Jóvenes que no pueden o no quieren trabajar

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Ashiya.- Japón, en otros tiempos el país del empleo pleno y de por vida, se encuentra ahora con un sector de jóvenes que padecen paro prolongado. Unos carecen de capacitación para los puestos que se demandan. Otros prefieren disfrutar de sus años mozos sin oficio ni beneficio. En cualquier caso, es un problema social inédito.
Japón es probablemente el país que experimenta el más rápido envejecimiento de la población. Este proceso tiene dos vertientes naturales; por una parte, la baja mortalidad y la alta esperanza de vida, y por otra, la progresiva disminución de la natalidad.

La longevidad manifiesta un sostenido mejoramiento de las condiciones de vida, lo que representa además un importante logro de salud pública. También en términos económicos se puede considerar desde un punto de vista positivo, puesto que supone una expansión del mercado de nuevos servicios dirigidos a personas de la tercera edad.

La baja fecundidad (1,29 hijos por mujer) trae consigo, sin embargo, no sólo un fuerte incremento de la tasa de dependencia económica, sino también un severo descenso de la población activa y de la población total del país. Según pronósticos oficiales, la población total alcanzará un máximo de 128 millones en 2006 y bajará a 100 millones en 2050.

El aumento de jubilados y el descenso demográfico afectan directamente al sostenimiento del sistema de seguridad social, en el que han producido ya un fuerte impacto. Para tratar de evitar su derrumbamiento, en junio de 2004 se aprobó una nueva ley de reforma del sistema de pensiones (ver Aceprensa 84/04). De acuerdo con esta nueva legislación, a partir de abril próximo -cuando comienza el año fiscal 2005- aumentarán las cotizaciones al seguro y disminuirán las pensiones de jubilación. Este nuevo sistema será aplicable entre 2005 y 2023.

Adiós al empleo vitalicio

Tradicionalmente en Japón los empleados comenzaban su trabajo en una empresa inmediatamente después de graduarse en la universidad -o escuela secundaria en el caso de obreros manuales- y allí permanecían hasta su jubilación. En este tipo de empleo de por vida, los obreros reciben formación a lo largo de su carrera, con rotaciones frecuentes dentro de la empresa, para adquirir diversos conocimientos.

En los últimos años, sin embargo, debido en gran parte a larga recesión económica, la lenta recuperación de la economía y los crecientes costos laborales, muchas empresas están abandonando el sistema de empleo vitalicio. Esto es notorio especialmente en las grandes metrópolis de Tokio y Osaka, donde las empresas tienden a reducir el número de empleados fijos, sustituyéndolos por otros que trabajan de forma regular pero a tiempo parcial. Esto facilita flexibilidad para ajustar el número de trabajadores que la empresa necesita, y representa también un considerable ahorro al reducir el total de horas de trabajo. Además, en estos casos la empresa no está obligada a proporcionar todos los beneficios que reciben los empleados fijos a tiempo completo: pensiones, pagas extraordinarias o bonos, indemnización por despido, etc.

En la actualidad el porcentaje de este tipo de empleados a tiempo parcial supera el 30% de la fuerza laboral del país. Por lo general son personas jóvenes o madres de familia que prefieren el estatuto de «part timers», ya que así pueden escoger el horario de trabajo que mejor les convenga y ganar lo suficiente para cubrir sus necesidades: estudio, complemento de los ingresos familiares, etc.

Los cambios demográficos están transformando, pues, el sistema tradicional de empleo; y los cambios estructurales favorecen además la tendencia de remuneración en función de la productividad, en lugar del sistema tradicional de sueldo según la antigüedad. Esto facilita, por una parte, que jóvenes emprendedores con buena preparación lleguen a puestos de responsabilidad en la empresa, sin necesidad de esperar los 20 años de antigüedad requeridos en el sistema tradicional. Pero, por otra parte, la rapidez de los cambios es causa de gran desasosiego en una sociedad que no está acostumbrada a este tipo de fluctuaciones en el campo laboral y que añora la seguridad del viejo sistema.

El paro juvenil, el más alto

En 2004, la tasa media de desempleo bajó al 4,7%, pasando a estar por debajo del 5% por primera vez desde 2000. De todos modos, a finales de año había un total de 2,7 millones de personas registradas en paro y el promedio para 2004 fue de 3,13 millones. Los jóvenes comprendidos entre los 15 y 24 años tienen los porcentajes más elevados de desempleo: el 10,9% para los hombres y el 8,3% para las mujeres.

A pesar de que la economía está mostrando señales de recuperación, los problemas de empleo de la generación joven no han desaparecido. Bastantes de estos jóvenes no están suficientemente capacitados y carecen de la experiencia necesaria para ser inmediatamente útiles a la empresa.

En los tiempos en que Japón empezaba a consolidar su puesto en el mercado internacional y durante muchos años después, para ingresar en la fuerza laboral bastaba lo aprendido en la escuela secundaria o en la universidad: la empresa se encargaba del resto. Pero en los últimos 15 años -especialmente después de la estrepitosa caída de la economía inflacionaria de los ochenta y la subsiguiente depresión- se han producido grandes cambios en la estructura industrial de Japón. En respuesta a la globalización, la industria japonesa ha evolucionado hacia la producción de artículos de alta calidad. En consecuencia, la demanda de mano de obra altamente especializada ha crecido mucho y seguirá creciendo en el futuro próximo: la generación del «baby boom» está a punto de jubilarse y, con ello, las empresas perderán gran parte de personal cualificado. Por el contrario, los jóvenes que carecen de las habilidades demandadas, o con bajo nivel de educación, tienen muchas dificultades para encontrar trabajo.

El descenso de la demanda de trabajadores jóvenes no es un fenómeno único de Japón. Muchos países industrializados han experimentado esta misma tendencia a partir de la segunda mitad de los años setenta. Pero este cambio no ha sido evidente en Japón hasta el inicio de la década pasada. La praxis tradicional de las empresas japonesas era emplear cantidades masivas de nuevos graduados. Especialmente para los jóvenes que terminaban la secundaria, las oficinas de colocación concertaban con las empresas un abundante número de empleos. Mientras tanto, la empresa se encargaba de formarlos con la consabida condición de que se quedarían en ella hasta jubilarse.

Este sistema de empleo a través de la recomendación por parte de la escuela ha desaparecido casi por completo. Justo cuando Japón está empezando a salir del trauma económico, los jóvenes no encuentran el apoyo que les hace falta en una sociedad cada vez más competitiva.

Sin ocupación fija

Por otra parte, existe una muchedumbre de jóvenes que crece rápidamente y que prefiere no buscar empleo de acuerdo con la estructura tradicional. Se distinguen por su movilidad y cambio frecuente de trabajo. Se les denomina de varias maneras, pero son más comúnmente conocidos como «freeters» (del inglés «free» y del alemán «Arbeiter») o trabajadores a tiempo parcial (ver Aceprensa 161/00 y 123/01). En 2000 eran poco más de un millón y medio, pero en 2004 superaron ya los 4 millones.

Los «freeters» no son ni estudiantes ni amas de casa. La mayoría son recién graduados -bastantes de ellos universitarios-, que no quieren seguir los pasos de sus padres y convertirse en «esclavos de la empresa» (también hay algunos que, desilusionados con el ambiente de trabajo en la compañía, han dejado el empleo fijo que tenían). Quieren trabajar pero prefieren hacerlo «a su aire», sin compromisos duraderos, y se mantienen a base de trabajos eventuales, por lo que se les designa también como «part timers» «no regulares» o «part timers» flotantes.

De todos modos, el concepto de «freeter» ha evolucionado mucho en los últimos años. Los «freeters» pioneros de la década de la abundancia -en los años ochenta-, cuando había todo tipo de posibilidades de trabajo bien remunerado, gozaban de una especie de aura romántica: eran libres de elegir trabajo y dejarlo cuando querían, no tenían responsabilidades sociales y podían dedicarse a sus «hobbies» o a viajar, en espera de algo mejor. Pero hoy en día muchos se encuentran atrapados por las nuevas circunstancias laborales: ese «algo mejor» no se vislumbra, el futuro es cada vez más incierto y su capacidad de elección es cada vez menor y más condicionada por los trabajos disponibles para mano de obra sin experiencia.

Con contratos no superiores a seis meses y bajos sueldos (alrededor de 900 yenes -6,50 euros- por hora), las empresas pueden reducir costos, incluso más que automatizando esos trabajos. Y en muchos casos, los jóvenes en busca de trabajo son tratados como artículos de usar y tirar. Aparte de todo esto, cerca de un 30% de las empresas no los quieren aceptar por considerarlos irresponsables, sin habilidades específicas y con tendencia a dejar el trabajo en cualquier momento.

Como dice un diputado del partido del gobierno: «Cuatro millones de «freeters» en una población activa de 65 millones es una cosa muy seria. No pagan impuestos ni contribuyen al fondo de pensiones. Sólo trabajan cuando quieren, por lo que no se les puede considerar como parte de la población activa en la que la nación puede confiar. Aunque muchos de ellos son gente con brío y buen potencial, no aportan sus habilidades al bien de la sociedad.

Por otra parte, con sus escasos ingresos no pueden tampoco formar una familia y criar hijos, lo que repercute también en la baja natalidad y el envejecimiento de la población. Es necesario poner en vigor una política para hacer que la gente joven pueda conseguir un trabajo como Dios manda».

Antonio MélichEl fenómeno NEET, un problema de país rico

Frente a la crisis del paulatino aumento del número de jóvenes que no cursan estudios, no trabajan y tampoco reciben ningún tipo de capacitación laboral, el gobierno japonés está determinado a tomar medidas para tratar de resolver el problema del fenómeno NEET.

Las siglas NEET («not in education, employment or training») fue acuñada en Inglaterra hacia finales de los años noventa para designar a adolescentes procedentes de familias de clase baja que no hacen ningún esfuerzo por adquirir ni educación ni empleo. En Japón el libro blanco del Ministerio de Trabajo, Salud y Bienestar, que por primera vez se refirió a ese grupo en septiembre pasado, los define como personas solteras de 15 a 34 años -incluidos universitarios- que ni estudian ni tienen empleo y ni siquiera se dedican a tareas domésticas. Según el Ministerio, 520.000 jóvenes se encontraban en esta categoría en 2003. El primer ministro Junichiro Koizumi ha comentado hace poco: «Si dejamos que crezca el número de jóvenes que no quieren adquirir conocimientos ni capacitación laboral, nuestros recursos humanos no se desarrollarán. Y las consecuencias para el futuro de la nación serán graves».

Debido a que la distinción entre NEETs y «freeters» no está del todo bien definida, los cálculos varían. Reiko Kosugi, investigadora del Institute for Labor Policy and Training, dice que en realidad el número de NEETs en 2003 era de 640.000.

Kei Kudo, representante de «Sodateage Net», una organización sin fines de lucro con sede en Tokio, que ayuda a los NEET, define a este grupo como un estado intermedio entre los «freeter», que tienen intención y voluntad de trabajar, y los «hikikomori», individuos que sufren de retraimiento personal y completo aislamiento de la sociedad (ver Aceprensa 51/04).

En octubre pasado un grupo de analistas japoneses viajó a Inglaterra para ver cómo funciona el programa Connections, de ayuda a este tipo de jóvenes que se siente aislados, con necesidad de consejo y de una mano que les guíe. Uno de los lideres del grupo, la Dra. Michiko Miyamoto, de la universidad de Chiba, glosa su experiencia diciendo que en Japón nunca hubo un servicio parecido porque la situación económica era tan buena que no había necesidad de orientación profesional o de servicios de capacitación: «Hasta hace poco no existían NEETs en nuestro país. En general se trata de jóvenes demasiado ricos para tener que trabajar: no sienten necesidad, no hay urgencia. En nuestro caso es un problema de país rico».

Niños malcriados

Bastantes especialistas en problemas de la juventud coinciden en que el fenómeno NEET es una de las peores lacras resultantes de la sociedad de la opulencia; y no son pocos los padres que, ante la evidencia, se ven obligados a confesar que no han sabido criar a sus hijos como personas responsables, al mimarles demasiado y consentir sus caprichos desde pequeños. Un amigo que sabe mucho de familia y educación de los hijos suele decir que los padres que no enseñan a sus hijos a ser útiles desde pequeños, lo que hacen es criar merengues. Justamente eso es lo que parece haber ocurrido con los NEETs.

Kosugi, que por su trabajo ha entrevistado a este tipo de jóvenes sin empleo, los clasifica en cuatro tipos, aunque en los casos reales normalmente se combinan elementos de más de un tipo:

— Los que poseen un buen nivel de formación intelectual, pero están absolutamente perdidos en un laberinto de dudas acerca de lo que deben hacer. Como dice uno de ellos: «¿Cómo puedo descubrir qué es lo que me gustaría hacer? Me gustaría que alguien me lo dijera».

— Los que han perdido confianza en sí mismos: para muchos de estos el sentirse útiles importa más que ganar dinero, pero la incertidumbre y falta de convicción en sus posibilidades les impide enfrentarse con la vida. Les gustaría poder trabajar, pero no se sienten capaces. Por lo general han tenido algún pequeño fracaso que no han sabido superar y acaban inhibiéndose del todo.

— Los que no tienen amigos, no quieren ir a la escuela, pierden el sentido de dirección, se apartan cada vez más de la sociedad activa y acaban viviendo como los «hikikomori», recluidos en su cuarto y sin ánimo de hacer nada.

— Los hedonistas, que lo único que les interesa es pasarlo bien ahora, y no quieren pensar en el futuro.

Entre los distintos problemas que afectan a la juventud japonesa, el gobierno considera el fenómeno NEET como el más grave, que es necesario remediar cuanto antes.

A mediados de octubre pasado el Nomura Research Institute llevó a cabo un sondeo por Internet acerca de este fenómeno. Aunque el nivel de reconocimiento de la sigla NEET es, en general, todavía bajo (pero alto entre la gente joven), un porcentaje extraordinariamente elevado de los entrevistados piensan: que crecerá el número de esos jóvenes (87%); que se trata de un problema muy serio (más del 92%); que la causa está principalmente en la familia (55,5%) y que representa un grave peligro para sostenimiento del sistema de seguridad social. Por su parte, Dai-ichi Life Insurance Institute Inc. predice que el número de jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni reciben capacitación, sobrepasará el millón en 2015.

Para intentar resolver este problema, varios ministerios (Educación, Industria, Trabajo, Sanidad), junto con la oficina del gabinete, han solicitado un presupuesto de 81.000 millones para el año fiscal 2005. Con este dinero se pretende aumentar el número de centros de capacitación que faciliten a los jóvenes encontrar trabajo y a integrarse en la sociedad activa. En estos centros se imparte el llamado «Certificado de Aptitudes Básicas para las Nuevas Generaciones», que se concederá en dos niveles: el básico, para graduados de escuela secundaria, y el práctico, para los que tienen estudios superiores. Este programa, que certificará que los titulados tienen la preparación necesaria para trabajar como oficinista o como vendedor, se concentrará fundamentalmente en cinco áreas: comunicación y habilidades interpersonales; profesionalidad y sentido de responsabilidad; aptitudes académicas: lectura y matemáticas; protocolo o etiqueta profesional y modales; y certificación en áreas específicas, como contabilidad o lenguas extranjeras. A.M.

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