El empleo en la segunda era de las máquinas

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La crisis económica ha devuelto a la actualidad el viejo debate sobre qué papel tiene la tecnología en la creación de empleo. El planteamiento optimista, según el cual inicia una cadena de efectos positivos (salarios más altos, más gasto, más puestos de trabajo para responder a esta demanda), parece haber tenido vigencia hasta finales del siglo pasado. Ahora, hay quien piensa que la “segunda era de las máquinas” traerá consecuencias fundamentalmente negativas, y que perjudicarán sobre todo a los empleos peor pagados.


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 60/15

Después de que la tecnología sustituyeran a muchos trabajadores en la industria, ha llegado el turno al sector servicios

Otros opinan que, como ha ocurrido en tiempos pasados, el cambio generará inquietud y confusión al principio, pero acabará por mejorar el aprovechamiento de recursos. Sin embargo, factores como la globalización del mercado, Internet, o la enorme capacidad de los nuevos ordenadores para el procesamiento de datos pueden hacer que las comparaciones con épocas pasadas sean poco relevantes.

En el siglo pasado, la aplicación de tecnología a cada vez más tipos de trabajo coincidió con la generalización de la educación posobligatoria. La mayor capacitación permitió al trabajador medio dedicarse a tareas más complejas, dejando las rutinarias a las máquinas. El crecimiento del sector servicios en detrimento del industrial es una manifestación de este proceso.

Mercado laboral polarizado

Sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX la tecnología parece haber sido uno de los factores clave en la polarización del mercado laboral, en perjuicio de la misma clase trabajadora a la que antes había elevado. La nueva maquinaria y los ordenadores son capaces de realizar tareas cada vez más complejas, incluso algunas que tradicionalmente se han considerado cognitivas y no rutinarias.

Por ejemplo, la informática ha hecho innecesaria la labor de mucho personal auxiliar en oficinas (documentación, contabilidad, secretaría). No están en peligro los trabajos que requieren capacidades netamente humanas (la empatía, la persuasión, la creatividad, el liderazgo), bien pagados pero para los que habitualmente se precisa un alto nivel de formación. Los que solo han adquirido un nivel básico se ven abocados a realizar tareas por las que reciben un sueldo bajo. Esto ha hecho aumentar la diferencia de ingresos entre los trabajadores cualificados y los demás.

Por otro lado, la globalización ha facilitado que ciertos procesos se encarguen a mano de obra barata en regiones o países más pobres. Esto ha contribuido a eliminar empleos en el sector industrial dentro de los países desarrollados.

Las máquinas no tienen toda la culpa

Sin embargo, esta polarización del mercado laboral no ha seguido un mismo patrón en todos los países, ya que en ella no solo influye la tecnología, sino también otros factores. Por ejemplo, mientras que en el Reino Unido la reducción de la “clase media” se ha producido hacia arriba (a puestos de dificultad y salarios más altos) por el incremento de graduados universitarios, en Estados Unidos se ha dirigido hacia abajo porque la formación de los candidatos al empleo apenas ha mejorado.

Así lo explica James Bessen –profesor de economía y derecho en la Universidad de Boston– en su último libro: Learning by Doing. En su opinión, el aumento del empleo precario en Estados Unidos, y la creciente desigualdad en el mercado de trabajo, se debe a una falta de cualificación entre los que terminan sus estudios. Echar la culpa a las máquinas o los ordenadores sería hacer un diagnóstico equivocado. La tecnología, comenta Bessen, ha tenido un efecto positivo: los cajeros o los robots médicos han permitido a bancos u hospitales dedicar al personal que antes cumplía esas funciones a nuevos servicios, lo que ha terminado por generar más trabajo.

Desde finales del siglo pasado, la tecnología ha contribuido a la brecha entre trabajadores cualificados y bien pagados, y otros con formación básica y sueldos bajos

Además de la falta de capacitación, ciertos factores económicos también han favorecido la polarización laboral norteamericana. Neil Irwin explica en The New York Times que la llegada de las máquinas a la industria ha producido un trasvase de personal poco cualificado a empleos mal pagados en la restauración o en servicios de limpieza. Sin embargo, este cambio solo explica una pequeña parte de la desaparición de la clase media salarial: mucho más importantes son la bajada de los salarios mínimos y la pérdida de influencia de los sindicatos.

Tecnificación del sector servicios

No es sencillo hacer una valoración general del efecto de las tecnologías en la creación –o destrucción– de empleo. Dos informes, uno referido al Reino Unido y otro más centrado en Estados Unidos, coinciden en el diagnóstico, al menos en lo que se refiere a cuáles son los puestos de trabajo con más posibilidades de desaparecer: después de que las tecnologías sustituyeran a muchos trabajadores de la industria, toca el turno al sector servicios. También están de acuerdo en que el futuro demanda personal mejor capacitado, especialmente en aquellas tareas que las máquinas no pueden cumplir.

Sin embargo, mientras que el estudio sobre Estados Unidos dice que la llegada de las máquinas a puestos tradicionalmente desempeñados por personas va a traer más igualdad salarial, el referido a Reino Unido sostiene que ocurrirá lo contrario: aumentará la brecha entre bien y mal pagados.

La economía de la app

La mejora en las tecnologías de la comunicación afecta cada vez más profundamente al entorno laboral. La llegada de Internet y del correo electrónico ha simplificado –y abaratado– el funcionamiento de muchas empresas. Más recientemente, la extensión de los smartphones ha posibilitado el surgimiento de la “economía de la app”: aplicaciones que ponen en contacto a personas que necesitan un servicio con otras que pueden ofrecerlo. Aunque pretenden venderse como economía colaborativa, detrás de ellas hay empresas que se benefician de este intercambio. El ejemplo más conocido es Uber, pero ya hay plataformas para contratar todo tipo de servicios: limpieza, una consulta médica, mantener el frigorífico lleno, y muchas más.

Según los directivos de estas empresas, la economía on-demand aprovecha unos recursos que de otra forma quedarían sin usar. Pero existen contrapartidas: el trabajador muchas veces no goza del estatuto de empleado, y por tanto no tiene los correspondientes derechos laborales; su estabilidad también deja mucho que desear. Además, la plataforma no suele preocuparse de su formación. En cambio, para el consumidor todo son ventajas (más allá de las dudas de fiabilidad que puedan suscitar estas compañías al principio).

Según algunos analistas, estas empresas tienen algunas limitaciones importantes para seguir creciendo: por un lado, muchas han nacido asociadas a una idea de proximidad, y en la búsqueda de un mercado más amplio pueden perder atractivo para el público; por otro lado, varias han sido llevadas a los tribunales acusadas de competencia desleal o de aprovecharse de los trabajadores. Con todo, su mayor reto es fidelizar a los empleados: la temporalidad, la inestabilidad y los bajos sueldos no son la mejor estrategia de recursos humanos.

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