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La violencia islámica y la interpretación del Corán

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Los terroristas del atentado contra Charlie Hebdo, los combatientes del Estado Islámico o de Boko Haram matan al grito de “¡Alá es grande!”. Pero la mayoría de los dirigentes musulmanes aseguran que esta violencia nada tiene que ver con el verdadero islam. Para clarificar la situación, se alzan voces entre los intelectuales musulmanes pidiendo la reforma del islam y una revolución religiosa.


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 05/15

Ante la brutalidad del atentado de París contra el semanario Charlie Hebdo, la inmensa mayoría de los dirigentes musulmanes lo han condenado sin paliativos. Esos mismos líderes, sin autoridad real sobre la “ummah” o comunidad de creyentes, suelen asegurar que la yihad (la guerra santa), tal y como la entienden los “muyahidin” asesinos, nada tiene que ver con el islam “auténtico”; mientras otros, seguidores del nuevo “califa” que pretende imponer el islam al mundo entero mediante el terror, afirman que su yihad (“Matad a los enemigos del islam allí donde se encuentren”) es una obligación de todo buen musulmán…

¿A quien creer? ¿Existe un islam moderado, tolerante, respetuoso con los derechos humanos, especialmente con la libertad religiosa, y otro islam represivo, intolerante, coactivo, amenazante? La respuesta la vemos cada día: es una minoría la que se dedican a matar en nombre de Dios, ciertamente, pero hasta hace muy poco, la inmensa mayoría ha mantenido un silencio cómplice. La razón es bien simple: la raíz de la violencia está en la interpretación libre que cada cual hace del propio Corán y que, oh paradoja, es la única libertad religiosa que puede darse en el mundo islámico, donde se desconoce la libertad de conciencia.

Mientras no se enseñe que nadie puede matar en nombre de Dios, seguirá la violencia

Las autoridades religiosas se pronuncian

Es cierto que empiezan a surgir algunas voces islámicas de prestigio que rechazan las barbaries cometidas por el llamado Estado Islámico, el Califato de Mosul. Una de ellas es la del gran muftí de Arabia Saudita, Abdelaziz El Chej, quien ha declarado que el Califato es, junto a la banda de Al Qaída, el enemigo público número 1 del islam y que sus prácticas terroristas “nada tienen que ver con el islam”. De igual modo se ha pronunciado su colega, el gran muftí de la Universidad de El Azhar, en El Cairo. Sin embargo, poca credibilidad les merece al nuevo jefe del Estado egipcio, Fatallah Al Sisi, cuando en su mensaje de fin de año ha dirigido una dura amonestación a esas “autoridades” y al mundo académico diciéndoles que ya es hora de reformar el Corán y de adaptarlo a la vida moderna.

Según Al Sisi, se necesita una “revolución religiosa”, y los imanes y muftíes son “responsables ante Dios” de las decisiones que determinarán el futuro de toda la comunidad islámica.

Aclaremos dos cosas. Una, que el titulo de “gran muftí”; se aplica a la autoridad más relevante entre los musulmanes de un país y su principal cometido consiste en interpretar la “sharía” o ley islámica. Segunda, que Arabia Saudita es el país que aplica esta ley en su sentido más riguroso, fundado en el credo “wahhabita”… que solo admite una aplicación literal del Corán y la “sunna” (tradición), de acuerdo con las enseñanzas de uno de los teólogos más integristas de la época medieval: Ibn Taimiyya.

Y vuelve la pregunta que se hace el mundo occidental y, con él, algunas voces de musulmanes que se han educado en Europa: las barbaries de los yihadistas ¿no forman parte del conjunto de las enseñanzas islámicas? ¿No es la llamada “yihad” menor –la otra, ya sabemos, es la que recomienda el esfuerzo espiritual para combatir el mal– uno de los fundamentos islámicos para aniquilar a los enemigos del islam?

Los terroristas islámicos no representan al islam, pero en el Corán hay textos que abogan por emplear la fuerza contra infieles y apóstatas

Visiones del Corán

Uno de los grandes expertos en el islam, el jesuita Samir Jalil Samir, nacido en Egipto y actualmente residente en Líbano, también acaba de decir que las barbaries cometidas por los terroristas del Estado Islámico no representan al islam. Pero el propio religioso, cuya erudición es reconocida en todo el mundo, también declaraba que la violencia islámica tiene su raíz… en el Corán y la sunna, que los textos coránicos que abogan por la violencia son numerosos –ha contado hasta 75– y que los versículos no violentos, es decir los misericordiosos y clementes con los seguidores de otras religiones, son anteriores en el tiempo, según el orden de las revelaciones recibidas a través del arcángel Gabriel…

Esto significa que las primeras revelaciones recibidas por Mahoma quedan revocadas por las posteriores, según el “principio derogatorio”, una asombrosa explicación que dan los teólogos, como si Dios se negara a sí mismo según el tiempo y el lugar en que se manifiesta.

En otras palabras, la yihad es una práctica habitual en el islam, según unas reglas definidas en su libro santo, como la defensa de los “derechos de Dios” o el peligro de una rebelión interna, la temida “siba”… El propio Mahoma, como recuerda Jalil, llevó a cabo una veintena de guerras en los diez últimos años de su vida, cuando vivía en Medina, y su mensaje se representa con la espada, como vemos en la bandera nacional saudita, con dos alfanjes cruzados..

Otro pensador de nuestros días, el prestigioso escritor tunecino Mohamed Talbi, autor de Mi religión es la libertad, considera que el problema del islam no está en la interpretación del Corán, que por sí mismo es intocable, sino en la “sharía”. Mientras el Corán –dice– es fruto de la revelación divina –la creencia musulmana es que su libro es copia del que existe en el cielo–, la “sharía” es fruto de la manipulación humana: son los hombres los que se han inventado una “ley islámica” compuesta por versículos coránicos y “hádices” o dichos atribuidos al Profeta.

Más aún: Talbi cree que algunas leyes coránicas deben actualizarse basándose, precisamente, en el espíritu del Corán, que exige “corregir lo que se puede mejorar”. Talbi considera que ser musulmán es aceptar el Corán “libremente” y que ser consciente de ello está en el código genético de cada creyente.

¿Y el terrorismo islámico, según Talbi? El pensador tunecino cree que se trata de una deformación de las personas que niegan la libertad: el terrorismo, dicho de manera lapidaria, sería una negación de la libertad. Por supuesto, Talbi se cura en salud al afirmar otra gran contradicción, que el Corán es libertad. Para ello recuerda un versículo coránico que ni los terroristas del Califato ni de Al Qaída han querido tener en cuenta: “no puede haber coerción [algunos traducen por “violencia”] en materia religiosa”.

¿De dónde nace el monstruo?

Basándose en este versículo (II-256), Abdennour Bidar, uno de los más destacados filósofos árabes educados en Occidente, ha publicado recientemente en el portal Huffington Post una luminosa “carta abierta al mundo musulmán” en la que describe, con toda crudeza, cómo lo ve desde la distancia: “Lo que veo –dice el autor– es que vas a engendrar un monstruo que pretende nombrarse Estado Islámico, sin que seas capaz de reconocer que ese monstruo nace de ti mismo, de tus derivas, de tus contradicciones, de tu interminable duda entre el presente y el pasado, de tu incapacidad para encontrar un sitio en la civilización humana”. Y se pregunta: “¿Qué dices sobre este monstruo? ¡Lo único que se te ocurre es decir que eso no es el islam y que te indignas ante tal monstruosidad! Llevas razón, pero esto no es suficiente: te refugias en la autodefensa y no eres capaz de asumir tu responsabilidad y hacer autocrítica…”

La carta prosigue retando a su querido mundo islámico a mirar de frente a ese monstruo, reformar el islam y reinventar su esencia por encima de sus formas históricas… Y como prueba de su coherencia, el autor no deja de criticar a los intelectuales occidentales “que han olvidado la religión como motor de la civilización” y advierte que el futuro de la humanidad no pasará por la solución de la crisis económica, sino de la crisis espiritual sin precedentes que atravesamos.

Aunque la carta está dirigida al mundo musulmán, el autor no deja de hacer una advertencia a ese mundo intelectual nihilista, al que avisa que si el hombre no es capaz de llenar el vacío producido por el abandono de la religión, se dedicará también a producir monstruos como ocurre hoy con el islam… Pocas veces se puede leer en nuestro días un documento como el de este filósofo, que no solo exige a los musulmanes una auténtica revolución que abarque desde la puesta al día del Corán hasta la renovación de la enseñanza, a la denuncia del riesgo de que el mundo cristiano caiga en la misma monstruosidad. El resultado, podría añadirse, no sería un simple choque de civilizaciones, sino el suicidio de la humanidad.

Control en las mezquitas

En todo caso y volviendo a la pregunta inicial, ¿a quién creer sobre la naturaleza real del islam? Hay que tener cuidado con la respuesta, porque no se puede equiparar a todo el mundo islámico con una forma violenta de ser y de actuar. Aquí al lado, en la otra orilla del Mediterráneo, tenemos a un Marruecos que lleva años preocupándose de combatir el radicalismo integrista en sus mezquitas y en su enseñanza. El rey alauita, descendiente del Profeta Mahoma y “Emir de los Creyentes”, ha dispuesto un estricto control en las mezquitas y en las prédicas de los imanes, que están estrechamente vigilados por las autoridades religiosas para que no se infiltren las enseñanzas extremistas.

A raíz del fatídico 11-S, muchos se preguntaron por el contenido de los libros de texto de los escolares en Arabia Saudita, de donde surgieron la mayor parte de los terroristas alistados por el fundador de Al Qaída, Osama Ben Laden. Y se descubrió que en esos libros se enseña a los niños a no hacerse amigos cristianos, porque son unos “cerdos”; ni judíos, porque son unos “monos”. Catorce años después, tras muchas promesas de las autoridades saudíes, los textos siguen igual.

En resumen, ya pueden decir los muftíes de Riad o de El Azhar que el terrorismo nada tiene que ver con el islam: mientras no se enseñe que nadie puede matar en nombre de Dios, la espiral de la violencia seguirá su curso. Se hace necesario advertir que el primer acto de fe de los musulmanes es creer que el Corán, como copia del libro que está en presencia de Alá, es intocable. A fin de cuentas, la aspiración de los nuevos salafistas que se confunden con el radicalismo islámico, consiste en el retorno a los tiempos supuestamente idílicos en que vivió Mahoma, en el comienzo del siglo VII. Y aquella época, recordemos, estuvo marcada por las guerras, dirigidas contra los árabes politeístas, judíos, cristianos y los apóstatas que abandonaban la comunidad musulmana. Tal como hoy mismo…

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