la industria cinematográfica, a tener en cuenta su necesidad y derecho de retribución económica, y a reparar en los aportes que el séptimo arte puede ofrecer al bien común de la sociedad.

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